Por Fabián Mié (*)
Por Fabián Mié (*)
El Presupuesto Nacional votado y sancionado hacia el final del año pasado incluye importantes restricciones en las partidas destinadas al Ministerio de Ciencia y Tecnología (MinCyT) y al Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet). Quizá más importante que los puros números es el hecho menos conocido de un rediseño significativo tanto en la modalidad de financiamiento de las investigaciones en general como también de cuáles serán a partir de ahora las líneas de investigación que se privilegiarán en el concurso vigente para ingresar a la Carrera del Investigador Científico (CIC) en el Conicet.
Reconocidos integrantes del sistema científico argentino han alertado y explicado con números y diagramas muy elocuentes los efectos negativos que estos recortes y rediseños traerán aparejados para la ciencia argentina. Se trata de información que contrasta fuertemente con las valoraciones realizadas por las autoridades ministeriales.
El procedimiento inconsulto y repentino, sumado a la ausencia de un diagnóstico claro y fundado, diagnóstico en el cual tendrían necesariamente que participar numerosos especialistas en la planificación y el financiamiento científico, vienen siendo las características con las que el MinCyT y el Conicet abordan estos temas de interés público.
Estoy convencido de que toda esta discusión debería ser mucho más accesible a todos los ciudadanos. Para empezar, la ciudadanía argentina, en su inmensa mayoría, no está bien informada acerca de qué hace concretamente un investigador del Conicet; tampoco se conoce suficientemente qué papel cumple en la producción de la ciencia y en la educación superior en la Argentina. Es difícil pensar que una omisión de tamaña envergadura ocurre por mera desatención de los ciudadanos. Supongo, en cambio, que omitir deliberadamente la discusión debida es una configuración del poder. Y si realmente ocurre que los argentinos no discutimos sobre esto, pues eso expresa también nuestro nivel de reflexión acerca de nosotros mismos como sociedad civil.
Es un hecho que recortes y rediseños como los promovidos en ciencia y técnica por la actual gestión de gobierno nacional impactan no sólo en la labor más específica de laboratorios y centros de investigación, sino también en la calidad de la educación universitaria y, más ampliamente, en la vida cultural de todos los ciudadanos. Como investigador y profesor en la Universidad Nacional del Litoral quisiera dirigirme a la ciudadanía santafesina invitándola a que consideremos por un momento algunos aspectos de ese impacto.
El Conicet
El sistema científico argentino cuenta con una única herramienta para asegurar la formación de investigadores, quienes regularmente se integran como docentes en las universidades y se desempeñan en otros organismos, como el Inta, la Conae, etc. Esa herramienta es el Conicet, un organismo que actualmente depende del MinCyT, la cartera ministerial que fuera creada en el año 2008. A través de becas individuales y de subsidios a proyectos grupales, el Conicet tiene a su cargo la formación de recursos humanos a nivel del doctorado y del postdoctorado. Pero lo que destaca al Conicet en el contexto mundial es la CIC, que permite a individuos desarrollar a tiempo completo sus proyectos de investigación tanto en ciencia básica como aplicada y en transferencia de tecnología. El Conicet también incluye una Carrera para Personal de Apoyo que colabora con la tarea de los investigadores.
Las principales políticas en Ciencia y Tecnología aplicadas por el Conicet en los últimos 10 años aproximadamente estuvieron dirigidas a alcanzar esos distintos objetivos. En particular, se elaboró y aplicó el inédito Plan Argentina Innovadora 2020, que, entre otras metas, apuntaba a ampliar el número de investigadores en relación con la cantidad de habitantes del país.
El funcionamiento exitoso de este sistema integrado entre el Conicet y las universidades y organismos de investigación y producción requiere la incorporación regular de investigadores jóvenes, quienes, aparte de renovar etariamente el sistema, son impulsores principales de la innovación de ideas, de la elaboración de teorías y de enfoques alternativos, así como colaboradores indispensables en la planificación y desarrollo de proyectos científicos. Integrados a la tarea docente en la universidad, los investigadores jóvenes dinamizan el dictado de clases y son quizá quienes más contribuyen a uno de los desafíos principales que acertadamente se ha puesto la Universidad Nacional del Litoral: la internacionalización.
La disminución en el número de investigadores que ingresan a la Carrera del Conicet en 2016 y en el marco de la convocatoria en curso 2017 conlleva una interrupción drástica de estos objetivos y, a mediano plazo, pone en riesgo todo el sistema científico. Por este camino, disminuirá el número de las patentes y la calidad de las publicaciones y producciones científicas y culturales de nuestros investigadores; la enseñanza impartida en las universidades será inevitablemente de segundo rango, no provendrá de un actor productivo e innovador, sino, en el mejor de los casos, de un buen informante y repetidor. En un contexto así, es impensable que investigadores argentinos jóvenes, que realizan su especialización en el exterior, decidan regresar a trabajar en su propio país.
La preocupación que toda esta situación genera en quien investiga y enseña en la UNL va más allá de la posibilidad de seguir adelante con sus propios proyectos, precisamente porque de qué manera y con cuántos fondos se financie la ciencia y la educación universitaria delinean, sin duda, un determinado modelo de país y ciudadanía.
(*) Investigador independiente del Conicet. Prof. Asociado de Filosofía Antigua (UNL)