Cuenta regresiva para el "Negro" de la mano del "Barba"
Colón, que pasó por todos los estados en pandemia, vuelve a soñar
El Sabalero está a 90 minutos de volver a meterse en una semifinal. Las claves: la figura de un entrenador que acá encontró su lugar en el mundo, la resiliencia del "Pulga" de enero hasta acá y la mano de Vignatti para acomodar el barco con la venta de Vigo, su último gran acierto.
Colón, que pasó por todos los estados en pandemia, vuelve a soñar
En tiempos egoístas, mezquinos, fríos y pandémicos, el gran poncho para calentar el alma de una parte muy importante de Santa Fe se llama Colón. Como alguna vez inmortalizara el inolvidable "Sordo" Juan Carlos Romano desde estas mismas páginas: "Colón es el poncho de los más humildes, necesitados, de los más pobres...". Todas esas miserias salieron a dar vueltas de la peor manera en la pandemia. Es por eso que el hincha, que pasó por todos los estados de ánimo posible en los últimos años, se permite una licencia: volver a soñar.
Y eso que en la tormenta de "La Olla" algunos prometieron nunca más ilusionarse. Pero ese juramento paraguayo ya es hoy una traición santafesina. Colón, siempre, es más fuerte. Volvieron a "embalarse", a engancharse, sueñan. Como cuando esa primera novia te dice "no" y vos pensás que se te acaba el mundo. Que no habrá otra mujer. Colón es éso: "metejón", amor que explota, desilusión, bronca, engaño, enojo. Pero siempre vuelven ellos, en esta ciudad de pobres corazones futboleros, al primer amor. Y para ellos, antes que madre, esposa e hijos, el primer amor se llama Colón.
José Ignacio, amigo y abogado, me sigue asegurando que su DNI ya tiene fecha de defunción: "Yo siento que me morí el 9 de noviembre del 2019 en La Olla, en el estadio de Cerro Porteño, el día de la Final Única de la Copa Sudamericana". Puede que muchos piensen o sientan lo mismo. Aunque no lo digan. Y puede que otros, con la receta de esa famosa frase "que el paso del tiempo cura todo", ya hubieran sanado recordando ese éxodo mundial con 40.000 fieles en un templo prestado para una misa que ya es leyenda.
"Te juro que esta vez sí, para mí y a mi edad, fue la última. Yo no lo voy a ver campeón a Colón, se me pasó la vida con Colón. Ustedes quizás sí, porque tienen años por delante". Acaso ese padre que acarició al hijo en La Olla o ese abuelo que cobijó el llanto del nieto ya no está entre nosotros. Se fue del Cullen directo al otro lado, por culpa de Coronavirus. Para él, como el Colón-Talleres de este sábado, no hay mañana.
El lunes 16 de marzo del año pasado (2020 para aclarar, porque nos robaron ya un año de almanaque), Colón estaba en puesto de descenso. Volvió Eduardo Domínguez esa noche, en Arroyito, para que Colón pueda resucitar: 3-1 a Rosario Central. Así, el Sabalero, consumaba el milagro de ganar un partido de visitante después de dos años y pico. Al toque, se paró el mundo y empezó la pandemia.
Antes y después de Central, pasó de todo. Del estallido con sueño de campeón en La Olla a mirarse en descenso en un puñado de meses sin que nadie avisara nada. De todo a nada, sin peaje. Bien aplicable lo de la frase: "De la gloria a Devoto". Así, bien a lo Colón, sin término medio. Del rojo de sangre pasional al negro del luto. En Modo Colón.
La llegada del "Barba" le devolvió al hincha y al fútbol profesional de Colón muchas cosas en este tiempo. Pero lo más importante que le dio Eduardo Domínguez a la gente sabalero pasó por recuperar el sueño, la fe, la ilusión. De ir por "éso" que nadie quiere nombrar. Con un rendimiento que supera el 66 por ciento de efectividad (le dio 28 puntos a costo dólar blue para el promedio), consiguió que la gente vuelva a creer en algo que dijo no iba a creer más. Y llegó hasta acá, siendo durante la primera parte de la Copa de la Liga el equipo-sensación del fútbol argentino con una racha "a lo Domínguez". Ahora, vive estas horas de carnaval desde la virtualidad: está a 90 minutos de volver a jugar una semifinal. Como pasó en septiembre del 2019 en esa noche épica en el Mineirao.
Esa noche, un tal Wilson Morelo fue determinante armando un penal en juego; ahora, la rueda giró varios meses después y el cafetero pide pista para "meterse" en el once. ¿Por qué Colón, que pasó por todos los estados de ánimo, antes y después de la pandemia, vuelve a soñar?.
El primer mojón, indiscutible, se llama Eduardo Domínguez: reconstruyó a Colón pisando las mismas tumbas de la gloria en el Cementerio. Cuando llegó el "Barba", Colón estaba vacío. Sus números, con más de 65 por ciento de puntos, hablan solos.
El segundo peldaño nació en Simoca y se llama Luis Miguel Rodríguez. En Colón, más allá de recibirse de goleador con la sangre y luto, el "Pulga" se doctoró en resiliencia. Fue capaz de reinventarse, como jugador, como delantero y como líder de un vestuario que lo idolatra más que los hinchas. Entre la Copa Diego Armando Maradona y la Copa de la Liga llegó a 13 goles (sólo dos de pena), algo impensado para sus 36 años. Gambeteó el conflicto de enero, acordó un "pacto para vivir con Vignatti" y refundó el equipo desde adentro.
El tercer escalón se llama José Néstor Vignatti, acumulador serial de cartas-documentos, juicios y reclamos en el peor momento de la pandemia. Hubo días, donde los carteros chocaban en la sede con los papelitos. El presidente de Colón, que pareció perder la mano para incorporar, dejó en claro que la tiene "caliente" para vender: en el peor rmercado de pases de la historia, vendió en el mercado interno un player de dos millones de dólares. Increíble pero real. Pero fue así, cuando hizo desembarcar a Alex Vigo en el River de Gallardo.
Acomodó el cuadro, levantó "muertos" y cambió su estilo: "De ahora en más, los premios van a estar firmados en un papelito con los jugadores". Con esa onda "verde" que entró por Vigo, de paso, documentó la pesada herencia (leáse deuda) con el entrenador y ya le puso arriba de la mesa el contrato mejorado y extendido con fecha de vencimiento mes de diciembre de 2022.
Así, luego de pasar por todos los estados de ánimo posibles en pandemia, Colón vuelve a soñar. El restaurador Eduardo Domínguez les devolvió la fe a los fieles. Otra vez, en un abrir y cerrar de ojos, a 90 minutos de una semifinal. Para algunos, quizás, con presión desmedida. Es "mata-mata", con timba de penales a la vuelta de la esquina. Una vez más, ese corazón que se quedó en pausa en la lluvia de La Olla en Paraguay el 9/11, vuelve a latir. Hay cosquilleo. En tiempos pandémicos de tanta tristeza, silenciosos interminables, enfermedades, contagios y muerte, para una importante de esta ciudad de Garay la única alegría en varios meses se puede llamar Colón.
Porque siempre, pase lo que pase, se vuelve al primer y único amor...