Cristina y Fidel. La presidente argentina aparece feliz durante su encuentro con el anciano líder cubano. Afuera reina el orden revolucionario, sin voces molestas en reclamo de derechos conculcados. FOTO:DYN
Por Rogelio Alaniz
Cristina y Fidel. La presidente argentina aparece feliz durante su encuentro con el anciano líder cubano. Afuera reina el orden revolucionario, sin voces molestas en reclamo de derechos conculcados. FOTO:DYN
por Rogelio Alaniz [email protected]
Los mandatarios que en estos días lleguen a La Habana descubrirán una ciudad ordenada, limpia, sin mendigos, proxenetas ni lúmpenes avergonzando la vía pública con su desagradable presencia. Tampoco se observarán pintadas políticas opositoras en las paredes y, mucho menos, opositores manifestando en la vía pública. Quienes viajen en auto lo harán con la tranquilidad de saber que ningún piquete interrumpirá su recorrido. Y los que se alojen en los lujosos hoteles habilitados por la revolución dispondrán de la comodidad de saber que nunca jamás una huelga o algo parecido perturbará su estadía. Una maravilla. Una maravilla de la dictadura revolucionaria que si de algo sabe es de orden y disciplina. Una maravilla el empeño en los últimos días de los funcionarios cubanos para garantizar que el paisaje esté a la altura de los solemnes objetivos revolucionarios. Según Yoani Sánchez, la bloguera instalada como un forúnculo en la isla de la felicidad, funcionarios de la policía política, alcahuetes debidamente instruidos, matones y provocadores a sueldo, esbirros de cachiporra pesada y pistolas de gatillo fácil, se encargaron de visitar las casas de los opositores para advertirles con sus encantadores modales y su aleccionadora pedagogía, que si apreciaban su libertad y su salud lo mejor que podían hacer era no dejarse ver por la calle. Mientras la policía política realizaba esta civilizadora faena, la policía de todos los días se ocupaba en trasladar mendigos, rufianes, prostitutas, pungas y lúmpenes de todo pelaje a lugares más discretos y ocultos. ¿Como hacía el general Bussi en Tucumán? Exactamente, como hacía Bussi en Tucumán. Con una diferencia. Bussi, por lo menos, tenía la delicadeza de no justificar sus trapisondas en nombre del hombre nuevo y la felicidad de los pueblos. Nuestra Señora se adelantó tres días a la reunión. ¡Cómo perderse ese paraíso de orden, limpieza y autoridad! ¡Cómo no envidiar a los Castro! Allí los opositores no fastidian, los diarios no hablan y los partidos políticos no existen. ¡Así da gusto gobernar!, habrá pensado nuestra señora, mientras se acicalaba con algunos de sus modestos y austeros vestuarios para lucir jubilosa en la entrevista con el señor Fidel Castro. La señora está alojada en uno de los hoteles emblemáticos de La Habana -dicho sea de paso, uno de los más caros en una ciudad donde la hotelería es cara- y disfruta de garantías y privilegios que la inmensa mayoría de los cubanos no tienen. En su estadía en La Habana, la señora dispone de un cordón de seguridad -que es lo que mejor saben hacer los Castro- dispuesto por el régimen cubano para que no la moleste nadie ni, mucho menos, los periodistas ¡Qué felicidad! Como corresponde a su estilo, en la gira la acompaña su hija Florencia, la misma que le entregó los atributos del mando en 2011, sin otro mérito que su condición de hija en un país que dice ser republicano. La niña Florencia también estuvo presente en la entrevista con Fidel Castro. ¡Está fascinada con Fidel! escribió “fascinada” su madre, que así como no puede disimular sus odios, tampoco lo puede hacer con sus amores. La misma fuente menciona que con lágrimas en los ojos Ella y Fidel hablaron de Chávez. Dos demócratas hablando de un tercer demócrata. Treinta y dos jefes de Estado estarán presentes en esta segunda reunión de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac). También estarán presentes el titular de la OEA, José Miguel Insulza -el mismo que alguna vez Chávez, con su habitual delicadeza, trató de “insulso”, en uno de sus maratónicos programas televisivos- y el actual titular de Naciones Unidas, Ban Ki-moon. La Celac se constituyó en 2010 a impulsos del entusiasmo chavista. Su objetivo fue competir con la OEA, cuando algunas de sus declaraciones en materia de derechos humanos y garantías políticas habían enfurecido al sedicente líder bolivariano. De la convocatoria, quedaron excluidos los Estados Unidos y Canadá. Esa exclusión autoriza a los propagandistas de la Celac a decir que se trata de una espléndida iniciativa antiimperialista. Lo novedoso en este caso no es que Cuba, Venezuela o el canciller Timerman estén entusiasmados con su criatura; lo novedoso es que países de América Latina adhirieron a ella y califiquen a esta cumbre como un portentoso esfuerzo democrático y republicano. A decir verdad, un argumento pragmático justifica este comportamiento: la mayoría de las burguesías nacionales que gobiernan en América latina aprendió que siempre conviene mantener alguna distancia con el imperio. Así se explica que en los años sesenta el PRI mexicano haya sido uno de los soportes diplomáticos del régimen cubano. ¿Son comunistas los dinosaurios del PRI? Sólo un desopilante sentido del humor podría habilitar esta calificación. No, no son comunistas, son gobernantes que necesitan -aunque más no sea simbólicamente- dar señales de autonomía política, señales que intentan disimular el entrecruzamiento de intereses económicos trasnacionales con EE.UU. En el mundo de la diplomacia, la hipocresía y el cinismo se suelen dar la mano. Lo que se escribe no siempre es la verdad; lo que se dice a veces es exactamente lo contrario de lo que se piensa o se cree. Ocurre que para muchos de los astutos diplomáticos latinoamericanos, la Celac es más inofensiva que Caperucita Roja y, por lo tanto, no hay que tomarse en serio algunos detalles desagradables y algunas declaraciones elogiosas, porque lo que interesa es el gesto y la necesidad de ocupar espacios de poder. La Celac se constituyó en sintonía con los principios de la Carta Democrática Interamericana, cuyos principios básicos en materia política son los siguientes: vigencia del Estado de derecho, elecciones libres, división de poderes y libertades civiles y políticas. Ni Chávez, ni sus amigos chavistas en el continente creen en esos valores. A los Castro, sencillamente les repugnan. Sin embargo, eso es lo que está escrito. Y como para que nadie vacile acerca de la credibilidad de esta diplomacia, la reunión cumbre se celebra en Cuba con los Castro como anfitriones. Eso y designar a Hitler presidente honorario de un congreso antisemita es más o menos lo mismo. Pero, ¿acaso Cuba es una dictadura? Que cada uno piense lo que mejor le parezca. Yo, por mi parte, seguiré creyendo que un régimen cuyos titulares están en el poder desde hace casi sesenta años, donde no hay partidos políticos ni elecciones, los opositores están en el exilio, la cárcel o bajo tierra, es sencillamente una dictadura, cuyo régimen de dominación nada tiene que envidiarle a Stroessner, Somoza o Trujillo. O, para irnos mas lejos, al régimen criminal y genocida de Corea del Norte. Si alguna duda cabe al respecto, las recientes razzias contra la oposición o la prohibición de manifestarse contra la dictadura, debieron haberlos convencido. Nada de ello ocurrió ni ocurrirá. Los mandatarios latinoamericanos saben muy bien cómo son las cosas, pero por dudosas razones diplomáticas harán silencio y mirarán para otro lado. El silencio incluirá no recibir a los dirigentes opositores. La conclusión es clara: para las Madres de Blanco ni un vaso de agua. Y esto lo deciden dirigentes que si vivieran en Cuba hace rato que estarían presos o algo peor, empezando por nuestra señora, tan amiga de las inversiones inmobiliarias, las cuentas corrientes abultadas e injustificadas y los vestuarios multimillonarios. ¿Cuál es el argumento de la complicidad y el silencio? Respetar la autodeterminación nacional. Autodeterminación para un pueblo que desde hace medio siglo carece de la libertad de determinar sus propias autoridades. No deja de ser un monumento al cinismo que se invoque el principio de la autodeterminación para favorecer a un régimen que en los años sesenta y setenta infestó de guerrillas a América Latina y que nunca honró sus deudas, verdad que los argentinos aprendimos en carne propia.
Es un monumento al cinismo que se invoque el principio de la autodeterminación para favorecer a un régimen que en los ‘60 y los ‘70 infestó de guerrillas a América Latina y que nunca honró sus deudas.