Luciano Andreychuk
Un estudio analizó las creencias de género imperantes -que le atribuyen al varón dominio, seguridad o independencia, y a la mujer los extremos opuestos- en el estudiantado de esa universidad. Hay cambios a favor de la igualdad. Pero todavía están muy vigentes pautas machistas.
Luciano Andreychuk
landreychuk@ellitoral.com
Twitter: @landreychuk
¿Qué vigencia tienen los estereotipos de género en la sociedad actual? El hombre, ¿sigue siendo visto (y se autopercibe) como mono alfha dominante, físicamente fuerte, seguro de sí mismo y emocionalmente independiente? Y las mujeres, ¿siguen siendo vistas (y se autoperciben) como sumisas, débiles, emocionalmente dependientes o inseguras?
Estos patrones estereotipados se consolidaron y naturalizaron (fueron aceptados culturalmente como “normales”, aún generando perjuicios a terceros por su sexualidad, su credo, etc.) a lo largo de décadas, en una sociedad que sigue teniendo en pleno siglo XXI muchas concepciones machistas, como indican distintas entidades vinculadas con los derechos por la igualdad de género.
Una encuesta sobre el estudiantado de la UNL se propuso analizar en profundidad la vigencia de esos estereotipos. Y algunas de sus conclusiones son más que interesantes: 6 de cada 10 estudiantes mujeres de esa universidad dejaron de verse como “sumisas” y se autoperciben en su naturaleza “dominantes”, desacreditando ese estereotipo atribuido al género masculino. También se ven como más “independientes” y “seguras de sí mismas”.
La encuesta demostró que, a medida que avanzan en edad, las mujeres están más informadas sobre las problemáticas de género. Y la información, se sabe, es una forma de empoderamiento. Pero, por otro lado, hay patrones culturales de género que tienen vigencia: en un alto porcentaje, los alumnos varones se sigue autopercibiendo “dominantes” o “físicamente fuertes”.
También el estudio cuantitativo detectó que los varones son permeables a admitir que las situaciones de violencia de género (sobre todo psicológica) son “siempre tolerables” o “dependiendo de la circunstancia”, con lo cual pervive cierta naturalización de este modo de agresión hacia otro/a.
La violencia física existe pero en porcentajes muy bajos respecto de la violencia psicológica (hostigamiento verbal, burlas hirientes, etc.), indica la encuesta. Sobre esto último, un ejemplo: el control de apariencia personal (la “vigilancia” de lo que hace la pareja en sus relaciones familiares y amistosas, sus actividades, etc.) también está muy naturalizado, aceptado como normal.
Diseño de la encuesta
La encuesta se hizo entre 2.500 estudiantes de 12 unidades académicas de la UNL. Tanto varones como mujeres debieron responder las preguntas. Se dividieron tres franjas de edad: hasta los 19 años; de 20 a 24 años; y desde los 25 años a más. Hubo así seis grupos etarios analizados (tres para hombres y tres para mujeres). Vale aclarar que cada encuestado respondió de acuerdo con su autopercepción de género.
El diseño de las preguntas se basó en un esquema de antinomias (términos contrapuestos). Es decir, que las consultas estaban enfocadas hacia qué consideraba cada encuestado/a como características propias de los hombres y de las mujeres. El diseño metodológico así planteado llevó a ver cómo se ven los varones a sí mismos, cómo ven a las mujeres, y cómo éstas se ven a sí mismas y a los hombres.
Algunos conceptos antinómicos fueron Dominio/Sumisión de género; Seguridad/Inseguridad; Independencia/Dependencia; Razón/Emoción; Fortaleza física/Debilidad física, entre otros. La idea fue crear una radiografía sobre qué vigencia tienen estos estereotipos respecto del género.
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Las mujeres han desarrollado cierto empoderamiento de sus derechos y de su autopercepción de género, y son cada vez más intolerantes a situaciones de violencia psicológica.
“El supuesto subyacente a las preguntas es que culturalmente existen estereotipos que tienden a considerar que las mujeres son dependientes, inestables, inseguras, emotivas, sumisas, altruistas, pasivas y físicamente débiles. Otro supuesto es que los hombres son el extremo opuesto: independientes, estables, seguros, racionales, egoístas, físicamente fuertes y dominantes”, justifica el estudio.
Dominio y sumisión
Respecto de si las mujeres son sumisas o dominantes -sin contar los no sabe / no contesta- el porcentaje de mujeres encuestadas que consideró que las mujeres son dominantes oscila entre el 51,5 % y el 59,4 % en todos los grupos etarios. Y el de los varones -que considera que las mujeres son dominantes- oscila entre el 32,9 % y el 36,5 %. Es decir, casi 6 mujeres de cada 10 mujeres (y 3 de cada 10 varones) consideraron que en la cultura vigente, las mujeres son dominantes.
A su vez, el porcentaje de varones que consideró que las mujeres son sumisas va de entre el 22,0 % y el 27,7 %. Y el de las mujeres, entre 13,1 % y el 19,4 %. “Podría concluirse así que el estereotipo de que las mujeres tienden a ser sumisas estaría perdiendo vigencia para ambos géneros”, resalta el estudio.
Seguridad/Inseguridad
El porcentaje de mujeres encuestadas que consideró que las mujeres son seguras oscila entre el 57,8 % y el 63,9 %. Y el de los varones va del 30,3 % al 44,9 %. Es decir, entre 5 y 6 de cada 10 estudiantes mujeres consideraron que las mujeres son seguras. Y lo hicieron entre 3 y 4 de cada 10 varones.
“Esto indicaría que hay diferencias en la consideración de ambos géneros, y que las mujeres tienden a autopercibirse como más seguras”, dice el estudio. La autopercepción de seguridad es otra forma de empoderamiento de género.
Razón/Emoción
En todos los grupos de edad, los porcentuales de universitarias que consideran que las mujeres son emocionales osciló entre el 60,5 % y el 70,4 %. Los de los varones, entre el 65,7 % y el 68,9 %. Con ello, entre 6 y 7 de cada 10 mujeres ven a las mujeres como emocionales, mientras que lo hacen casi 7 de cada 10 varones.
Esto indica que, respecto de la emotividad o racionalidad, “el estereotipo de que las mujeres son más emocionales que racionales (respecto de los varones) continúa teniendo vigencia en la cultura actual”, marca la encuesta.
Sobre el trabajo
La encuesta fue realizada por el Programa de Género de la UNL entre el 20 de agosto y el 16 de septiembre de 2014. Fueron encuestados 2.500 estudiantes (varones y mujeres) de 12 unidades académicas de esa casa de estudios (que tiene 43 mil alumnos, último número actualizado, con lo cual la muestra es representativa).
Carlos Borsotti, sociólogo y metodólogo, fue el encargado de diseñar esta encuesta. Él y Claudia Montenegro, docente de la UNL, son los autores del proyecto junto con Adriana Molina, Directora del Programa de Género de la UNL. Colaboraron alumnos y profesores.
La encuesta analizó también los niveles de tolerancia de la violencia física y psicológica en las relaciones de género. Ante 15 situaciones puntuales como ataques físicos, burlas hirientes, humillaciones y control de apariencia personal (que es el “seguimiento” de qué está haciendo el otro/a en sus relaciones familiares, amistosas, actividades, etc.), hubo tres opciones a escoger para los encuestados: éstas son “siempre tolerables”, “depende de la circunstancia” o “siempre intolerables”.
De las 15 situaciones posibles de violencia abordadas, en sólo tres los encuestados consideraron la violencia física. “En el resto, aparece la violencia psicológica con distintos niveles de gravedad”, señala el estudio.
Y sobre la violencia psicológica, tomando los porcentajes totales de ambos géneros y de todos los grupos etarios, puede notarse que “depende de la circunstancia” el control de la apariencia personal. Los porcentajes que se escogieron para esta opción fueron el 44,9 % (hombres) y 40,2 % (mujeres).
Entre los hombres, es clara la inclinación de éstos a considerar el control de apariencia como “siempre tolerable” o que “depende de las circunstancias”. En este sentido, hay una naturalización de este tipo de malas conductas entre los estudiantes universitarios.
Amistades y actividades
Respecto del control sobre las relaciones amistosas, desde el grupo etario de los 20 años hacia arriba, dos de cada 10 mujeres lo consideran “siempre intolerables”. Y sobre los controles de las actividades de la pareja, son más los varones que las mujeres de todos los grupos etarios los que consideran que son “siempre tolerables”.
También fueron más los varones que las mujeres de todos los grupos de edad quienes dijeron que “depende de las circunstancias” ese control sobre actividades. Y fueron más las mujeres las que consideraron que este tipo de control sobre las actividades es “siempre intolerable”.
Sobre las humillaciones, fueron más las mujeres que los varones quienes consideraron que son “siempre intolerables” a esta forma de agresión psicológica (84,0 % varones contra un 91,6 % de mujeres). Lo mismo para las burlas hirientes.
Más informadas y empoderadas
”La violencia de género está naturalizada en la sociedad, y de eso no se puede escapar la universidad como actor social. No obstante, notamos que a medida que crecen los estudiantes en edad y avanzan en el trayecto de estudios, empiezan a debilitarse los estereotipos de género”, coincidieron en diálogo con El Litoral Claudia Montenegro y Adriana Molina.
“Cerca de un 60 % de las mujeres se ve a sí misma como ‘dominante’, y los varones dejan de ver a las mujeres como ‘sumisas’. Los estereotipos de género se van debilitando, aunque no desaparecen”, advirtió Montenegro. “A lo largo de toda la encuesta, se observa que las mujeres tienen mayor perspectiva de género que los varones. Consideran más intolerables las situaciones de violencia”, agregaron las especialistas.
Montenegro añadió un dato no menor: “Notamos que las mujeres se autoperciben como muy activas: 8 de cada 10 saben y se informan a través de los medios gráficos y digitales. Buscan informarse sobre la problemática. Al adquirir niveles más altos de educación, se empoderan con el saber. Y ese empoderamiento hace que sean menos tolerable la violencia de género”.
Protocolo de acción
“Este trabajo ha sido un diagnóstico. Entendemos que acá (en la UNL) hay víctimas de violencia de género y discriminación de todo tipo, no sólo de parejas sino también entre estudiantes, entre compañeros de cursos. Frente a eso, la universidad debe actuar. La base de cualquier tipo de violencia de género es la discriminación”, agregó Molina. Y adelantó que se está elaborando un protocolo de acción para prevenir y sancionar conductas violencia de género en ámbitos de la UNL.