Gastón Neffen
Gastón Neffen
gneffen@ellitoral.com
En un fragmento del estudio “Gestión Integrada de Crecidas”, que elaboraron Carlos Paoli, Céline Dondeynaz y César Carmona-Moreno, para la Comisión Europea se analiza por qué las ciudades suelen tropezar una y otra vez con la misma piedra en la articulación de soluciones contra las inundaciones. La principal vulnerabilidad es la falta de planificación.
A pesar de que es un artículo de perfil técnico, con ejemplos de inundaciones en Australia, Estados Unidos, China y la Argentina, los santafesinos, que están curtidos por las crecidas, se van a sentir reflejados en esta enumeración:
— Cuando llega la crecida, los vecinos y los productores responsabilizan al gobierno (nacional, provincial, municipal) por no haber “previsto” la situación y no haber realizado obras que supuestamente hubieran evitado los daños.
— El gobierno tiene la tendencia a actuar en forma reactiva. Se argumenta que la situación es extrema y de una magnitud “nunca vista” o “muy difícil de prever”. No se dispone en la mayoría de los casos de una evaluación técnica-económica de la pertinencia o no de las supuestas obras que hubieran resuelto el problema.
— En los lugares más críticos, se reclama al Gobierno que se tomen urgentes medidas para “solucionar” los problemas, y se proponen obras de emergencia que suelen resultar de dudosa efectividad, difícilmente ejecutables en corto tiempo o con impactos en otros lugares o sectores.
— El gobierno se encuentra con el dilema de dar “alguna respuesta” ante la emergencia, en tiempos que son incompatibles con los de la ejecución de obras con respaldo técnico y define algunas respuestas de compromiso o solo con asistencialismo, que es casi lo único que puede hacer.
— Frente a la supuesta falta de respuesta o soluciones, los afectados deciden intervenir por su cuenta, cortando rutas o terraplenes, cerrando alcantarillas, construyendo o elevando terraplenes, excavando canales. Todo ello con consecuencias imprevisibles, a veces inocuas y en otras incrementado los impactos. En otros casos son los propios técnicos o autoridades locales los que bajo la presión de los reclamos emprenden estas acciones con las mismas consecuencias mencionadas.
— En la medida que la inundación se prolonga en el tiempo, comienzan a proliferar las comisiones o comités de emergencia. En la emergencia, el principal problema que tienen es que no disponen de un plan de acción previamente pensado y entonces emergen las principales limitaciones para la toma de decisión: falta o escasez de conocimiento e información.
— Finalmente, cuando los grupos que se forman en un comité comienzan a disponer de conocimiento y ajustan mecanismos de coordinación, o no tienen fondos para pasar a acciones concretas o prácticamente pasó la inundación y no tiene sentido continuar con los mismos.
Y a esta enumeración se le podría agregar que cuando el tiempo pasa, aparecen otras prioridades y las obras hídricas que se habían previsto se postergan y también se “relaja” el mantenimiento de la red de desagües (y el cuidado de los propios vecinos).
Cuando vuelven las lluvias intensas y las crecidas esta “novela” vuelve a empezar.
Por eso es importante que la ciudad de Santa Fe, que avanzó en su planificación hídrica y de emergencias con el Plan de Contingencia y los planes directores de desagües, siga consolidando estas políticas y avance con la mayor velocidad posible en la concreción de nuevas obras.