(Enviado Especial a Buenos Aires)
Ganaba en el primer tiempo sin jugar bien pero con justicia. En el complemento hizo todo mal y Wanchope Ábila tuvo un mano a mano que definió muy mal por egoísta y por querer meterse adentro del arco con pelota y todo. El equipo no estuvo a la altura de lo que se está peleando.
(Enviado Especial a Buenos Aires)
Es increíble lo que pasó en Parque Patricios. O en todo caso, la explicación pasa mucho más por todo lo que dejó de hacer Colón, por todo lo que le regaló al rival, que por lo que hizo Barracas Central para dar vuelta un trámite que, en el primer tiempo, había sido favorable a Colón. La imagen de impotencia y esa actitud de dejarle servido en bandeja el partido a Barracas, en el segundo tiempo, fue la peligrosa demostración de un equipo que se dejó vencer sin ofrecer resistencia, en un momento en el que no pueden admitirse que se juegue con suficiencia o que no se defina.
En la mejor jugada colectiva, Colón encontró el gol. Fue el camino que el partido le propuso a Colón y que los sabaleros no siempre aprovecharon. Era jugar al toque, moviendo la pelota y tratando de aprovechar a los jugadores de buen pie. Lo hizo esporádicamente, sobre todo cuando la pelota pasó por los pies de un Botta movedizo pero apareciendo y desapareciendo del partido.
Igualmente, en el primer tiempo no hubo sufrimientos para Colón. Salvo en el final, cuando Peinipil erró el cabezazo luego de un centro desde la izquierda, que no le trajo un problema mayúsculo a Chicco justamente por eso, porque la pelota cruzó y no pudo conectarla el marcador de punta que se había metido como si fuese delantero adentro del área.
El planteo de Rondina fue, desde lo táctico, similar al de Pipo. Paró un 4-2-3-1 con el objetivo de contrarrestar, pero los sabaleros sacaron una ventaja por la mayor jerarquía individual de sus jugadores. Lástima que esos encuentros terminaron siendo esporádicos. Por eso, Colón no pudo sacar una mayor ventaja, tanto en el trámite como, quizás, también en el marcador.
De todos modos, la ventaja mínima que sacó Colón en el trámite se reflejó en ese 1 a 0 parcial con el que se fueron al descanso y que llegó, como se dijo más arriba, luego de una gran maniobra colectiva, con varios toques consecutivos y la aparición de un Galván que está bendecido por el gol, adentro del área, para trabar con el pie izquierdo y enviar la pelota al fondo del arco de Desábato.
Pasó poco y nada en ese primer tiempo mediocre. Entre lo poco que producía Barracas Central con la pelota (muchos pelotazos buscando a Alexis Domínguez para que se la baje a alguno de sus compañeros) y esas lagunas e imprecisiones de Colón, que no sufría en defensa pero le costaba armar juego con claridad, salvo cuando la pelota pasaba por un inconstante Botta.
Cuando volvieron del descanso, Pipo apeló a Perlaza para que ingrese en lugar de un Favio Alvarez que había sido el encargado de recoger la pelota muy cerquita de los centrales, para ser el encargado de dar el primer pase.
Fue inaceptable e inentendible lo que hizo Wanchope en un contragolpe que pudo ser letal a favor de Colón y como para definir el partido. De una salida de un córner, luego de una atajada espectacular de Chicco tras un remate desde larga distancia de Insúa, vino un contragolpe en el que eran dos de Colón (Wanchope y Meza), contra Desábato. Wanchope nunca le quiso dar la pelota a Meza que lo acompañaba solo y viniendo desde atrás para evitar la posición adelantada, enganchó para dejar un rival, que se había recuperado, en el camino, e hizo una de más en el mano a mano con Desábato, que el arquero resolvió muy bien. O sea: primero, pecó de egoísta; segundo, hizo una de más. Era la jugada para liquidar el partido.
Y esa postura de llenar de centros el área de Colón le terminó dando resultados. Llegó un centro al segundo palo, cabeceó Calderara y empalmó de derecha Alexis Domínguez. Baldazo de agua helada. Y Wanchope, que había tenido la chance concreta de marcar el segundo gol y definir el partido, o al menos darle una tranquilidad casi decisiva, falló y un ratito después vino el empate de Barracas Central.
Tres cambios de un solo “saque”: Benítez, Toledo y Pierotti a la cancha, por Wanchope (esta vez la salida no tiene ninguna polémica ni discusión alguna), Galván y Botta. Resignó juego Pipo para tratar de complicar en base a potencia y presencia ofensiva. Pasó Batallini a la derecha, se tiró Pierotti por izquierda y quedaron Benítez-Toledo por adentro.
Hasta que un “foulcito” (no muy claro que digamos) que le cobraron a Garcés en perjuicio de Domínguez, llegó la gran jugada de la noche. Maniobra preparada que le salió perfecta a Barracas, con una brillante definición de Arce que dejó sin chances a Chicco. Si el empate fue un baldazo de agua fría, el segundo de Barracas Central cayó como puñalada.
Colón solito se metió en el lío. El equipo entró en la desesperación absoluta, en la impotencia peligrosa, se encontró con un rival que aprovechó la “invitación” que le hizo Colón y le dio vuelta el partido. Inadmisible el segundo tiempo de Colón, empezando por un Abila que no entendió lo que se está jugando Colón y marró una maniobra increíble e inadmisible para un goleador de su talla y su jerarquía.
Sobrepasado, este Colón de jugadores de recorrido y de jerarquía, terminó regalando el partido ante un rival al que le bastó ser entusiasta, animarse un poco más en el segundo tiempo, aprovechar lo que dejó de hacer su adversario y convertir un golazo. Colón se lo dejó servido en bandeja. Peligroso. Inentendible. Y también inadmisible.