Cuando Colón empató con Godoy Cruz en el torneo pasado, en un partido que quizás no muchos recuerden -máxime tratándose del torneo que le dio la primera estrella a Colón- y que terminó empatado en 2, Eduardo Domínguez lo calificó de partido "alocado" de su equipo. ¿Fue un partidazo?, sí. Pero aquélla vez, Colón, por ir al frente en una actitud muy elogiable desde lo frontal y ambicioso, desnudó falencias defensivas que un rival apenas discreto como los mendocinos, supieron aprovechar para llevarse un punto de Santa Fe.
Por momentos, Colón jugó de la misma manera ante Lanús. ¿Fue un partidazo?, sí. Y también vale destacar la frontalidad y el esmero por lastimar al rival, pero el que terminó lastimado fue Colón con una diferencia de goles exagerada y consumada recién en el final del partido, pero fiel producto de una actuación defensiva que dejó mucho que desear y a la que este equipo, con Domínguez, no nos tenía acostumbrados. Salvo en algunas raras excepciones, como pudo haber sido aquél partido ante Godoy Cruz del torneo anterior.
Sólo Garcés, sin jugar en su nivel pero al menos mostrando algún atributo de solidez que al resto le faltó, escapa a la crítica generalizada del flojísimo trabajo defensivo. Y Garcés fue, extrañamente, elegido por Domínguez para hacer un cambio intrascendente en todo aspecto, colocando a Meza por izquierda y corriendo a Delgado al medio para conformar dupla central con Bianchi, que fue el jugador de más bajo rendimiento del equipo. Los sobresaltos defensivos por el sector de Delgado y Bianchi abundaron en todo el partido y no tuvieron solución. Por allí, Angel González hizo lo suficiente para transformarse en una de las grandes figuras de este Lanús que tiene a un goleador inoxidable, inextinguible y eterno como Pepe Sand, que escapa a cualquier lógica natural o explicación racional que pueda darse, mucho más en un fútbol cada vez más físico como el nuestro. ¡Con 41 años y en Primera División!
Ese concepto de lo inexplicable para esta vigencia de Pepe Sand se puede también trasladar a los cuatro goles que le marcan a un equipo de Domínguez, cosa absolutamente infrecuente. Es cierto que Colón ganaba bien cuando Facundo Farías -por lejos la gran figura del equipo- convirtió el gol de penal y que el partido pudo cambiar de dueño con el cabezazo de Bianchi en el poste. También es cierto que Colón fue algo más que Lanús en el primer tiempo y que el empate parcial le quedaba mejor al visitante que al local. Y que el rendimiento físico del equipo fue de mayor a menor, porque el correr de los minutos trajo aparejado un declive pronunciado en ese aspecto, incluso con jugadores (como Farías) que lo sintieron muchísimo.
Dos aspectos que fueron clave ante River, el domingo de la semana pasada, esta vez fallaron: 1) que Colón se supo acomodar cuando quedó con un jugador menos (la expulsión de Piovi) y esta vez no (la salida de Aliendro); 2) que River lo "peloteó" en todo el segundo tiempo, pero la respuesta defensiva fue casi perfecta, empezando por Chicco y siguiendo por cada uno de los defensores y quiénes acompañaron en el mediocampo, logrando que el retroceso sea ordenado, en bloque, compacto y sólido.
"El fútbol siempre da revancha", es una de esas frases que se repiten por doquier y Colón la tendrá este martes, jugando en la condición en la que mejor se siente: de visitante. Recuperar inteligencia para controlar los partidos por más que el rival tenga más la pelota y hasta juegue mejor, es el primer y principal objetivo de Domínguez. Contra Lanús, no fue un partido "normal". En el trámite, tomando el primer tiempo, Colón llegó al gol cuando había levantado el rival, pero sufría más de la cuenta, no daba esa imagen de solidez que se ha convertido en una marca registrada de este equipo. Después, los errores en defensa y los espacios que el rival fue encontrando en varios sectores de la cancha, lo convirtieron en un equipo con fragilidades desconocidas. Y así le fue.