Era una necesidad, casi una obligación. Las dudas carcomían a todos y erosionaban los cimientos más frágiles de la confianza. Venía de golpe en golpe este plantel. Había que ganar. Y si es posible, bien. Y si había más posibilidades, también jugando bien. No era pedir mucho. Era pedir lo que se necesitaba, lo que aliviaba el momento de incertidumbre, lo que podía calmar la situación y traer un poco de paz. Y se consiguió todo. El 3-0 (que pudo ser mayor) fue la clara muestra de la diferencia que hubo entre los dos. Colón logró que Municipal manifestara su expresión más mediocre y limitada. Eso fue lo bueno. Porque se dirá –con razón- que el rival ofreció muy poca resistencia debido a su bajo nivel y a sus pronunciadas carencias. Pero ahí estuvo el mérito de Colón, de hacer notar y que aparezcan esas deficiencias en toda su dimensión.
Hubo intentos claros que marcaron la mejoría: 1) se trató mejor la pelota; 2) hubo convicción en los volantes para “romper líneas” y aparecer mano a mano con el arquero rival; 3) se mejoró defensivamente y el equipo volvió a ser sólido en ese aspecto. Se jugó más corto, más juntas las líneas. Y eso llevó irremediablemente a tocar corto, muchas veces rápido y de primera, sin abusar del pelotazo y sin acelerar los tiempos. La paciencia fue el mejor de los dones recibidos por el equipo. Demoró para encontrar profundidad (el gol de Estigarribia luego de una gran habilitación del Pulga fue la primera llegada a fondo de Colón y del partido), pero luego pudieron ser uno o dos goles más para llegar a una goleada que hubiese sido histórica. Todo esto frente a un rival plagado de debilidades y de una excesiva falta de agresividad ofensiva.
En realidad, casi todo el primer tiempo se jugó sin arcos. Colón trataba de progresar a través del toque corto y asociado, con Celis (buen partido) de eje central y mucho protagonismo de Bernardi, Zuqui y Estigarribia. Pero ni el Pulga ni Chancalay encontraban el espacio para meterse con chances en el área. Así se jugaba el partido, en la mitad de la cancha y lejos de los arcos. Ni Colón ni Municipal se agredían, parecían soldados en la guerra y con armas de juguete.
Tenés que leerLos goles de Colón ante Deportivo MunicipalCuando el partido se abrió, ya con el resultado a favor de Colón, aparecieron espacios poco habituales para que los volantes empiecen a jugar libres de marcas, encarando directamente a los defensores y desnudando un cansancio notorio en el rival, algo que no se sintió en Colón. El Pulga fue determinante (un gol y dos asistencias), pero Bernardi arrancó decidido cada vez que pudo, Estigarribia apareció con más espacios para jugar y otro tanto ocurrió con Chancalay. Ahí fue que Lavallén hizo una modificación táctica, al mandar a Chancalay a la derecha para que arranque desde allí y que Bernardi se vuelque un poco más al medio, con Zuqui y Estigarribia, quedando Celis detrás de ellos. Y Colón, aprovechando los espacios que quedaban a espaldas de los volantes de Municipal, con un 4-1-4-1 fue todavía más ofensivo de lo que había sido con el 4-4-2 con el que inició el partido.
El cambio fue brusco. Ayudó la escasa jerarquía del rival, pero no hay que restar méritos a lo que intentó y logró Colón. Se notó el mensaje de Lavallén: pelota contra el piso, equipo corto, juego asociado y volantes decididos a gravitar rompiendo líneas y apareciendo en el área rival. Estigarribia y Bernardi lo hicieron con goles, mientras que Zuqui estuvo como asistidor en el del Pulga. Desde aquella jornada apática y olvidable contra Aldosivi, a esta en el estadio Nacional de Lima, hubo diferencias. Grandes diferencias. Todavía resta mucho, pero Lavallén dio el primer paso adelante con el que recupera el espacio que dejó el viernes pasado con varias elecciones que no fueron felices.
Muchos creerán y dirán que no hay méritos, pues no se jugó contra “nadie”. Y no es así. La excesiva tibieza e inexpresión del rival también cuenta, pero si Colón hubiese continuado en la senda de la negatividad y el desconcierto, el pobre Municipal hubiese tenido la chance de ser millonario por un ratito. Colón no lo dejó, supo someterlo y consiguió un triunfo reparador por donde se lo mire. En los pies y en la cabeza.