Emerio Agretti
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En medio del fragor de los cruces dentro del Frente Progresista, el histórico dirigente radical Luis “Changui” Cáceres ofrece su postulación como una alternativa para quienes no aceptan la imposición de candidatos preestablecidos y defiende las internas como el momento para que la ciudadanía opte por la mejor propuesta de cada fuerza. Integrado a la coalición que en su momento enfrentó en las urnas desde la conducción de la UCR, espera completar la fórmula con “alguien del sur, si es mujer mejor” -y si es socialista, mejor aún- y, a falta de recursos económicos, le pone el cuerpo a la campaña, con una gira que esta semana realiza por los departamentos del norte. Mientras tanto, reclama la pronta reglamentación del sistema de boleta única y prepara el lanzamiento de un sitio web que recogerá su larga historia de militancia y servirá como conducto y vidriera para la recaudación de fondos.
—Ahora que forma parte del Frente Progresista ¿como interpreta la existencia de cinco precandidatos a la gobernación (contando, en orden alfabético, a Barletta, Bonfatti, él mismo, Comi y Giustiniani)?
—Yo tengo una forma de ver este proceso que por ahí no condice con la visión de otros. Creo que la existencia de cinco precandidatos en esta instancia es algo bueno, si yo parto de la base de que somos serios, que constituimos un frente sobre la base de un objetivo común y que podemos transitar un camino para lograrlo. A partir de ahí, el que lleve la bandera como candidato en función del interés común debería ser el que mayor cantidad de votos pueda concitar.
—Algunos insisten con el consenso.
—Las listas se hacen por consenso o por internas, siguiendo lo que establece la ley y sin dramatismos. Hay cosas de otras precandidaturas que ratifican mi voluntad de presentarme, que tienen que ver con prácticas que no comparto y que dibujan perfiles políticos. Si realmente con seriedad hemos constituido un frente, nadie tiene derecho a mirarse el ombligo y decir que solamente Fulano o Mengano puede ser el candidato. De la misma manera, tampoco puedo admitir que se defina como el precandidato de un partido a Fulano y el precandidato de otro partido a Mengano por la decisión de algunos, que lo pueden haber conversado en su baño frente al espejo.
—¿Entonces usted es candidato por una cuestión principista, de que sea la gente la que se pronuncie? ¿O es porque considera que algún sector no está representado?
—Esto un principio respondió a un pedido de amigos, pero hoy ya no es esa la causa principal. La causa principal es la convicción de que estoy obligado a serlo, por lo que decía recién. Tengo la obligación de dar un alternativa que le devuelva la alegría a un grupo de votantes de poder sufragar con una lista donde se sienta representado. Y solamente el día del sufragio se podrá saber si fuimos un justo simbolismo de 2000 votantes o una lucha que se inicia con 200 mil votantes o una lista que se levanta 2 millones de votantes.
Hay otro elemento también que, después de medio siglo de militancia, es un desafío enorme: tratar de ver si se puede levantar una propuesta política desde la convicción más pura de lo que se debe hacer, sin los recursos económicos que a veces te da la genuflexión frente al poder. Acordar con el poder da recursos, pero también limita con compromisos. Y utilizar recursos del Estado nacional, de los Estados provinciales y/o municipales tampoco tiene que ver con lo que uno entiende son las buenas prácticas.
Locomotora
—¿Cuáles son los ejes de campaña?
—Las mismas banderas que levanto desde hace medio siglo. Una es que la política está en medio de todo, y que para tener democracias fuertes debemos tener partidos fuertes, que deben ser herramientas de transformación que le sirvan a la gente. Otra es el rol fundamental del Estado, al que he visto limar y licuar desde distintos sectores durante todo este tiempo, pero que hoy recupera su papel frente al desafío de la inseguridad, la educación, la salud, el desarrollo armónico. A esto se le suma la construcción del diálogo, de la búsqueda de consensos y de la aspiración de que todos juntos debemos salir de las situaciones difíciles. Todos juntos debemos poner la locomotora del país o de las provincias sobre las vías. Después podemos discutir cómo sigue, pero cuando entre todos hayamos garantizado que el tren esté en marcha.