Durante las vacaciones, un sobrino me preguntó: “Tío, ¿qué hace un diplomático?, ¿qué hace una embajada?”. Estimé que la pregunta podía mostrar un desconocimiento más amplio que la mera curiosidad de un adolescente. Podría hacerse esa lectura a partir de los nombramientos de personas sin formación adecuada para cargos diplomáticos.
La Diplomacia se ocupa de las relaciones internacionales, en donde hay actores que son Estados y otros que no lo son. Actores no estatales son las corporaciones, los organismos internacionales, grupos terroristas. A veces son entidades (ONG's) que están en la jurisdicción de un Estado, pero por razones de interdependencia pueden actuar en jurisdicciones de otros Estados.
Estos actores no interactúan en el aire, sino sobre cuestiones concretas de variada naturaleza. La intensidad de una relación está en función del número de intereses o cuestiones en juego. Lo primero que marca la intensidad es la proximidad; cuanto más cerca, mayor número de cuestiones vinculan a los actores: fronteras, migraciones, seguridad social, comercio, energía, salud pública, turismo, comunicaciones, etc. De allí, la importancia de las relaciones entre vecinos. Países sin cuestiones en común, reducen el vínculo a la etiqueta de los buenos modales, encuentros casuales y, a lo sumo, la negociación de una candidatura a las Naciones Unidas.
En un mundo globalizado, las cuestiones sobre las que los actores interactúan no son temas exclusivos de lo “exterior”, porque los temas sobre los que uno trata de encontrar y desarrollar intereses son cuestiones de política interna directamente relacionadas con el bienestar de la sociedad, temas que se resuelven en cooperación con otros países. ¿O acaso la salud, la energía, las telecomunicaciones, el comercio, la industria, la producción, el terrorismo, el desarrollo, la propiedad intelectual, la tecnología, la ciberseguridad, la defensa, las finanzas, la agricultura, pueden resolverse sólo por la autoridad de aplicación definida por la Ley de Ministerios? Con Internet esto es todavía más cierto. Tanto el decreto migratorio como la detención de Milagro Sala tuvieron impacto en las relaciones internacionales de la Argentina y son cuestiones de política interna.
El Ministerio de Relaciones Exteriores es la institución que coordina y articula el proceso decisorio de lo externo con lo interno. Lo hace junto a la autoridad de aplicación. Esto tiene varios beneficios, el primero es contable: tiene el debe y el haber de la relación con cada actor. El segundo tiene que ver con su estabilidad institucional, la Cancillería está dotada para contener la memoria internacional que permite la continuidad de las políticas acordadas. El tercero genera responsabilidad, en su tarea de coordinar, registra lo acordado por cada área de competencia, todo queda por escrito y no permite la opacidad. La llamada “diplomacia paralela”, por fuera de los canales diplomáticos coordinados por la Cancillería, atomizó la política exterior, borró la memoria institucional, empobreció el proceso decisorio y generó una enorme oportunidad de corrupción en donde cada uno negociaba lo que quería sin conocimiento ni registro de nadie.
El diplomático desempeña su tarea durante un período en el país -en el Ministerio de Relaciones Exteriores-, y un período en el exterior, en una embajada o consulado. En el Consulado, realiza tareas de Escribano Público, actúa por delegación del Registro Nacional de las Personas, de la Dirección de Migraciones y a veces del Ministerio de Educación. Da asistencia a los residentes argentinos y ocasionales viajeros en todas esas funciones. Su tarea se rige por el Reglamento Consular, la normativa internacional y la Convención de Viena sobre Relaciones Consulares.
En una embajada, el diplomático representa al país ante el gobierno extranjero acreditado y hace tareas de promoción basadas en inteligencia política, económica y comercial. Las embajadas son, por esencia, el natural proveedor de Inteligencia exterior. La información se analiza por las áreas respectivas del Ministerio de Relaciones Exteriores y se comparte con otros ministerios que tengan competencia en los temas informados. Cuando las autoridades nacionales se reúnen con pares de otros países, tienen la información completa sobre las personas que habrán de intervenir y la agenda con los temas de diálogo y negociación. La inteligencia económica y comercial de analiza y se comparte tanto con otros ministerios y con el sector privado, ya que la información puede contener importantes señales de mercado.
Un diplomático debe ser versado en todas las cuestiones que hacen a la vida de la Nación: salud, educación, comercio, ambiente, tecnología, energía, transporte, telecomunicaciones, seguridad, industria, artes plásticas, letras, filosofía, ciberseguridad, religión. Debe conocer sobre culturas extranjeras y aprender a mirar la realidad a través de cristales ajenos. Sus percepciones deben estar corregidas por la cultura de cada interlocutor. Es obvio que esto no se aprende en un día, por ello la diplomacia valora la experiencia.
Sin una política interna que la sustente, la diplomacia es puro voluntarismo; sin una agenda precisa de política exterior que marque el rumbo, es poco lo que la diplomacia puede hacer. La diplomacia es una herramienta, cuyo desempeño depende de la calidad del que la maneja, y mejora o se deteriora con la calidad del liderazgo.
La Cancillería debe recuperar el papel de coordinar las vinculaciones de las políticas internas con sus relaciones internacionales. Entendido que no compite con el organismo de responsabilidad primaria sino que lo complementa, da transparencia, genera responsabilidad, mejora las probabilidades de cumplimiento, le da sentido unificado a los intereses de la Nación. Funciona como una correa de transmisión entre lo que pasa adentro y pasa afuera en un movimiento que se realimenta en forma virtuosa.
(*) Diplomático de carrera, abogado (UNL), Máster en Administración Pública (Harvard).