El hincha que cumplió 100 años el mismo día que Colón salió campeón
Nació en Laguna Paiva, conoció a Evita y a Firpo y vio partidos de Colón en la vieja cancha de Bv. Zavalla y Moreno. Hace 50 años que vive en Tucumán. Está casi ciego, pero no se pierde un solo partido de Colón.
Julio Kreczman con su banderín y la camiseta de Colón que lo acompañan en cada instante de su vida. El desarraigo no le hizo perder la pasión por los colores. Y el festejo de sus 100 años fue "a toda orquesta".
"Cristina… Cuando yo me muera, quiero que pongas la camiseta de Colón bien dobladita, debajo de mi cabeza". Julio Kreczman nació en Laguna Paiva el 4 de junio de 1921. El día que Colón logró el título en San Juan, cumplía 100 años de vida. Desde hace más de 50 años está radicado en San Miguel de Tucumán. La mencionada Cristina es su hija. El día en cuestión del año pasado, el más importante de la historia sabalera, a Julio le hicieron pensar en tres deseos al momento de soplar las velitas. El partido no se había jugado todavía, por lo que Julio no dudó y uno de sus deseos es que Colón gane el partido.
Su padre, de descendencia polaca, llegó al país para trabajar como tornero en los ferrocarriles. Primero lo hizo en Buenos Aires y luego en la zona de Tafí Viejo. Su trabajo lo llevó a Laguna Paiva, lugar en el que aquél 4 de junio de 1921 nació Julio. Tiene algunos recuerdos de su infancia y también de haber ido a ver a Colón en la vieja cancha de Bv. Zavalla y Moreno.
-¿Qué es Colón para usted, don Julio?
-Colón es un buen amigo…
Y se remonta a los tiempos en Laguna Paiva, cuando Castagno cantaba y tocaba el piano en el tango "Buen amigo", junto a Enrique, que además de ser su hijo era el que tocaba la guitarra. Son esos recuerdos que Julio todavía atesora a pesar del paso del tiempo y que la vida lo llevó a radicarse definitivamente en Tucumán, a principios de la década del 70.
Se emociona mucho cuando habla de Colón y no duda en señalar al Bichi Fuertes como su gran ídolo. Y cuenta una travesura de niño, cuando iba caminando por la vereda con sus amiguitos de la infancia y les decía que "a mí no me gustó cómo jugó Chividini", refiriéndose a Alberto, aquél jugador que vistió la camiseta de la selección y que jugó en Santa Fe, sin darse cuenta que detrás suyo venía caminando el propio Chividini -que era amigo de su hermana mayor- escuchando todo lo que el pequeño Julio vociferaba.
"Me hice hincha de Colón cuando tenía 8 años", cuenta Julio, quien además no olvida el día que vio a Eva Perón repartiendo juguetes desde un tren, porque él también, en su momento, trabajó en el pujante ferrocarril de aquellos tiempos. Y también recuerda a Luis Angel Firpo, el "Toro salvaje de las Pampas", que supo utilizar aquellos trenes para el traslado de su hacienda hasta el Matadero.
Cristina interviene en la charla para contar que "mi papá es tío de Raúl Kreczmann, el "Polaco", que tiene dos 'n' en el apellido y que jugaba al rugby allí en Santa Fe".
-Julio, ¿vio el partido con Racing?
-¡Por supuesto…!
Y también Cristina cuenta que su papá ya prácticamente está ciego. "De un ojo ya no ve y del otro, muy poco. El sólo ve algunos puntitos que se mueven. Sin embargo, cuando juega Colón me pide que le prenda la computadora, apaga la luz y se pone a mirar...".
El cuadro con la foto de Julio en sus tiempos de niño en Laguna Paiva.
Y Cristina le escribió un poema, que viene bárbaro para el cierre de esta pintoresca nota a Julio, el sabalero que este 4 de junio apagará 101 velitas: "Cuando cumplió 8 años pintó su corazón… la mitad de arriba a abajo con un tinte de carbón de su Colón adorado. Asistió a los partidos, los escuchó por radio, leía la formación, consultaba los resultados. Los miró por la tele, por un tiempo largo, muy largo. Después de los 95, su vista se fue apagando, y hoy (una vez identificados), mira los bultitos, que, con igual pasando van llevando, entre gambetas y pases, el balón hacia el arco. Y si la suerte acompaña y corona el "esfuerzazo", grita dos veces ¡Gol de Colón!, ¡Gol de Colón! Y completa su ovación, en perfecto castellano, con un soberbio, estruendoso, visceral y firme ¡Carajo! El hincha tiene arrebol, una magia sincera y rituales que despliega… Y repite mi papá, un hincha de pura cepa, besando tres estampitas, cerrando los ojos mientras reza, "yo siempre pido lo mismo, que gane o empate, ¡pero que nunca pierda!".