Vivió mucho, demasiado y en poco tiempo. Le quedaron “materias pendientes” en el fútbol. Admite que si hubiese nacido 20 años después, se venía con 2 o 3 millones de dólares de Colombia. Habla de Pablo Escobar y cuenta cosas fuertes, como cuando llegó a Cúcuta y el presidente le dijo, a él y a Marcelo López, que tuvieran cuidado “con las mujeres y con discutir en la calle, porque acá todo se arregla a los tiros”. Eduardo Azoge dejó temprano de jugar. Le tocó debutar en Colón en un año duro y complicado: el posterior a haber perdido la final por el ascenso con Unión. Le puso el pecho a la situación con un grupo de pibes de las inferiores que “sentíamos la camiseta”. Hoy, el “reposo del guerrero” es en su Recreo natal. Y despunta el vicio de hablar de fútbol desde otro lugar.
—¿Así que te tocó debutar en el post clásico del 89?, ¿cómo era eso?
—Era un escenario muy complicado, la gente estaba tensa, nerviosa. Lo económico era bravo, no teníamos ropa para entrenar, no teníamos agua caliente en el vestuario para bañarnos en invierno, había problemas para concentrar... Pero éramos muchos pibes del club y eso nos generaba una gran alegría.
—¿Y los que se habían quedado, caso Wirzt, Verdirame, Godano, Toledo, Cachito Vera...?
—Estaban golpeados, para ellos fue frustrante. El tiempo ayudó a cicatrizar las heridas y pese a todos los inconvenientes, clasificamos para el octogonal. Ahí nos tocó Belgrano y quedamos eliminados. La revancha en Córdoba fue brava, el clima era hostil. Le habíamos ganado en Santa Fe pero ellos nos eliminaron allá.
—¿Vos venías de las inferiores?
—Yo venía de 9 de Julio de Rafaela. Los que más se acercaron en un primer momento fueron el Zurdo Verdirame, Juanjo Ferrer y Siviero. Pero también me llevaba muy bien con Daniel Tremonti, Sergio Laiker y Marcelo Comachi.
—El primero en recibirme fue el Patón Aguirre, que estuvo una semana. Lo contratan después a Guerra, pero por un problema cardíaco no se hace cargo y viene Trigili. A él le estoy muy agradecido, porque en ese momento estaban Erba, que venía de Independiente y el Turco Alul, de San Lorenzo. Pero Ricardo fue el que me puso y le voy a estar agradecido eternamente. Guerra vino después, cuando se recuperó.
—¿Qué recordás de tu debut?
—Haber pisado el césped en el que jugaron Cococho Alvarez y la Chiva Di Meola y calzarse la camiseta que amaban mi viejo, mi padrino y mi abuelo. Es decir, era cumplir el sueño de mucha gente. Siendo central me ponen de “4” y Recreo se paralizó esa tarde. Era un sábado y venía Lanús, que tenía un gran equipo y Miguel Russo era el técnico. Ellos peleaban el campeonato y la cancha reventaba de gente.
—Mirá, yo iba a debutar la semana anterior en Tucumán pero tenía una contractura y Trigili no me llevó, pero me anunció que iba a jugar contra Lanús al sábado siguiente. El miércoles, cuando fue la práctica de fútbol, Trigili armó el equipo y me puso de “4”. Lo único que me dijo fue: “Vas a marcar a Gilmar Villagrán, ya sabés lo que tenés que hacer”.
—¿Cuál era tu espejo en esos tiempos?
—Hugo Villaverde. Tenía una velocidad supersónica y era un tiempista admirable.
—¿Por qué te lleva Racing de Córdoba?
—Porque ese día del partido con Belgrano, cuando quedamos eliminados, estaban Mario Spirópulos, que era el presidente de Racing de Córdoba y el técnico Gualberto Muggione. Le pidieron permiso a Osvaldo Busaniche y ahí mismo, en el vestuario, me ofrecieron ir a Racing para reemplazar a Pascual Noriega, que dejaba el fútbol. De Colón había quedado libre, ya el técnico era Cabrero y me dejó ir porque la situación estaba complicada.
—A mí me hubiese gustado quedarme... A los dos años me quiso traer Hugo García pero no se dio, lo lamenté muchísimo porque fue el año que Colón pierde la final en Córdoba contra Banfield.
—Racing era un equipo importante en ese momento...
—Tenía prestigio, había descendido y urgían los problemas económicos. Teníamos un gran equipo, con el Conde Galetto, Amuchástegui y otros muchachos que andaban muy bien. Hasta que Carlos Quieto me llevó a Colombia, no sólo a mí sino también a Ferrer y a Siviero, que iba al América de Cali y al final no pudo jugar.
—¿Por qué pensás que Quieto te eligió?
—Porque era rápido y el Cúcuta necesitaba un central. Podría haberme ido a All Boys, pero me convenció para llevarme con Marcelo López y Lanzidei. Estábamos los tres, pero podíamos jugar dos, por el cupo. Yo jugaba siempre.
—¿Marcelo López?, ¿el de Unión?
—¡Claro!... Gran jugador, un zurdo bárbaro, de gran pegada...
—¿Llegaste después del 5 a 0 de las Eliminatorias en la cancha de River?
—¡Estaba allá...! Era una locura Colombia, se creían campeones del mundo. Sacando el Tino Asprilla, jugaban todos en Colombia. Así que me enfrenté con todos ellos...
—¿Te tocó marcar al Pibe Valderrama?
(Risas) —Imagináte, de Recreo a marcar al Pibe... Me acuerdo que un día en Barranquilla me quise anticipar y le pisé el tobillo... Fue antes del Mundial. El jugaba mucho de Primera... Las 60.000 personas puteándome mientras el Pibe estaba en el piso... ¡Si lo lesionaba terminaba como Andrés Escobar...!
—Siempre me acuerdo del día que mataron a Pablo Escobar... Yo estaba en el Aeropuerto ese día, no dejaban salir ni llegar a nadie. Tuve que hacer escala en Asunción y Santiago para volver a la Argentina. Fue el 2 de diciembre del ‘93, no me olvido más.
—¿Qué te decían en ese momento?
—Yo preguntaba mucho por Pablo Escobar a mis compañeros... Le tenían respeto, hablaban bien de él, era un tipo siniestro pero volcaba mucho dinero en hospitales y esas cosas. También al fútbol, fue presidente honorario de Nacional de Medellín y hasta dicen que fue campeón de la Libertadores en el ‘89 porque él volcó recursos. Lo mataron en un shopping cercano al Atanasio Girardot.
—Entonces, ¿no le tenían miedo?
—No, no... El narcotráfico era dominado por los carteles de Cali y Medellín. Evitaban hablar de todo eso, pero estaba metido en la vida y la cultura de ellos.
—¿En algún momento tuviste vinculación con todo eso de la droga?
—Jamás, ni tampoco pude observar algo raro. Es algo ajeno a mí.
—¿Cuál es el mejor recuerdo?
—Con René Higuita... Un día intercambié la camiseta y me dijo que me admiraba porque era argentino. Ese partido fue el último de Andrés Escobar en Colombia, antes del Mundial de Estados Unidos y antes de su muerte. Esa camiseta de Higuita se la regalé a un árbitro de acá, Luis Guerra. Le perdí el rastro.
—¿Cómo te enteraste lo de Andrés Escobar, al que lo mataron después del gol en contra que hizo en el Mundial de Estados Unidos?
—Estaba en Recreo y la noticia me la dio mi viejo. Me acuerdo que me llamó el Gallego González Riaño para invitarme a Canal 13, porque todavía se estaba jugando el Mundial. Fue muy triste, porque Andrés Escobar era un emblema. Le decían “Wembley” Escobar, porque le había hecho un gol a Inglaterra en esa cancha. La selección había llegado hacía pocos días del Mundial. El clima era muy tenso en esos tiempos, mucha violencia.
—¿Tuviste miedo, estando en Colombia, de que ocurran estas cosas?
—Siempre estaba el miedo... Preguntále algún día a Marcelo López, que te cuente cuando llegamos a Cúcuta. El presidente, que se llamaba Efraín Pachón, que luego fue empresario y lo trajo a Tilger a Unión, nos dijo en el aeropuerto: “Dos cosas muchachos: ojo con las mujeres y ojo con discutir en la calle con cualquiera, porque esos temas se resuelven a tiros”.
—Brava la mano... Y de ahí, te fuiste a Ecuador...
—Sí... Ahí jugué en Deportivo Quito... Pero al poco tiempo no tenía ya más ganas de andar lejos de mi familia. Tuve una posibilidad en Talleres de Córdoba, pero no había un mango. Así que resolví dejar.
—Sí. Y me arrepentí en ese momento de haber dejado. Caí en un momento depresivo, difícil, pero lo pude manejar. Pasé de jugar con 60 o 70 mil personas en Colombia a estar en Recreo, un pueblo en el medio del campo. Fue un cambio muy grande.
—¿Pudiste jugar con tu hermano?
—Yo abandoné en el ‘97 y él debutó para Colón en Chile, ese año, en la Conmebol. Fue una continuidad y un dolor de cabeza para mi vieja (risas)... Le tenía envidia sana. Jugó torneos internacionales, cobraba buenos sueldos y premios... Silvio ganó más en dos o tres años en Colón que yo en 8 o 9 andando por todos lados...
—¿Y si hubieses jugado hoy en Colombia y Ecuador?
—¡Hoy es distinto...! Mirá, un sueldo promedio hoy es de 30 o 40 mil dólares por mes. Con cuatro años, como estuve, me venía con 2 o 3 millones de dólares... Cambiaron los tiempos.
“Tuve que marcar a monstruos en Colombia: Aristizábal, Tréllez, el gordo Valenciano, Usuriaga, el Tren Valencia, Anthony De Avila... En los córners, se venía el Patrón Bermúdez, era mala leche, pegaba codazos”. Eduardo Azoge. Ex jugador de Colón.
“No hay más ‘maestros’ en el fútbol y no existe una política en los clubes que motive el trabajo de inferiores. La ansiedad de la gente, del periodismo y el exitismo te lleva a impedir eso que impulso, que es a largo plazo”. Eduardo Azoge. Ex jugador de Colón