¿Se puede ganar jugando mal?, a veces sí. Y el ejemplo lo tiene Colón. Debe haber sido de lo peor del equipo con la pelota en los pies. Impotencia, falta de claridad e inseguridad que le dieron, al equipo, una imagen poco habitual. Hasta extraña.
El primer tiempo fue de lo peor que se le vio al equipo en el torneo. La entrada de Bernardi le dio otra frescura y un penal claro pero innecesario de Lucero le dio a Toledo la posibilidad de ganar un partido que le costó mucho al puntero.
¿Se puede ganar jugando mal?, a veces sí. Y el ejemplo lo tiene Colón. Debe haber sido de lo peor del equipo con la pelota en los pies. Impotencia, falta de claridad e inseguridad que le dieron, al equipo, una imagen poco habitual. Hasta extraña.
Se llenó de sorpresas el partido en el primer tiempo. Chaco For Ever hizo lo que nadie suponía que podía hacer. Y Colón también. El partido fue de la visita. Manejó la pelota, fue más preciso con el manejo que le dieron Iritier y Valenzuela en el medio, confiado y seguro de lo que debía hacer. ¿Y Colón?, todo lo contrario: desencontrado, atado, impreciso y abusando de los pelotazos. Los envíos largos para Jourdan o para Lago no prosperaban y, por el contrario, salteaba el sector en el que Colón se tenía que adueñar del partido: la mitad de la cancha. Y allí, en ese sector de generación de juego, fue más Chaco For Ever, dominador de un primer tiempo que Colón desperdició de principio a fin.
Colón entró en un laberinto del que nunca pudo salir en el primer tiempo. No le encontró la vuelta al partido, algo en lo que hubo responsabilidades compartidas. De Chaco For Ever por lo bien planteado que estuvo el partido. Y de Colón porque no logró imponer su juego, tirar su mayor calidad y jerarquía. Fue el partido más incómodo en Santa Fe. Sin sufrir demasiado porque tampoco Chaco For Ever llegó. En realidad, fue un partido de área a área y sin situaciones de peligro. Pero en ese “pedazo de cancha”, en esos 60 metros en los que se jugó el partido, el que mejor se plantó fue el equipo chaqueño.
Tapado Prediger, algo peleado con la pelota y muchas veces “ignorado” cuando los pelotazos cruzados buscando a Lago o a Jourdan partían desde el fondo; sin gravitación por parte de Talpone y con un Guille que se recostaba mucho por derecha pero sin poder encontrar espacios para el desequilibrio, Colón fue un compendio de errores, imprecisiones por doquier y no arrimó nada de peligro al arco de Canuto.
Metió mano Delfino. Sacó a Guille y puso a Bernardi. El objetivo era claro: poner a alguien más directo y con dinámica. Había sido tan flojo lo del primer tiempo, que tranquilamente podría haber tocado más el equipo. Poco cambió en el arranque del complemento. Algo, poquito más de profundidad y punto. La impotencia seguía gobernando el juego de Colón. O mejor dicho, el poco juego de Colón.
No se llegó al cuarto de hora cuando Delfino volvió a cambiar y puso a Delgadillo por un Jourdan que estaba frenado, sin soltura, sin la frescura suficiente para inquietar por el sector derecho, ante la buena marca de Silvera, que le ganó en casi todas.
Recién a la hora del partido llegó la primera situación de real peligro para Colón. Entre Delgadillo y Bernardi le robaron una pelota que tenía dominada Silvera, atacaron por ese sector y Bernardi levantó la cabeza para meterle un centro que le “sacaron del buche” a Toledo; y enseguida, el mismo Bernardi –le cambió la cara al equipo- para meterle una pelota estupenda a Delgadillo, lo dejó solo ante Canuto y en el mano a mano, el arquero le tapó el remate al volante que recién había ingresado.
Sin jugar para nada bien, Colón había tenido las dos situaciones más claras de gol. Pero ya el partido no era tan favorable a los chaqueños como en el principio. Ya cansado e impreciso, Delfino sacó a Lago y puso a Sabella y luego a Leguizamón por Prediger. Con dos “9” de área, la idea fue meter centros, empujar y generar alguna jugada que al menos provoque el error defensivo y así llegar al gol que le proporcione la victoria por la que Colón hacía poco.
Colón quedó parado con Talpone de “5”, Bernardi al lado, Delgadillo por derecha, Sabella por izquierda y los dos centrodelanteros por adentro. Hasta que llegó una mano totalmente innecesaria de Lucero, pero mano al fin. Un claro penal que Mastrángelo ni vio “de una” y quizás con el apoyo del asistente, terminó marcando. Toledo le pegó fuerte, inatajable para Canuto. Y así, Colón se encontró con tres puntos llovidos del cielo.
La justicia está fuera de discusión, porque al margen de que Colón jugó mal, en el segundo tiempo creó situaciones de gol que el rival no tuvo. Tuvo la virtud de sobreponerse a esa impotencia y falta de claridad que identificó al equipo durante los 90 minutos. Sufrió en el trámite durante todo el primer tiempo, pero el rival no lo lastimó. Y con Bernardi, en el segundo tiempo, no hubo una gran mejoría pero se ganó en agresividad y peligrosidad. Ganó y punto. La fiesta se instaló en el Centenario porque el hincha quiere que el equipo gane. Porque de fútbol, dio poco y nada.