Por Prof. Daniel Silber
Aniversario del Levantamiento del Gueto de Varsovia
Por Prof. Daniel Silber
Era Peisaj de 1943. Era abril, y la primavera había llegado, pero los fríos aún no se habían ido del todo de esa Varsovia ocupada por hitlerianos. En los restos del Ghetto (castellanizado: gueto), los judíos sobrevivientes –a sabiendas que los nazis organizaban una de las últimas "aktions" para deportarlos a los hornos de Treblinka- aquel 19 era Peisaj, la Pascua judía. Entonces recordaban los milagros del Éxodo en Egipto y hablaban sobre el levantamiento pronto a comenzar. Honraban a los heroicos actos de los jóvenes luchadores que pronto combatirían con los que tenían en las calles Mila, Lechno, Nalewki, Muranow, Nowolipi, Dzika, Zamenhoff, en la fábrica de cepillos de Toebens y los talleres, en las alcantarillas, escaleras, barricadas, altillos y refugios.
En los techos, esa muchachada seguía cada movimiento del enemigo con ojos alerta. Niuta Teitelbaum iba de aquí para allá; otros –en un desván o en un sótano- recordaban las enseñanzas del viejo brigadista internacionalista Josef Lewartowski. Más lejos, Mordejai Anielevich (Mordechai Anielewicz), junto a Ilyá Fondaminsky y Marek Edelman ultimaban los planes de ataque/defensa. En total, los combatientes eran unos pocos cientos de chicas y muchachos mal pertrechados, pero armados de una convicción y un valor sin igual. Los animaba el impaciente canto de la justicia, la dignidad y la libertad. No importaba su filiación política: eran sionistas de izquierda de diversas organizaciones, bundistas, comunistas, independientes… eran combatientes.
Mientras tanto, en el resto del Ghetto, las juderías se reunían alrededor de una magra mesa con matze conseguido vaya a saber cómo y dónde (hierbas amargas no había, porque ya era bastante la pena reinante) para recordar que Peisaj era un símbolo de su propia lucha por decencia, orgullo y esperanza; en su imaginación, toda la población del Ghetto –familias, ancianos, jóvenes- se reunió con el corazón y la conciencia en aquella empresa de liberación de sus mayores. Sabían que estaban destinados a la destrucción, pero en ese umbral luchaban por la redención, cantando, llorando y peleando con las armas en la mano.
Allí, entre el humo pestilente y el acre olor de la pólvora, entre el fuego de las armas y el detonar de las bombas, los combatientes del Ghetto lanzaron a la humanidad su eterna consigna de "POR NUESTRA Y VUESTRA LIBERTAD… AQUÍ ESTAMOS": proclama urgente, enérgica arenga casi religiosa que no solo resuena en nosotros como episodio glorioso, sino que tiene vigencia sin par. El Levantamiento del Ghetto de Varsovia siempre será recordado como una de las máximas expresiones de resistencia en la Segunda Guerra Mundial. La insurrección fue una acción vivificante de movimientos clandestinos y partisanos en toda la Europa ocupada por los nazis.
Éticamente esa última celebración de Peisaj que tuvo lugar esa noche mientas las calles ardían, puede seguir inspirando a generaciones de seres humanos que niegan el darse por vencidos incluso en los momentos más difíciles. En esas terribles circunstancias de una vida a oscuras durante años dentro de los paredones alambrados, tanto celebrar Peisaj como combatir desde los techos era resistir al intento nazi de exterminar a los judíos, poniendo fin a más de dos mil años de historia europea. En ese instante los sobrevivientes recibieron el mandato de NO OLVIDAR–NO PERDONAR y perpetuar la MEMORIA DE LA RESISTENCIA para que NUNCA MÁS se perpetren las atrocidades del nazismo.
Aun hoy, en un pequeño puñado de tierra –sea en Varsovia, Auschwitz, Babi Yar, Vilna, Drancy, en miles de sitios- es posible encontrar, junto a las balas criminales de los nazis, pertenencias de las víctimas asesinadas a lo largo de toda Europa, especialmente de Europa oriental. Puede ser una pulsera, un juguete, hojas de un libro, una estrella de David, un manto religioso u otro elemento sagrado. Allí, en esa cotidianeidad. está un pueblo masacrado por el odio, la intolerancia. No se podrán construir sociedades verdaderamente modernas sobre las fosas comunes de los judíos aniquilados durante la catástrofe (Jurbn, en idish; Shoá en hebreo) ni de nadie.
Como los valores se trasmiten y son puentes de generación en generación nosotros nos hacemos cargo de ese legado. "No olvidar" implica no ser indiferentes a lo que sucede en el mundo; ser sensible ente el dolor de cualquier ser humano oprimido, ultrajado, violentado, denunciando las infamias y reclamando justicia. "No perdonar", significa hacer que los responsables de esas injusticias sean juzgados –cosa que las víctimas no tuvieron esa oportunidad- y condenados para que los paradigmas malignos no se propaguen en el mundo.
Pareciera que la Humanidad no quiere aprender la lección de aquellos trágicos hechos. Con angustia y dolor vemos que las sociedades asimilan y naturalizan un continuo crecimiento de fundamentalismos, fanatismos, discriminaciones varias, entre ellas, del antisemitismo. En distintos lugares del planeta, las concepciones neonazis y neofascistas –enmascaradas detrás de propuestas adecentadas, "modernas" y "de cambio"- crecen en el marco de crisis políticas, ideológicas y económicas que sufren algunos Estados. Se utilizan los prejuicios, resentimientos, desprecios, el racismo, la xenofobia para culpar a "los otros" de esas situaciones, cosa por demás peligrosa. En lugar de fomentar la solidaridad, cooperación y amistad entre los pueblos, la convivencia, lo sustituyen desparramando odio, revanchismo, belicismo.
No habrá civilización ni cultura posibles, ni sociedades frescas e innovadoras que satisfagan todas las necesidades éticas, espirituales y materiales de sus poblaciones si crecen sobre los genocidios pasados –la esclavitud africana, la conquista americana, judíos, gitanos, armenios- ni sobre los más o menos actuales de Ruanda, Darfur, Gaza, Siria, centro de África o promoviendo formas infinitas de neocolonialismo. En pleno siglo XXI, cuando el chantaje nuclear deja de serlo para convertirse en algo más que una amenaza, está claro que estamos en peligro. Solo la paz es revolucionaria, pero no la paz de los cementerios ni la paz impuesta "manu militari". Es la paz democrática, de los distintos pero iguales.
En 2024 la casualidad -el calendario- hace que coincidan nuevamente ambas fechas. Recordamos y honramos –celebrando Peisaj (la Pascua judía, la Fiesta de la Libertad) y veneramos a los combatientes del Ghetto- la lucha por la verdadera libertad, por la justicia, por la emancipación de la humanidad de toda discriminación. La lección del Levantamiento del Ghetto de Varsovia es imperecedera. Pertenece a las grandes proezas del género humano. La batalla por la paz, por la democracia, por la cultura, por el medio ambiente, contra el autoritarismo es la batalla por la vida. Vivimos tiempos violentos y sombríos, casi como un retorno a épocas funestas ya vividas. La unidad antifascista puede salvar a la humanidad.
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