Por Darío Pignata
Fue el 24 de mayo de 2014: a pesar de esa gran campaña de 30 puntos no alcanzó y Rafaela ganó el desempate en cancha de Rosario Central. "Los responsables de este descenso no están acá, son unos caraduras", afirmaba llorando el "Huevo" Toresani esa tarde en Arroyito.
Por Darío Pignata
El tiempo es un efecto fugaz. Pasaron, según el almanaque, ocho vueltas al sol del día más nublado de los últimos años. Sin embargo, si es por todo lo que vivió el viejo y querido Colón, me da la impresión que todo éso fue hace 20 años por lo menos. El 24 de mayo de 2014, luego de jugar un infartante desempate contra Atlético Rafaela en la cancha de Rosario Central, Colón perdía 1 a 0 y se iba a la "B". No sólo quedaba condenado al descenso, sino que quedaba fundido y quebrado. Era, otra vez, como tantas otras en su historia, estar hundido en el fondo del Salado.
Había que familiarizarse con palabras desconocidas hasta ese momento como "Órgano Fiduciario", "Salvataje Deportivo" y "Fideicomiso". De pronto, una tal Ana Rosa Álvarez (magistrada, titular del Juzgado de Primera Instancia de Distrito Civil y Comercial de la Décima Nominación de la ciudad de Santa Fe) era más importante que Doña Manuela Funes de Cullen. Sí, fue hace ocho años y parece que pasaron 20.
Como todas las historias de Colón, ese 24 de mayo de 2014 era dañino, pero además (como lo del Chateau Carreras con los de los penales con los paraguayos errando) parecía ensañarse de manera morbosa contra el sentimiento sabalero: se perdía la categoría contra Atlético Rafaela, justamente contra un rival que igualaba la línea de la sangre y luto por seis puntos ganados en un escritorio. Ésa fue, acaso, la obra maestra de Germán Lerche, no salir a jugar un partido.
El querido y recordado Julio César Toresani lo definió, con lágrimas en los ojos como cualquier hincha esa misma tarde en la cancha de Rosario Central con el equipo condenado a perder la categoría. "La quita de seis puntos, no presentarse ante Rafaela en el torneo pasado. Ni el peor enemigo puede hacerle tanto daño a Colón", declaraba dolorido el "Huevo". Y al toque agregaba: "Es una injusticia total. Los jugadores que se quedaron en el club no se merecían esto, hacia ellos habrá un agradecimiento total. Y a la gente sólo hay que pedirle disculpas. Perdimos la categoría pero con la frente bien alta".
Una investigación del Diario Clarín, publicada el 23 de octubre de 2013, advertía lo que se venía: "El presidente Germán Lerche fue procesado por la Justicia Federal por el delito de "retención indebida de tributo" (no aportar al fisco el impuesto a las ganancias de los jugadores) que establece una condena de entre 2 y 6 años de prisión. Las cuentas flaquean. Según averiguó Clarín, en hoteles, a ex jugadores y a los actuales, les rebotan todos los cheques que les da el club como parte de pago. Y ayer se supo que el presidente quiso negociar una deuda con el plantel ofreciendo pagar julio con cheques a cobrar en diciembre, algo rechazado por los jugadores que hasta planean ir a Agremiados. En Santa Fe todos saben quién era el abogado Germán Lerche antes de Colón y quién es ahora.Y él no puede descargar culpas porque desde hace 7 años maneja el club". Mientras el final se veía venir, como en el Tiatnic, muchos seguían bailando y tomando champagne allá arriba cuando el barco se hundía.
El día del principio del final, al no salir a jugar contra Rafaela, el mismo Sebastián Prediger confesaba: "A nosotros nos plantearon una situación irreversible: cheques rechazados, desalojo de departamentos, deudas de seis meses. Yo le pedí a Lerche que renunciara y no me respondió. Esto es una locura. (Sergio) Marchi nos dijo que el partido se iba a volver a jugar. De lo contrario no hacíamos una locura semejante por respeto a la gente y, si era necesario, salíamos cuatro o cinco a la cancha". Esos seis puntos quitados en un escritorio, por la desidia de alguien que se pensó inmortal e intocable, fueron una mano de nocaut para Osella y los chicos.
El 13 de junio de 2016, 12 años después, volvía Vignatti a Colón: arrasaba en los comicios con su lista Tradición Sabalera, era agredido por la barra brava y se retiraba de la sede en un patrullero. Más bizarro, imposible. El 27 de diciembre de 2017, Télam titulaba para todos los diarios de la Argentina: "Colón salió del salvataje deportivo y su dirigencia recupera plenas facultades". Se pagaron más de 200 millones de pesos en tiempo record.
En el desarrollo de la noticia, se explicaba: "La Justicia Civil y Comercial de la provincia de Santa Fe resolvió este miércoles la extinción del fideicomiso que administraba el club Colón, en el marco de la ley 25.284 de Salvataje Deportivo, por lo que la comisión directiva de la entidad recupera "las plenas facultades que por estatuto le corresponden. La resolución de la magistrada Ana Rosa Álvarez, titular del Juzgado de Primera Instancia de Distrito Civil y Comercial de la Décima Nominación de la ciudad de Santa Fe, pone fin a una herramienta legal que le permitió a Colón superar una grave situación económico-financiera derivada de la administración del ex presidente Germán Lerche".
Insisto, pasaron 8 años de ese descenso, parece que fueron 20. Lo que vino después es mucho más lindo, glorioso y conocido para el Mundo Colón. El tiempo, que es fugaz, sentencia siempre que la cara de la luna son dos. La que no debiera verse nunca más, sin olvido ni perdón para nadie. Por más que la injusticia tenga otros tiempos en esta bendita ciudad de Garay.
De irse a la "B", fundido y quebrado, a jugar tres finales, salir campeón del fútbol argentino, estar clasificado a los octavos de final en la Copa Libertadores una fecha antes y empezar a apagar las velitas del partido internacional número 50 en la historia sabalera. Todo éso en ocho años que parecen 20. En el camino, de yapa, cerrar el anillo alto del sur con 2.000 butacas para dejar la capacidad total del Cementerio de los Elefantes en 40.000 lugares.
Son todos logros indiscutibles de la mano de José Néstor Vignatti desde su último retorno al Club Atlético Colón. En síntesis, algo que a muchos les cuesta resumir: del descenso a la estrella; de Lerche a Vignatti. Se pueden corregir y perfeccionar un millón de cosas en un club de fútbol. Lo que no puede ni debe hacer Colón es olvidar. En todo caso, armar un decálogo con lo que nunca más deberá improvisar una institución tan grande y pasional como lo es Colón con paracaidistas disfrazados de dirigentes.
A la espera de la Justicia de Santa Fe, más lenta que un tributo a Armando Manzanero, en Colón llegó la justicia de la pelotita en plena pandemia: de irse fundido a la "B" a jugar tres finales, salir campeón del fútbol argentino y sacar pecho en la Copa Libertadores. Fueron ocho años, parecen 20.