Con un primer tiempo donde debió golear y con un complemento donde eligió cuidar el 1-0, Colón volvió a la victoria, cumplió la ley de los entrenadores con Damonte (“técnico que debuta…gana”), gambeteó una tormenta que duró cuatro días desde la derrota en Sarandí con la salida de “Pipo”, ganando una verdadera final a los tucumanos para escaparle al descenso.
El ingreso de Israel Damonte, aplaudido mientras cruzaba la cancha para sentarse en el banco y debutar como DT de Colón, dejaba una señal clara de parte de la gente: la confianza en el cambio de aire para un plantel golpeado.
“¡¡¡Vamos…vamos!!!”, se leía en los labios del nuevo entrenador, que a su vez levantaba la mano y agradecía.
El ingreso de Israel Damonte en su primer partido como entrenador de Colón. Crédito: Pablo Aguirre
Con esa energía renovada, Colón salió a noquear directamente. Ni siquiera a ganar solamente. Y sino lo hizo fue gracias a Marchiori, el arquero tucumano que con sus tapadas dejó la cuenta en la mínima para el dueño de casa.
Botta imparable, Meza volando por su costado y los dos “9” complicando en cada pelotazo. Se vio un Colón feroz, agresivo y bien frontal. Laterales largos al área rival, pelotazos frontales y la idea de buscar a los dos puntas.
Era todo de Colón hasta que llegó el premio del gol: lateral a la brasilera, dudas, rebotes, una distracción para engañar de “Wanchope” (amagó a patear y la dejó cortita hacia atrás) y el derechazo de Meza que se desvió en Romero y enloqueció a la multitud en el Brigadier López.
Después del gol, todo siguió igual en esa parte inicial. Tanto Botta como Meza le pegaron bien de lejos; en ambas resolvió Marchiori.
Apenas un par de jugaditas para la visita: en una salió bien Ibáñez para achicar; en la otra armaron pared Coronel y Tesuri, pero el balón se fue desviado.
Si Colón, que se fue ovacionado al descanso, apenas ganaba 1-0 sin golear, todo se explicaba desde la figura del arquero de Atlético Tucumán.
En el complemento, el “horno” de la ciudad de Garay le pasó el costo a esos 45 minutos intensos de Colón.
Se fue quedando el “Negro” y empezó a crecer la visita. La salida de Meza lo disminuyó en todo: por lo que había jugado el “4” y porque Pierotti no se acomodaba por ahí.
Fue por eso que Damonte, a los 32, acomodó lo que le salió mal: Nardelli por ahí y Pierotti del otro lado. La salida de Botta, el mejor siempre, terminó de definir lo que sería el final: aguantar, sufrir y esperar una contra.
En el anecdotario del fútbol argentino quedará lo que se comió el “Conejo” Benítez, cuando Pierotti arrancó solo desde mitad de cancha, lo habilitó para el gol y el paraguayo hizo cualquier cosa casi abajo del arco.
En el Mundo Colón, todo lo que ocurrió desde que pitó Espinoza el final en Sarandí hasta llegar a este partido con Atlético Tucumán de día domingo pareció una novela de varios meses. Sin embargo, todo se dio en apenas un puñado de días.
La derrota inadmisible contra un Arsenal descendido y el equipo cayendo a zona de descenso. La rareza del post partido, con reproches físicos (hubo un grupo que se hizo presente en las puertas del Viaducto), el estallido en las redes sociales y el plantel entrenando con custodia policial.
Acaso la foto más increíble de esta semana fue el día que se despidió Néstor Raúl Gorosito y el plantel entrenó sin entrenador.
La salida de “Pipo” le puso punto final a una novela. Pero al mismo tiempo nacieron dos culebrones más: el reemplazante en el banco y la organización (día, hora y hasta lugar…) del cruce con los tucumanos de Atlético.
Por un lado, siempre picó en punta Israel Damonte, pero hubo unas horas de teléfono desconectado que lo pusieron en carrera a Facundo Sava, finalmente DT de Sarmiento de Junín.
La Policía, en virtud del “clima pesado”, pidió no jugar a las 21 del domingo y en parte pareció acompañar la gambeta sabalera: “tirar” el partido al martes para darle tiempo de trabajo al nuevo DT. Los equipos que pelean el descenso con Colón pusieron el grito en el cielo y la Liga dijo no. En ese punto, al volver el juego al domingo, Colón intentó volver al horario de las 21. Ahí, todos tiraron la pelota afuera. Y hasta el presidente de Colón dijo haber hablado con el propio Intendente para “iluminar” las inmediaciones del estadio. En ese revoleo de notas, comunicados y declaraciones, desde el poder capitalino, enviaron una devolución increíble: “Si quieren jugar a las 21 del domingo, será en otro escenario”.
El pitazo final marcó alivio y desahogo en la gente que otra vez dijo sí, alentando como en las viejas batallas en el Cementerio de Elefantes.
Así, en la peor semana en años (se perdió, quedó en descenso y se fue el DT), Colón gambeteó la tormenta y ganó una final para evitar el descenso. El miedo, como las pelotas, desapareció por un ratito.
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