Jueves 31.12.2020
/Última actualización 16:14
Como en la película, "El día después de mañana", un fenómeno (en ese caso de ficción, un cambio climático; en la realidad, este virus) cambiaría el curso del mundo. A finales de 2019, después de perder la insólita Final Única de la Copa Sudamericana, los varios miles de hinchas sabaleros se preguntaban lo mismo: ¿cómo sería "El día después de mañana"?. Es decir, cómo salir a jugar después del partido más importante de la historia en La Olla. Se pensaba, claro está, que el 2020 tendría todas las respuestas. Y si algo no tuvo este maldito año fueron, justamente, respuestas.
Si enero es caliente en Santa Fe, imaginen hace un año con Colón teniendo que volver a usar algo que varias generaciones nunca conocieron: la calculadora. El pésimo porcentaje de Pablo Lavallén en el campeonato local, un concierto de desaciertos y el porrazo de Diego Mario Francisco Osella generaron la sensación de que "a la fiestita de la Copa" había que pagarla mucho más caro de lo que todos suponían.
Mientras los dedos acusadores señalaban desde las tribunas a los jugadores por ese fatal partido con Aldosivi de Mar de Plata en Santa Fe, Pablo Lavallén se iba por una ventana y en silencio. Justo él, que pudo entrar y quedar para siempre en el portón más grande de la historia del club. Había que reaccionar rápido y la llegada en modo retorno de Diego Osella no alcanzaba para apagar el incendio. Se mezclaba todo: la bronca por perder la Copa y el lío del promedio.
Hábil, rápido y conocedor del cambio de humor de los hinchas sabaleros, el presidente José Néstor Vignatti dio la orden de acelerar las gestiones para fichar a Brian Fernández. El "38" cumplió su sueño, se sacó la foto y llegó a Colón. Así, el tipo que cambió el curso de la historia de Colón, cambiaba el tema de agenda en los medios: de golpe, no se hablaba más de la final perdida y los supuestos premios no arreglados; se hablaba de Brian y su sueño en Colón.
A la vuelta de la esquina quedó en claro que el promedio no iba a mejorar en los medios de comunicación ni en las redes sociales. Entonces, como nunca en los últimos tiempos de la "Administración Vignatti", el miedo del promedio dejó ser una amenaza para transformarse en algo real. En ese revoleo, además de Brian, llegaron jugadores interesantes (Bruno Bianchi y Rafael Delgado), se dieron dos manotazos de ahogado (Lucas Viatri y Rafael García) y algo directamente inadmisible como Agustín Doffo. Al mejor Vignatti, el de los mejores tiempos, un jugador como Doffo no hubiera pasado ni siquiera cerca de sus campos. Pero Francisco Ferraro lo "vendió" como la reencarnación mixta de "la Chiva" y "Poroto" para ficharlo. El final de la novela estaba cantado: Viatri, García y Doffo nunca fueron soluciones; pasaron de ser problemas para los entrenadores y empezaron a ser problemas para los abogados (tres juicios millonarios en marcha).
Como siempre pasa en Colón, todo empieza y termina en José. Entonces, se hizo carne una de las famosas frases patentadas en el fútbol de Santa Fe desde esa aparición en el año '92 de la mano del querido José García (le hice la primera nota a Vignatti: "Tengo la plata para salvar la quiebra de Colón"): "El Gringo es un tipo de suerte".
Ese toque mágico de la fortuna (los memes hablan que lo salvó el Coronavirus, al suspenderse los descensos), una vez más a favor de Vignatti, se llamó Eduardo Domínguez. Antes y durante la pandemia, el "Barba" trajo tranquilidad y paz en un lugar donde había terremotos, maremotos y tsunamis todos los días.
Antes de la pandemia, esa goleada en Arroyito para lo que fue la vuelta de Domínguez a casa: lo sacó al equipo de los puestos de descenso. Durante la pandemia, el "Barba" entendió todo: se quedó sin nueve contratos profesionales (Galván libre, Fritzler con conflicto y varios más), promovió un lote de 12 juveniles, casi no trajo refuerzos (sólo dos: Piovi y Góez; ninguno) y recuperó a jugadores titulares que parecían "vencidos". Así, teniendo mucho menos, Colón fue más. Mucho más. Los mismos que antes se arrastraban, ahora corren sin parar.
A mediados de enero de 2021 (si bien está el compromiso de la Copa Argentina en el medio), cuando terminen los compromisos por esta llamada Copa Diego Armando Maradona, llegará el momento de poner con el "Barba"... justamente... las barbas en remojo. Porque Eduardo Domínguez, con mucho menos de lo que había antes, acomodó el cuadro. Y, de paso, ayudó a "humanizar" las finanzas en pandemia, por esto de que se fueron muchos y no vino casi nadie.
Así se va este olvidable 2020 para los sabaleros, donde Colón llegaba de perder el gran sueño deportivo (la Final Única de la Copa Sudamericana) y se chocaba con la realidad de la peor pesadilla de los últimos años: el promedio y los descensos. De casi todo a la nada misma. De La Olla hirviendo a presión por esas 40.000 almas a desempolvar la calculadora... esa que la última vez que se usó por el lado del Barrio Centenario dirigía Castrilli, jugaba el "Pampa" Gambier y un tal Roberto "Totó" García infartaba a medio estadio esa tarde contra Belgrano de Córdoba (entiendo que los pibes nuevos de las redes sociales no entienden nada de esto que escribo).
Así se va este año perdido para todos en el mundo. Colón pasó del sueño de la Copa Sudamericana en Paraguay a la pesadilla del promedio en la Argentina. Los memes dirán "A Colón lo salvó el Coronavirus, porque se suspendieron los descensos". La frase hecha, desde 1992 para acá, repetirá lo mismo: "Vignatti es un tipo de suerte". Lo más justo sería reconocer que si alguien "salvó" a Colón de algo en este último tiempo, ése fue Eduardo Domínguez.