(Enviado Especial a Buenos Aires)
Sin tribunas detrás de los arcos, con dos construcciones de cemento en los laterales que le dan una capacidad que llega a los 5.000 espectadores, aproximadamente, pero con la alegría de muchos que lo vieron jugar en las cinco categorías del fútbol argentino.
(Enviado Especial a Buenos Aires)
La referencia es la cancha de Huracán. El Tomás Adolfo Ducó está a apenas 300 metros del “Chiqui” Tapia. El tema es que en el medio están las vías del ferrocarril, que alargan un poco la distancia. El estadio de Barracas Central no tiene, a fuerza de ser sinceros, la capacidad y las comodidades de un estadio de Primera. O de la mayoría de los estadios de la máxima categoría, para mejor decir. Pero se nota que han trabajado mucho para que exista lo mínimo e indispensable para convertirlo en un verdadero fortín en el que está consiguiendo resultados importantes para mantener la categoría.
Antes del partido, la gente de Barracas decía que con 12 o 13 puntos tenían el piso para no sufrir en el promedio. Y además, contaban historias que muchos fueron cosechando a lo largo de las cinco categorías en las que militó este club, ubicado en el corazón del barrio que lleva ese nombre.
“Acá, cuando llovía el lunes, el sábado no se jugaba. La cancha se inundaba de tal manera que demoraba una semana en secarse”, contaba alguien que vio pasar mucha agua debajo del puente. Y que agregaba una “perlita”: “Te voy a contar algo que te va a sorprender, de esta cancha. Cuando llovía mucho, se llenaba de patos… Y no es una exageración y mucho menos una mentira. Te digo la verdad, ¡se llenaba de patos!”.
El estado del campo de juego no era el mejor. La pelota se frenaba por efecto de algo de arena que había debajo del césped que mostraba un verde intenso, ayudado por la luz que irradiaba el sol a la hora del mediodía. Tampoco estaba parejo. De todos modos, no es una excusa.
Para los hinchas de Barracas, el mejor jugador que vieron allí fue Gustavo Daniel López, al que ellos mismos compararon con Farías. “Gustavo era un jugador impredecible, hábil, encarador, muy parecido al Farías de Colón”, señalaban antes del partido. Y también sumaban, entre los preferidos, a Daniel Tremonti, un ex arquero que tuvo un paso por Colón (prácticamente no jugó) y es el hijo de Luis, el “1” sabalero en el ascenso de 1965, que luego repitió con Unión al año siguiente.
¿Alguna cancha rara o difícil?, preguntamos. Y aquí también hubo coincidencia: “La de Central Ballester y la de Muñiz”, señalaron. Desde allí abajo llegó Barracas Central a la máxima categoría, de la mano de Chiqui Tapia, al que todos lo recuerdan desde los tiempos en que era jugador. “Chiqui siempre fue de Barracas Central, desde que era un niño. Y siempre tuvo aspiraciones. Cuando agarró la conducción del club, cumplió con todo lo que prometió. ‘Acá vamos a hacer una tribuna’, decía. Y al poco tiempo, la tribuna estaba construida”, cuentan aquéllos que ni se imaginaron, cuando estaban en la cuarta o quinta categoría, que Barracas llegaría adónde llegó.