Miércoles 7.8.2019
/Última actualización 14:06
Lo vieron el “Mauri” Chimentín —hoy trabajando en China— y el profe Federico Della Croce en el famoso torneo de Brinkmann. Eran tiempos de Rubén Rossi y Gustavo Marín en el semillero. En realidad, primero vieron a su hermano Julián —ficha de Boca, hoy en Patronato— que es todocampista. “Nacho atajaba en River sin estar fichado, le hicimos la cabeza a Horacio y se lo robamos al Millo”, cuentan hoy con orgullo. En la lista de los famosos “ayudadores” se anotan Ricardo Valli, el cordobés Felipe Oviedo (lo agarró desde la Escuelita), Manolo Porpatto y Sergio Torres, el que lo moldeó para el salto final.
“Ataja como los de antes, no vende humo. Se tira si hay que tirarse, no para la foto. Le pega muy bien con los pies. Y le vimos fortaleza mental cuando recibió golpes, como cuando quedó afuera de la Selección Argentina Juvenil en su momento”, cuentan.
“Casi que fueron ellos los que inauguraron la pensión”, recuerdan. Y eso fue clave para Horacio —su padre—, mamá Andrea con sus hermanas Sofía y Esperanza. “¡Sabés lo que es sacarle a una familia dos hijos!”, explican los antes mencionados.
Casi al mismo tiempo, trajeron un santiagueño: Fabricio Hass, el “Facha”, que será el suplente copero en Maracaibo contra el Zulia. De golpe, la desgracia de Burián (no ataja por la muerte de su hermano) le dio la chance a los canteranos.
Antes de ellos, tanto Mehring como Bailo debutaron pero nunca se consolidaron: atajaron en Colón un solo partido profesional. Más atrás, Marcos Díaz, con apenas 12 partidos en muchos años.
Un arco que dominaron —según estadística de Damián Palacio— Leo Díaz con 210 partidos, Laureano Tombolini con 177 y Diego Pozo con 167 desde la vuelta a Primera en el ‘95. Un arco que, parece, está prohibido para los del semillero.
Ahora, Ignacio Chicco se hizo grande de golpe. Por obligación, claro está. Casi nunca es por convicción en estos pagos. Es categoría ‘96, la misma edad que Augusto Batalla, que debutó hace tres años en la Primera de River Plate. Ojalá debute y en algún momento se consolide. Su espejo debe ser el uruguayo Leo Burián, el mismo que en medio de la tragedia familiar lo llamó desde Montevideo para desearle suerte.