Enrique Cruz (h) | [email protected]
Los nombres propios harían que se caiga en injustificables omisiones. Son 113 años de vida y muchas personas han pasado y trabajado, desde su lugar, por esa pasión tan compleja de conducir.
Enrique Cruz (h) | [email protected]
Los nombres propios harían que se caiga en injustificables omisiones. Son 113 años de vida y muchas personas han pasado y trabajado, desde su lugar, por esa pasión tan compleja de conducir.
Pero seguramente hay un protagonista que, por el sólo hecho de nombrarlo, nadie puede cometer la equivocación del olvido: la gente.
Los avatares deportivos fueron muchos en la historia. Colón conoció de los sinsabores de una militancia en los torneos de ascenso en los cuáles se hacían ingentes esfuerzos, de toda índole, sin éxito final. Y la gente siempre estaba ahí.
El hincha puro, el del sentimiento genuino, el de la fidelidad, el que sólo pide esfuerzo a sus jugadores adentro de la cancha y da hasta lo que no tiene para acompañarlo, es el que levantó las banderas y salió a la calle a manifestar su pasión y su orgullo de ser colonista.
Hace poco se cumplieron 15 años de una de las tragedias más crueles que vivió la ciudad. Recuerdo como si fuese hoy, aquél 1° de mayo de 2003, cuando en la redacción de El Litoral recibí el llamado de José García, por entonces vicepresidente sabalero.
—¿Tenés botas de goma?
—Consigo.
—Venite al club, te espero. Y traete un fotógrafo.
—Voy para allá.
Así fue el diálogo. Escueto. Santa Fe era todo tragedia. Movilizarse por la ciudad ya era todo un desafío. Caótico. De tristeza total. Dramático.
El querido “Viejo” García (aún hoy está fresco el recuerdo de sus caminatas interminables en pleno partido, por los pasillos de las plateas, con “handy” en manos para asegurarse de que todo esté bien) esperaba en el portón de ingreso a El Litoral.
Y se inició la recorrida. Los autos del Bingo bajo agua, el portón de ingreso al Roque Otrino arrancado “de cuajo”, el piso destruido, los viejos vestuarios completamente bajo agua... Y la cancha... ¡la cancha...! El agua llegaba hasta el travesaño... Esa imagen recorrió el mundo también, como fiel muestra y reflejo de lo que estaba pasando en Santa Fe.
Confieso que el recorrido se hizo casi en silencio. De vez en cuándo, José García decía algo. “Acá teníamos guardado esto...”, “allá lo otro”... Hasta que el “Viejo” calló un largo rato. Entonces se me ocurrió una pregunta, pero él no contestó. Lo miré y estaba llorando. Era su casa, la de él y la de cada uno de los miles de colonistas. Era su sentimiento. Era su pertenencia. Era su amor y pasión que estaba debajo del agua, destruida y perdida. Pero no para siempre.
Cuentan —o contaban por ese entonces— que Colón fue el dique que contuvo las aguas para que el sufrimiento del barrio Centenario no fuera más grave aún. Hasta en eso levantó su nobleza.
Se levantó Colón, como siempre. Y ahí está el hincha, ela más fiel, ea que mejor representa esa pasión y del que nunca, jamás, se podrá cometer el imperdonable error de la omisión, para señalarlo como lo más grande que tiene.