Mariela Goy
Las representantes del sexo femenino crecieron en cantidad, pero se encuentran en la base y el tramo medio de la organización del trabajo del sector científico. Cuando se mira la cima, hay más hombres en los cargos superiores. Dos reconocidas especialistas disertaron en Santa Fe sobre la temática.
Mariela Goy
Twitter: @marielagoy
El prestigioso curriculum vitae de un científico fue enviado a 120 investigadores de primer nivel de los Estados Unidos para su evaluación con miras a un puesto posdoctoral. El CV era ficticio y se remitieron algunos a nombre de John, y otros al de Jennifer. La supuesta mujer científica no solamente se sacó un punto menos -en una escala de 5- que su par masculino, sino que también había menos investigadores dispuestos a contratarla y le querían pagar por debajo del salario que le ofrecían a John.
El estudio de Corinne Moss-Rawson data de 2012 y sacudió a la comunidad científica norteamericana que sostenía que en sus laboratorios, había igualdad entre hombres y mujeres. “Esa investigación demostró que existe un sesgo, una discriminación de género muy enraizada y que puede ser subconciente, porque en muchos casos no hay un deseo de ejercerla, sino que es producto de nuestra cultura y educación”, explicó Erica Hynes, secretaria de Ciencia y Técnica de la Universidad Nacional del Litoral (UNL), quien contó sobre este informe en una reciente disertación, junto a la socióloga y especialista en estudios de género, Dora Barrancos, integrante del directorio del Conicet. La charla fue organizada por el Instituto de Matemática Aplicada del Litoral (Imal).
El planteo pareciera ir a contramano de los promisorios datos sobre la inclusión de la mujer en la ciencia. En el Conicet nacional, de un total de 8.856 científicos, 4.610 son mujeres, es decir, el 52 por ciento. Pero si se indaga un poco más, se puede ver que en la categoría de “asistente” (una de las más bajas del Conicet) hay un 57 por ciento de mujeres, mientras que en la de “investigador superior” (de las más altas) hay sólo un 25 por ciento. Esto revela que hacer carrera en el ámbito científico es más complicado para las mujeres que para los hombres.
Las mujeres ‘no quieren’ verse discriminadas porque, al hacerlo, deberían reclamar. Y cualquier reclamo sería visto como un síntoma de ‘no objetividad’ en el campo científico; llamaría la atención de que hubiera un trazo subjetivo en esa demanda (Dora Barrancos)
“Los números son de los mejores del mundo. Tal vez Bulgaria y Argentina sean los países con mayor representación de mujeres en todas las ciencias. Esto es extraordinario pero no basta porque la enorme mayoría de las mujeres está en la base de la pirámide. El desafío es que las mujeres puedan hacer carrera científica, porque sólo hay un 25 % ocupando las posiciones del nivel superior”, advirtió Barrancos, en diálogo con El Litoral.
En Santa Fe se repite el patrón nacional. Del total de 1.162 docentes investigadores con dedicación exclusiva, semiexclusiva y parcial, el 56 por ciento es del sexo femenino (651 mujeres). “Pero en los lugares de toma de decisión, de poder y de mayor presupuesto para gastar, sigue habiendo un predominio importante de hombres”, aseguró Hynes, al presentar gráficos “tijera” donde las líneas se cruzan en las trayectorias superiores para mostrar una preponderancia de varones.
Discriminación
¿Hay discriminación de las mujeres en la ciencia? “Absolutamente -contestó Barrancos a El Litoral-, aunque a menudo es totalmente inconsciente y forma parte del paisaje connatural de las subjetividades. La discriminación es una prerrogativa inmanente, que surge sin que la gente piense mucho”.
La socióloga mencionó que una investigación que recoge lo que ocurre en 66 países del mundo, concluye en que persisten fuertes estereotipos sobre género y ciencia. “Se determinó que las mujeres no pertenecen ‘bien’ al mundo de las ciencias. Y que, en todo caso, van mejor con lo que los anglosajones llaman ‘las artes’, y aquí se denominan ‘ciencias sociales y humanidades’. Esto quiere decir que si bien hemos caminado mucho, debe decirse que sí hay un problema de reconocimiento a la mujer en todas las disciplinas y en los peldaños más altos. Ha habido científicas notables a lo largo del tiempo, pero son muy pocas las que han recibido un Premio Nóbel”, ejemplificó.
Ellas cuadriplican las horas de trabajo que dedican los varones a las tareas del hogar. Si bien se habla mucho de la co-responsabilidad del trabajo doméstico, al interior de los hogares esto no es algo dado y es difícil de lograr (Erica Hynes)
Por su lado, Hynes advirtió que “esta discriminación no tiene una sola causa, si no que son múltiples. A menudo lo que se escucha es que las mujeres tienen menor capacidad, inclusive biológica o genética, para el pensamiento científico. Otro argumento es que las mujeres hacen elecciones de vida que no les permiten ser tan competitivas como los hombres, entre ellas, casarse y tener hijos”.
Enseguida, la funcionaria despejó esas ideas. “Primero, no hay ninguna evidencia científica de que estos presupuestos biológicos o de elección de vida le quiten competitividad a la mujer; y, por el contrario, sí hay evidencia de la discriminación de género en varios estudios internacionales”, indicó.
Otra de las causas de por qué resulta más complicado para las mujeres científicas escalar posiciones, es “el hecho de que el gerenciamiento y cuidado de los hogares -que son tareas no remuneradas en el mercado-, están todavía en la cabeza de las mujeres. Ellas cuadriplican las horas de trabajo que dedican los varones a las tareas del hogar. Esto se ve en todo el mundo mediante encuestas de uso del tiempo. Si bien se habla mucho de la co-responsabilidad del trabajo doméstico, al interior de los hogares esto no es algo dado y es difícil de lograr”, indicó Hynes.
Negación de las
propias mujeres
A menudo, las científicas lo primero que tienen para decir es que jamás fueron discriminadas en los laboratorios ni en el sistema. “¿Por qué las personas tienen esa treta interna de negar, de no ver ciertas cuestiones?”, cuestiona Barrancos, y ensaya una hipótesis: “Es difícil explicar por qué ocurre y quizá sea materia de psicoanálisis, pero mi conjetura es que podría estar asociado a que las mujeres ‘no quieren’ verse discriminadas porque, al hacerlo, deberían reclamar. Y cualquier reclamo sería visto como un síntoma de ‘no objetividad’ en el campo científico; llamaría la atención de que hubiera un trazo subjetivo en esa demanda. Y como la ciencia se cree que es objetiva, cualquier tipo de partidización feminista pondría en riesgo a la ciencia misma, cuando en realidad pone en riesgo a las mujeres que no pueden reconocer su discriminación”.
La secretaria de Ciencia y Técnica de UNL añadió que “es difícil detectar la discriminación de género sobre una misma. Admitir esto implica pertenecer a un grupo con menos poder y autonomía, implica ponerse en el lugar del que es dominado y que no tiene una autonomía tal como pretendiera. Y esto es más real en las mujeres que llegan a espacios de poder: quieren ser parte de una elite y no parte de los discriminados”, dijo Hynes.
Ambas expertas concluyeron que es interesante discutir y reflexionar sobre género y ciencia como forma de empezar por el primer paso: visibilizar el tema dentro de la propia comunidad científica y académica.
Síntomas
Dora Barranco, integrante del directorio del Conicet, dijo que las mujeres podrían reclamar, por ejemplo, el derecho a la igualdad de autoría de un paper. “Los autores máximos de un artículo científico, que anuncia una nueva investigación o resultado, están en los extremos. Pero las mujeres suelen colocarse en el medio y es difícil entender por qué”, reclamó.