Jueves 15.9.2022
/Última actualización 17:20
Ponerle freno a la serie de derrotas consecutivas era más que una urgencia. Era una necesidad. Ponerle freno a la serie de actuaciones desdibujadas, de un alarmante nivel de mediocridad, es un objetivo que a Colón se le está haciendo cuesta arriba, pese a que Chupete Marini -contradictoriamente y en dos partidos, ante Vélez y Tigre, en los que le tocó dirigir al equipo casi sin tiempo de entrenamientos- consiguió sacarle las mejores versiones de los últimos tiempos, al equipo, que fueron esos partidos que se dieron en forma seguida a las renuncias de Falcioni y Rondina.
El problema principal sigue siendo uno y es la pérdida de jerarquía que ha tenido el equipo. Y en esto confluye todo, no sólo tirarle las responsabilidades a los que se fueron y a los que llegaron. Los que quedaron también atraviesan por tiempos de inestabilidades y mermas profundas en el nivel individual. El caso testigo es el de la defensa, que fue el sector que prácticamente no se vio perjudicado por las salidas. Las bajas actuaciones de Goltz y Delgado los llevaron irremediablemente al banco de suplentes, cuando antes eran pilares clave en la estructura defensiva. Es cierto que Meza se lesionó, pero es el único que logró mantener su rendimiento. Y Garcés sobrevive, porque pese a que él también bajó, su caida no se hizo tan profunda. Y ante San Lorenzo jugó bien.
En este renglón de jugadores que se quedaron y no rinden, se suman los del medio para arriba, puntualmente Bernardi, el Pulga Rodríguez y Farías. Aquí, la explicación se cae de madura: se fueron Lértora y Aliendro. Y también se fueron otros jugadores que le daban funcionamiento al equipo y que le restaron potencial, caso Alexis Castro. Pero siempre se vuelve a lo mismo. El mal de ausencias no es lo único, porque al margen de que hay menos que el año pasado, que no se dio el salto de calidad y ni siquiera se ha podido mantener mínimamente el rendimiento, lo que verdaderamente preocupa es la pobreza futbolística, lo mal que se juega y lo difícil que está resultando, para este grupo, encontrar algo que les permita volver a creer y a crecer.
A Bernardi no le debe haber gustado que Chupete lo sacara (justo estaba empezando a levantar su rendimiento), pero él es el primero que, una vez pasado el momento y cuando se calman las pulsaciones, se da cuenta de que hoy casi todos los jugadores de Colón son "sacables". Nardelli jugó mejor que Goltz, Ojeda (se lesionó) no venía siendo menos que Delgado y así se pueden seguir sumando nombres.
Este 2022 estuvo enmarcado en una pérdida de nivel futbolístico muy fácil de percibir, cuando se debió trabajar -medio año hubo a partir de haber ganado el título de campeón- para diseñar un año en el que se tenía que dar un salto de calidad; o al menos prepararse para la mayor exigencia de jugar una doble competencia con la Libertadores en el horizonte. Con Falcioni, el equipo jugó relativamente bien los partidos de la primera fase de la Copa y algún que otro del torneo local, pero nunca para deslumbrar. Con Rondina fue una sucesión de malos partidos (algunos pésimos como el de Santiago del Estero). Y ahora, Chupete intenta "reconstruirlo" casi desde las cenizas y con las mismas armas que los otros entrenadores -de gran experiencia los dos- no lograron hacer funcionar.
Las chances matemáticas de clasificar para la Sudamericana todavía le asisten a Colón, pero, en los hechos, es casi una quimera. Tiene que darse un vuelco fundamental no sólo en los resultados propios, sino también en los ajenos. Pensar en un 2023 sin competencia internacional es un punto de partida casi lógico. Y a partir de allí debería, ya mismo, comenzar con la planificación y establecer objetivos.
El fútbol argentino no da mucho respiro en situaciones normales y los puntos que se desechan, se pueden extrañar y provocar arrepentimientos. Pero las chances para que aparezcan jugadores que no han tenido posibilidades de jugar, es una alternativa. Por ejemplo, Gian Nardelli (que es marcador central y que fue utilizado en todos los puestos de la defensa) cumplió ante San Lorenzo. Y hay otros jugadores a los que Chupete, que los conoce, podría empezar a observar. O al menos, a ir poniéndolos en clima con las citaciones para que vayan nutriéndose de lo que es la pertenencia a un plantel profesional.
Pero la máxima responsabilidad no pasa por él, sino por la dirigencia. Las equivocaciones estuvieron a la orden del día desde el 4 de junio del año pasado. La gloria de haber sido campeón permanecerá para siempre, pero lo peor que puede ocurrir es que alguien se crea todopoderoso, intocable y que también crea que tiene impunidad para dormirse en los laureles. El club está por encima de todos. Y no es, en absoluto y para nada, una apología de la bandera que se colgó el miércoles antes del partido.
Colón volverá a presentarse el próximo domingo. Será en Córdoba, ante Talleres, a partir de las 20.30 en el Mario Alberto Kempes. Está en condiciones de volver Wanchope Abila y seguramente será de la partida.