(Enviado Especial a Junín)
Toque, manejo de pelota, jugadores diferentes y comprometidos con el juego que le cambiaron la palidez y la exacerbante mediocridad del torneo pasado. Sin caer en un falso triunfalismo, el partido con Lanús cambió la cara del hincha sabalero.
(Enviado Especial a Junín)
Hay que ser cautos, pero el mensaje que dejó Colón en la cancha fue esperanzador. Es otro equipo, tiene otra clase de jugadores y hasta los que se quedaron, asumiendo culpas y responsabilidades del proceso anterior pero también admitiendo las limitaciones y dificultades con las que debieron tropezar, se vieron mejorados y favorecidos. "Estábamos necesitando gente que se hiciera cargo de la pelota, del juego", fue una frase repetida por casi todos, empezando por el entrenador. Perlaza y Juan Pablo Alvarez era el poco aporte que se le hacía al equipo en el momento del juego. Alvarez se volvió a Banfield y Perlaza arrancó este proceso como suplente. Pero el mediocampo que armó Pipo en Junín tuvo todo lo que el anterior equipo no tenía. Se notó la soltura, la frescura, el compromiso con el manejo de la pelota, la voluntad para pedir la pelota sin esconderse. Botta fue el eje de todo eso, pero Favio Alvarez, el mismo Tomás Galván y Batallini se asociaron sin problemas.
Los cambios no se dieron sólo en los aportes individuales, también en el sistema. Si bien Gorosito habló de adaptación a varios dibujos (el que usó ante Lanús fue un 4-2-3-1), éste lo favorece por el hecho de que puede apostar a juntar gente con buen manejo y libertades para llegar.
Colón jugó sin delantero neto en Junín (Pierotti, en esencia, no lo es) y dejó a los tres "9" en el banco. Sin embargo, al equipo no le faltó llegada a posiciones de gol, más allá de que el segundo lo hizo, precisamente, uno de los centrodelanteros que Gorosito tiene en el plantel. Dejar a Wanchope, a Toledo y al Conejo Benítez en el banco, jugando sin delanteros, fue una apuesta que al técnico le salió muy bien pero no es lo lógico. Prescindir de ese potencial goleador que hay con los tres jugadores nombrados (sin pretender, obviamente, que jueguen los tres juntos), es un riesgo grande que salió bien como podría haber salido mal. Y si salió bien, mucho ayudó el buen trabajo que hicieron los cinco del mediocampo, algunos (Botta, por ejemplo) por encima de otros. Pero, en general, todos rindiendo en un buen nivel.
Ha sido una primera muestra y hay que ser cautos. El fútbol obliga a ello y el propio Gorosito lo reconoció cuando mencionó que "por ahí nos pegan un bife y volvemos todo a fojas cero". Lo bueno es que ahora hay material (y eso que todavía no está completo el plantel), como para esperar algo bueno.
Resultaba casi imposible que Colón pudiera jugar bien cuando la desjerarquización progresiva y la ausencia de calidad fue limitando cada día más la capacidad de un plantel mal concebido. Cuatro caras nuevas (Espínola, Batallini, Favio Alvarez y Botta) le aportaron lo suficiente para que se note el crecimiento. Se potenció Moreyra (jugó el mejor partido desde que Gorosito lo bajó del estribo del micro que lo iba a llevar a Puerto Madryn para jugar en el ascenso para dejarlo en el plantel profesional) y el giro futbolístico fue de 180 grados. El desafío, ahora, es mantenerlo.
Se nota que la idea de Gorosito prendió rápido. Cuando hay buenos jugadores y se crean sociedades casi naturales adentro de la cancha, todo se hace más fácil. Hubo "complicidades" en el juego que invitan a pensar en un nuevo tiempo. Algo totalmente necesario, por otra parte, para salir de ese pozo en el que Colón se sumergió de manera peligrosa y víctima de los errores dirigenciales y técnicos en el armado sucesivo de los planteles que precedieron al del título de campeón.
Con la venta de Farías (un producto de inferiores que otra vez sale al rescate del club como ya ha pasado con los Carignano, los Conti, los Alario, los Mugni, etcétera) se consiguió un fondo económico capaz de solventar el desafío de armar un equipo nuevo. Y Gorosito dio un paso adelante grande: le dio fisonomía, orden y funcionamiento desde el arranque y apenas con seis o siete entrenamientos.
Otro signo positivo es el convencimiento de todos respecto de lo que se están jugando. Acá nadie habla de otra cosa que no sea la de "jugar 14 finales a partir del sábado" y que "la Copa de la Liga tiene que ser nuestro gran objetivo para mantener la categoría", sin pensar en que por la Copa Argentina, está a tres partidos de llegar a una hipotética final.
La depresión futbolística de Colón en los últimos tiempos, ese letargo que lo puso entre los tres peores equipos del torneo pasado (y el que menos partidos ganó), tuvo un giro contundente que invita a pensar en que ahora hay algo de qué agarrarse para confiar.
Los "porotos se cuentan al final", pero antes hay un camino. El que transita Colón arrancó de otra manera. Llegaron jugadores que, a priori, son una promesa de cambio que el equipo necesitaba urgentemente. Gorosito planteó lo que la realidad reclamaba y entre Vignatti y Abbondandolo (a priori, una inclusión clave a la hora de las gestiones) se encargaron de colmar las exigencias del técnico.
Habrá que esperar por el "5" (se habla de Gil Romero, hoy en Guaraní de Paraguay, pero con un buen rendimiento de Moreyra que trae algo de alivio), ya llega el Flaco Conti y estarían faltando todavía un par de jugadores más, según se encargan de señalar los dirigentes. Un lavado de cara importante para borrar los errores del pasado.
El "triunfalismo" es un pésimo consejero en fútbol. Por eso, Gorosito habla de esos "bifes" que a veces devuelven a uno a la realidad y que hay que tratar de evitar. Si Colón hubiese jugado un mal partido ante Lanús (al margen del resultado), también seríamos cautos y hablaríamos de un equipo en desarrollo. En todo caso, se pondría una luz amarilla de alerta por el poco tiempo para el inicio del torneo y las pocas fechas que definirán la permanencia o no en Primera. Pero Colón jugó bien. Y ese mensaje esperanzador no deja de ser algo bueno y muy saludable. Quiere decir que la materia prima está.