Desde 1984 el EAAF identifica a las víctimas de la dictadura militar. A 40 años del golpe, más de 600 familias recuperaron los restos de sus seres queridos.
Nancy Balza
“Establecer la identidad, la causa y el modo de la muerte de las víctimas; identificar patrones de violaciones a los derechos humanos aplicando las ciencias forenses; restituir los restos de las víctimas a sus familiares y comunidades; y presentar los hallazgos y evidencias tanto a las instancias judiciales como a ámbitos de investigación correspondientes”. Ésos son los objetivos que se plantea el Equipo Argentino de Antropología Forense que, en nuestro país, logró devolver la identidad a más de 600 desaparecidos y que, desde su creación en 1984, ha llevado su experiencia a más de 30 países de todo el mundo.
Miguel Nieva integra el Equipo desde 2001 -aunque colabora desde mediados de los ‘90- y desde la oficina que la organización tiene en Rosario dialogó con El Litoral sobre el origen del Eaaf que ya dio los primeros pasos para la identificación de los restos de ex combatientes de Malvinas, sepultados como NN en el cementerio de Darwin.
—¿Cómo comenzaron este trabajo, que ya lleva más de 30 años en el país?
—El Equipo se origina como una reacción del trabajo que venía haciendo Abuelas de Plaza de Mayo. Cuando Abuelas pide la colaboración de la Academia Americana para el avance de las Ciencias, viene a la Argentina un equipo de científicos norteamericanos, entre ellos el antropólogo forense Clyde Snow, que se hizo cargo de las primeras exhumaciones de cuerpos NN que se empiezan a hacer en 1984. Snow comienza a trabajar con un grupo de estudiantes. Y a través de ese trabajo es como se origina este grupo que en el ‘86 se consolida como una asociación civil y a partir de ahí empieza a trabajar en Argentina con los casos de la dictadura y más tarde recibe pedidos de colaboración de otros países. Este año se cumplen 32 de este equipo que ya ha trabajado en unos 50 países de todo el mundo.
—Trabajan en países donde el origen de los conflictos es diferente, ¿cuál es el denominador común del trabajo que hacen aquí y en el exterior?
—Hacemos un trabajo científico y para que sea científico tiene que tener un método. Es una metodología aplicada a contextos de violencia extrema, que pueden devenir de diferentes razones: hemos trabajado en conflictos políticos, religiosos, guerras. Pero el método siempre es el mismo. El trabajo que hacemos es el de identificar y determinar el modo y la causa de la muerte. Para eso, aplicamos un método científico que nos va llevando a recorrer un camino que básicamente es igual en todos los casos, con sus variables porque cada contexto es diferente. Pero el método científico siempre es el mismo como también lo es el respeto por los familiares y organismos con los que trabajamos.
—¿En qué momento empiezan a investigar?, ¿cuándo los convocan, cuándo tienen un dato?
—Depende de muchas cosas; por ejemplo, del contexto donde estamos trabajando. En el contexto de la Argentina, vamos haciendo una investigación histórica y documental sin discriminar a nadie ni a nada. Después, a raíz del contacto con la familia vemos si se avanza o no en el caso. A veces se reúne información sobre un caso, se habla con la familia para ver si está interesada, y si nos dice que no, no participamos. Respetamos mucho la decisión de la familia que es para quien trabajamos. Sí, lo hacemos cuando tenemos el pedido de familias que piden nuestra colaboración. Como nos está pasando ahora en México, con familias que se están acercando a nosotros por la situación que vive ese país en los últimos años y porque las instituciones del Estado han perdido credibilidad. Entonces, muchas familias necesitan tener una opinión más objetiva y recurren a nosotros.
—¿En qué lugares están trabajando ahora?
—Desde hace varios años y a través de la Cancillería argentina estamos cooperando con Vietnam; además, trabajamos en varios países de Asia, en algunos países de África, en el Cáucaso y estamos desarrollando una tarea bastante importante en México donde tenemos proyectos muy grandes que nos llevaron a abrir una oficina en ese país.
—¿Siguen abocados a la investigación por los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa que están desaparecidos desde septiembre de 2014 o dieron por concluida esa etapa?
—Seguimos trabajando y buscando a los estudiantes que todavía no aparecieron y lo que hacemos nosotros es tratar de encontrarlos. Seguimos en la búsqueda, participando en la medida que podemos en las investigaciones y haciendo un plan de búsqueda que se está llevando a cabo. Estamos haciendo excavaciones en diferentes lugares y participando de los hallazgos alrededor de Iguala para tratar de corroborar si algunos de ellos pueden pertenecer a los estudiantes.
—En nuestro país, ¿a cuántas personas desaparecidas han logrado identificar en estos años?
—No sé el número exacto pero son más de 600, seguro. O sea, más de 600 identidades recuperadas, de cuerpos que se han logrado identificar. Hasta el año 2007-2008, el trabajo tenía un ritmo, dadas las condiciones en que se desarrollaba y el acceso que teníamos a determinadas áreas de trabajo. A partir de fines de 2007, cuando se puso en marcha el proyecto de Iniciativa Latinoamericana para la Identificación de Personas Desaparecidas, pudimos crear nuestro propio laboratorio genético en la Argentina y articular con el gobierno esta campaña masiva de toma de muestras de sangre. Este paso nos permitió incrementar el número de identificaciones y por eso estamos en la cifra que mencionaba.
—En este momento, ¿están trabajando en búsquedas dentro del país?
—En muchas zonas del país, llegué esta mañana (el viernes 18) de Corrientes y trabajamos también en Tucumán y en otros lugares con trabajos de excavaciones. Eso no se detiene, en la medida que tengamos las autorizaciones correspondientes para hacer el trabajo, hay muchas causas que siguen entrando así que hay muchas búsquedas.
—¿Cuándo termina el trabajo del equipo, cuando puede identificar a la persona buscada por el familiar?
—No termina con la identificación, con ese paso viene un montón de cosas más, que son parte de un proceso muy importante. En primer lugar, se hace la notificación a la familia que para nosotros es un paso muy importante, y después la restitución y el acompañamiento. Pero el trabajo termina cuando se cierra la causa judicial que está en trámite.
—¿Cuál es tu balance del trabajo que hicieron hasta ahora?
—La reflexión es la misma de siempre: se ha hecho bastante pero todavía queda mucho por hacer. Se ha recuperado un número muy bajo en cuanto a la cantidad de personas que están desaparecidas y quedan muchas personas que seguir buscando. La conclusión siempre pasa por ahí, todavía falta hacer más. Acá, hubo una desaparición intencional y, al no tener la información de dónde se encuentran los cuerpos o dónde podrían estar, hace que la búsqueda sea muy complicada.
Miguel Nieva, junto a Mercedes Doretti, en Ayotzinapa (México), donde participan en la investigación por los 43 estudiantes desaparecidos en 2014. Foto: El Litoral
Datos El Eaaf. Integran el Equipo Argentino de Antropología Forense entre 50 y 60 personas distribuidas en todas las áreas: genética, investigación, laboratorio, administración, entre otras. Sedes. Además de la oficina central en Buenos Aires, tiene sedes en Córdoba, Tucumán y Rosario. Fuera del país, en Nueva York, México y representante en Sudáfrica. Para ver. Varios documentales se realizaron sobre el trabajo del Eaaf. Entre ellos: “Buscadores de identidades robadas” (2013), de Miguel Rodríguez Arias; “Tierra de Avellaneda” (1995), de Daniele Incalcaterra; “El último confín” (2004), de Pablo Ratto; “Tras los pasos de Antígona (2002), EAAF-Witness, y el más reciente “Ábaco 211” (2015), de Cristian Ferreira da Cámara. En la web. En español: http://eaaf.typepad.com/eaaf__sp/.
Excavaciones en un predio de Laguna Paiva, en 2013. Foto: Archivo El Litoral
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