Toda la noche "cabeceando" (ejemplo: Alexis para el 1 a 0) y nada. Ni con rock, ni con nacionales viejos, nada con la cumbia de Los Palmeras y mucho menos con los "lentos" del final donde todos sueñan. Nada de nada. Colón no podía bailar con nadie...todo lo contrario: ¡lo bailó el cansado Talleres casi toda la noche en el Cementerio de los Elefantes!. Hasta que Marcelo Sacco (imposible un Dj más "raza") empieza a prender las luces y pone "New York...New York" de Frank Sinatra. Es el final, no hay tiempo para más, se termina la noche, la fiesta, se rompe la noche en la ciudad de Garay.
Pero, claro, en idioma cordobés ya que estamos, Colón es "ése vago atorrante que nunca tuvo un cospel" (N. de R.: pobre los pibes que leen y deben googlear la palabrita "cospel"). A propósito, pase lo que pase, "hay que lustrar los "pepés" (leáse timbos, zapatos, mocasines, etc.) porque algún lado nos vamos. De paso, gracias Rodrigo.
Entonces, la noche se estaba por romper para peor. Es que siempre Talleres estaba más cerca el 2-1 o hasta 3-1 que Colón de dar un batacazo..."a lo Colón". Todo parecía indicar que esta vez el poder del "Barba" y de la barba no alcanzan. Como cuando le cortaron el pelo a Sansón. Como cuando armaron la historia de la Kryptonita de Superman.
Hasta que ocurre el milagro, después de la roja de Eric Meza: Talleres también se queda con diez, siente el cansancio, ya no ataca como antes y el pitazo final de Mastrángelo se acerca. Le piden cambios a Domínguez desde Ushuaia a La Quiaca, pero el "Barba" no escucha. "Está raro Eduardo con los cambios", le dice Vignatti a otro dirigente en el entretiempo. Al final, ser "raro" garpa bien: casi el 68 por ciento de los puntos desde que volvió en pandemia, escapando al descenso y a 90 minutos de jugar una final. Esta vez, a diferencia de La Olla, con un DT en serio en el banco.
El final es abierto, para cualquiera. Hasta que llega la timba de los penales. Plata o mierda. El prohombre y el villano, se dan la mano. Y con la resaca a cuestas, vuelve el pobre a su pobreza, vuelve el rico a su riqueza y el señor cura a sus misas.
Entonces llega la zona de infarto, ACV y similares. Pero, claro, una vez más, "Gloria a Dios Burián en las alturas". Una vez más, otra vez. Como con Mineiro, en la anterior semifinal por la Sudamericana.
Entonces, cuando no hay más tiempo, el más pobre del barrio que se va solito de la fiesta, le pide al DJ "una más y no jodemos más". Para irse solo pero feliz. No le pide "Redonditos", ni Fito, ni Charly. Mucho menos los Rolling Stones, Beatlesni U2.
Le pide "Los Palmeras". Y cuando suena "No hace falta que les digan que soy raza, por mi piel escapa el alma sabalera...Sangre y luto el color de mi bandera...Y a los Negros yo los llevo aquí en mi alma. Es el Negro un sentimiento que se lleva de verdad…Y que late al compás del corazón. Si ganara yo al infierno por ser negro y nada más, moriré llevando negro el corazón".
Entonces, cuando todo parece escrito, al que lo bailaron toda la noche y nunca pudo bailar, le da un beso a la más linda de la fiesta. Se llama PELOTA, es hermosa, la flor más bella. La chica de rojo. Ella es de la tierra, de mujeres divinas, ella es argentina...como ella no hay. La acaricia Burián con los guantes, la besa Pulga con el pie, camino a la red. Ese beso, post La Olla, cura viejos pecados bajo la lluvia sudamericana de Asunción.
Entonces, Colón, el más pobre de Santa Fe que se quedaba sin nada, saca el Quini 6, mete el batacazo y se lleva lo más lindo de la noche. Se hace el mejor regalo de cumple, diez días después.
A ese "Negrito" humilde que bailaron sin darle bolilla toda la noche, le toca el mejor de los besos en el final. Con la más linda de la ciudad. Entonces, con ese "Aeeea" sonando de fondo, todo es posible. Se sufre en ambos lados de las clases sociales: unos sufren en su mansión y otros en los arrabales.
Así, de puro milagro nomás, el más humilde le da un beso de amor a la más linda de la comarca. La pasó mal toda la noche pero fue feliz al final. Una vez más, Colón vuelve a empezar. Sueña, vive, respira, llora, salta, canta, grita. Es Colón, el club del millón de ilusiones, los sueños y las esperanzas. En pandemia, silenciados y encerrados, Colón es más CLUB DEL PUEBLO que nunca.