Por Néstor Vittori
Por Néstor Vittori
El primer canto de la Divina Comedia de Dante, es el “Infierno”, y allí se divide a los condenados por sus pecados en nueve círculos de un pozo profundo según la gravedad de sus faltas, categorizándolas por su alejamiento de Dios. El último de esos círculos, y por lo tanto el más alejado, es el que ocupan los traidores y los fraudulentos. Para el pensamiento de izquierda, y el populismo en general, nucleados colectivamente en “el movimiento nacional y popular” -sustituto político de Dios-, las políticas económicas neoliberales son la encarnación del “pecado”. Es que tienden a “eliminar los controles de precios, desregulan los mercados de capital y reducen las barreras al comercio, además de reducir la influencia del Estado en la economía, especialmente mediante la privatización y la austeridad fiscal”, de acuerdo con Boas y Gans-Morse. La contradicción del proyecto populista nacionalista, de economía cerrada, dirigista y estatista, merece el noveno círculo del infierno. Sin embargo, es menester conocer y entender el significado del término, sus postulados y sus consecuencias en el tiempo, para poder discernir si la atribución de esta conceptualización descalificadora de personas, acciones y políticas es valedera. Neoliberalismo es un término utilizado de modo peyorativo por la izquierda y el populismo para descalificar a adversarios políticos, respecto de los cuales se trata de instalar en la sociedad el temor a que la política económica sea excluyente y sólo beneficie a los sectores más ricos de la población. En realidad, el vocablo fue acuñado por Alexander Rüstow, economista alemán, en el Coloquio Walter Lippman que se llevó a cabo en París, en 1938, organizado por economistas liberales. Junto con otros economistas plantearon el fracaso de liberalismo clásico, en la solución de la crisis del 30, convalidando las políticas intervencionistas que Franklin Roosevelt aplicó en los EE.UU, desde que asumió el poder en 1933. Esto significaba abandonar la idea de una libertad económica sin intervenciones del Estado, para desarrollar una economía de mercado conducida y controlada por un Estado fuerte. Rüstow definió la política neoliberal como “la prioridad del sistema de precios, el libre emprendimiento, la libre empresa y un Estado fuerte e imparcial”, pero a diferencia de la doctrina del laissez faire (dejar hacer) que caracterizó al pensamiento económico clásico, -que fue incapaz de aportar soluciones en la “Gran Depresión”-, el neoliberalismo reconoce la necesidad de la intervención del Estado, aun endeudándolo, para reactivar la economía y poner en marcha el círculo virtuoso del crecimiento y el desarrollo. En esta medida, el “neoliberalismo” fue el precursor dogmático del “desarrollismo”, al punto de que en el ámbito académico se refieren a esta conjunción como “síntesis neoclásica-desarrollista”, receptora del gran aporte de John Maynard Keynes. Hacia la década del 60, la terminología política económica eliminó el uso del término neoliberalismo, consolidándose su socio semántico, el desarrollismo, en referencia a las predominantes políticas económicas keynesianas. En la crisis de 1973, cuando se produjo un fenómeno de “estanflación”, es decir de recesión con inflación, las políticas keynesianas aparentemente fracasaron, cediendo paso a las ideas monetaristas de Milton Friedman y la escuela de Chicago, que plantearon acciones simultáneas -antirrecesivas y antiinflacionarias-, negando el uso de la masa monetaria como instrumento para crear demanda, rechazando el déficit fiscal como multiplicador, y recomendando la reducción de los gastos del Estado como única forma de incrementar la demanda. Estas teorías fueron puestas en práctica por Margaret Thatcher en Gran Bretaña y Ronald Reagan en los Estados Unidos, con resultados considerados exitosos, en el primer caso, y neutros, en el segundo, a causa de otros motivos concurrentes. También se pusieron en práctica en Chile, durante el régimen de Augusto Pinochet, con los resultados conocidos. En apretada síntesis, el monetarismo propone: 1) políticas monetarias restrictivas; 2) políticas fiscales restrictivas; 3) liberación y desregulación tanto del comercio como de las inversiones, y 4) privatización en todas las actividades donde sea posible. En consecuencia, frente al abusivo uso del término “neoliberal”, que termina confundido con el “monetarismo” para producir una supuesta descalificación a priori de las políticas puestas en marcha por el gobierno actual, considero oportuno aportar al debate estas consideraciones, que se contraponen a las sostenidas por el colectivo representado con la expresión “pensamiento nacional y popular”, supuestamente cercano a Dios y a la luz. Pero como los hechos lo evidencian, después de doce años de gobierno ha colocado al país en la desastrosa situación en la que estamos.