Si juega mal, Colón pierde; y si no juega mal, también
La virtud de Talleres fue la eficacia; el defecto de Colón, fue la falta de contundencia. Talleres tuvo lo que a Colón le faltó, pero en el juego y en la generación de situaciones no lo superó para nada. El partido fue una muestra cabal del mal momento sabalero.
Wanchope Abila, antes del partido, dialogando con un allegado de Talleres. La hinchada local lo hostigó con cánticos y silbidos. Para colmo, su nula puntería a la hora de definir acrecentó esa actitud de la gente de Talleres. No podrá jugar el encuentro del lunes que viene ante Argentinos Juniors. Crédito: Ariel Carreras
"Hay que apretar los dientes y seguir, ya no hay más excusas ni palabras, de esta manera no podemos salir, tenemos que ser autocríticos, mirar hacia adentro, cerrar el orto y seguir laburando". Las palabras pertenecen al Pulga Rodríguez, uno de los principales referentes de un plantel que, en poquito más de un año, pasó de codearse con la gloria a sentir el olor a la tierra luego de la abrupta caida que lo ha llevado a ocupar una posición que no le permite alentar ninguna expectativa.
Colón está en un tobogán en el que pierde cuando juega mal y también pierde cuando el nivel de juego mejora, el rival no lo supera y es capaz de crearle mayor cantidad de situaciones de gol que las que el adversario le crea. Pierde porque le agarró la malaria, pierde porque no aprovecha sus momentos y pierde porque un jugador como Wanchope termina errando todo lo que tuvo frente al arco rival o tomando malas decisiones, atrapado por un egoismo que, en el caso del partido en Córdoba, acrecentó el perjuicio.
El "pecado" del equipo fue no meterla. Y cuesta creerlo cuando tiene dos jugadores amigados desde siempre con el gol, como Wanchope y el Pulga. Fue un partido predestinado a perder, porque no salió una. Creó tres situaciones clarísimas antes del primer gol de Talleres, le anularon uno por posición adelantada (finita), le cobraron un penal que el VAR anuló (no era) en una jugada en la que cinco jugadores de Colón enfrentaron a uno solo de Talleres, que además estaba mal perfilado y en alevosa inferioridad numérica, pero no fue gol. Y para cerrar la catarata de opciones en ese primer tiempo, hay que sumar una pelota que iba a la red y se la sacaron sobre la línea a Bernardi. Todo eso con el partido 0 a 0 o 1 a 0. Y en la última jugada del primer tiempo, un clarísimo error defensivo que Talleres no perdonó, cuando se metió Garro en un amplio espacio que quedó entre un cierre desproporcionado de Goltz, casi en el mismo espacio de Garcés, y un Delgado que quedó a unos 30 metros y por ahí se metió la figura del partido para marcar el segundo gol de su cosecha con una notable definición. Cuando no debe ser, no es.
Todo esto no puede disimular las carencias defensivas que sigue mostrando el equipo. Hacerle goles a Colón no es una dificultad extrema para el rival. San Lorenzo no lo hizo porque no tuvo casi situaciones, no las supo crear. Pero a Colón le viene pasando que es figura Ignacio Chicco o terminan convirtiéndole goles con facilidad. Schott dio ventajas el domingo, Goltz está en un bajísimo nivel y Delgado también. Garcés hace lo que puede en un contexto muy desfavorable. Y en el medio, la marca no es una virtud.
Chupete Marini planteó un partido ofensivo y le salió bien hasta el momento de meterse al área, cortó el circuito de Talleres en el arranque de la jugada y aprovechó esas imprecisiones para desnudarle falencias. Muchas veces, Colón encontró muy mal parado en defensa al rival. Insisto en un detalle: el primer tiempo, que es el momento en el que se definió el resultado, Colón acumuló situaciones para no irse al descanso con dos goles abajo. Pero la ineficacia fue extrema. Y todo lo contrario, el rival tuvo eso (el oportunismo, la contundencia) como su gran virtud. Talleres fue virtuoso, lo que es distinto que acumular méritos. Quizás, una cosa lleve a la otra (el virtuosismo de la eficacia a la justificación del resultado), pero el mismo partido, con otro contexto y con mayor precisión e inteligencia a la hora de definir, podía tranquilamente que la victoria tenga otro dueño y que el resultado cambie radicalmente. No fue así, porque en fútbol los goles no se merecen, los goles se hacen. Ni más ni menos.