Uno tiene el recuerdo de ese rubiecito que apareció en la primera de Colón y que enseguida se ganó el elogio y la admiración de todos. Jugaba muy bien Chupete Marini. Y su momento culminante e inolvidable se dio con aquél golazo en el partido de ida de la final del 95 ante los tucumanos, en la Ciudadela. De ese gol nadie se olvidó ni se olvidará. Fue la descarga para la frustración vivida dos años antes con los penales en Córdoba, en un torneo en el que Chupete era la gran figura del equipo. El tiempo pasó y el destino lo puso ante este desafío. Y el equipo ganó bien, mejorando notoriamente el nivel y despertando un gran festejo en la fria noche del Centenario.
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