Enrique Cruz (h)
La noche que Cococho le hizo dos goles al Pato Fillol, los 11 goles que se marcaron en dos partidos del 75, los dos de “Villita” en el 78 y las actuaciones memorables de Saralegui y Castillo en la victoria más recordada.
Enrique Cruz (h)
Los antecedentes en Santa Fe no eran buenos para Colón. Se habían dado, en 1973 y 1974, dos resultados negativos por la mínima diferencia y con sendos goles del “Puma” Morete. Tampoco eran buenos tiempos para River, porque en 1974 se llegaba a la friolera de 17 años sin ser campeón. ¡Imagínese lo que sería, para un club como River, que hoy esté semejante cantidad de tiempo sin ser campeón! un desatino deportivo inesperado, como lo fue su descenso. Pero volvamos a aquellos inolvidables tiempos de grandes equipos y grandes partidos.
Colón y River supieron armar encuentros memorables en Santa Fe por esos años. El 75 fue ejemplar en ese aspecto. River le ganó a Colón 4 a 3 en el Monumental y empataron 3 a 3 en el Centenario. Vayamos a ese partido, el del 3 a 3 que se jugó el 21 de mayo de 1975.
“Vengo a la cancha porque, al igual que al público en general, también a nosotros, los gobernantes, el fútbol nos sirve para descargar tensiones”. ¿A quién pertenecen estas afirmaciones?, al doctor Carlos Sylvestre Begnis, por ese entonces gobernador de la provincia y asistente al partidazo que se jugó en un Centenario que se desbordó de público y dejó una recaudación de más de 78 millones de pesos, constituida en récord por ese entonces.
El arco que da al ahora Fonavi Centenario, fue el lugar en el que Cococho Álvarez dejó dos veces sin chances a Fillol para convertir los primeros dos goles de Colón. El de Jota Jota Paso (donde en aquél momento estaba la tribuna de madera en la que se ubicaba la tradicional barra Santa Rosa de Lima), fue el arco en el que el Gringo Mariano convirtió el 3 a 3 definitivo de ese gran partido.
“Colón fue el grande”, tituló El Litoral al día siguiente, destacando de “sobresaliente” la actuación de un Colón que era dirigido por el Gitano Juárez y que en la fecha siguiente también igualó, ante Banfield en Buenos Aires: ¡4 a 4!
Costantino; Aráoz, Villaverde, Mariano y Fernández; Mazo, Zimmermann y Cococho Álvarez; Coscia, Saldano y Carlos López fueron los once que dispuso Miguel Antonio Juárez, el inolvidable “Gitano”. Después entraron el “Patito” Brítez y Daniel Borgna, otro de los virtuosos que tenía aquel destacado plantel.
A propósito, días antes le habían efectuado un reportaje al Gitano en el diario La Razón y había señalado que “Colón puede ser campeón del torneo Nacional”. Aquél encuentro fue por el Metropolitano que, finalmente, se adjudicó River —al igual que el Nacional— poniéndole fin en forma brillante a ese período nefasto de 18 años sin perder, justamente de la mano del inolvidable Ángel Amadeo Labruna.
¿Cómo formó River?, anoten estos nombres: Fillol; Comelles, Perfumo, Artico y Jometón; Jota Jota López, Raimondo y Alonso; Pedro González, Morete y Más, entrando luego Mostaza Merlo y “Tomate” Pena, el papá de “Tomatito”, quien falleció muy joven, electrocutado. Un equipo al que luego se anexó Passarella, que ese año estuvo cerca de pasar a Unión, era suplente en River y el Flaco Menotti lo ponía de titular en la Selección.
Pasaron poco más de dos años y otra vez un Colón-River inolvidable en Santa Fe.
River fue ganando el partido en las tres oportunidades, con dos goles de Morete (por aquel entonces, un verdadero verdugo sabalero) y el Beto Alonso. Dos veces Cococho Alvarez y en última instancia Mariano, fueron los que consiguieron los empates para un 3 a 3 que convirtió a aquel encuentro en uno de los destacados del certamen.
Pasaron poco más de dos años para otro encuentro inolvidable entre Colón y River en el Brigadier López. Fue el 2 de noviembre de 1977 y ganó River 3 a 2. En River seguía Ángel Labruna como entrenador, mientras que en Colón se había producido el regreso de otro hombre que, al igual que el Gitano, se lo recuerda con mucho cariño en el club: Juan Eulogio Urriolabeitia (que también fue entrenador millonario).
“Titánica lucha en un partido memorable”, fue el título de El Litoral, destacándose nuevamente que se habían batido todos los récords de recaudación. Ya la cancha tenía una estructura diferente. El doctor Eugenio Daniel Marcolín, un joven —por ese entonces— presidente sabalero, había construido la tribuna de cemento norte. Y en el lateral este se habían colocado las estructuras de madera que imperaron por mucho tiempo hasta que se construyó, ya en los 90, la actual infraestructura de cemento. ¿Saben cuánta gente pagó entrada esa noche?: 25.505. Todo un récord.
El partido estaba empatado en el primer tiempo por los goles de Víctor Rodolfo Marchetti para River y la “Chiva” Di Meola para Colón. En el complemento, volvió a desnivelar Marchetti, empató Aricó y tras cartón llegó el gol de Leopoldo Jacinto Luque para darle el 3 a 2 definitivo al partido. Precisamente, las virtudes de Aricó para señalar goles de tiro libre (se cansó de hacerlos en Colón, al igual que Roldán en esos tiempos) y de Leopoldo Luque, quien atravesaba por un gran momento e hizo un gol espectacular para definir el partido, fueron algunas de las figuras individuales desequilibrantes en un partido inolvidable.
Andrada; Aráoz, Di Plácido, Zimmermann y Fernández; Villarruel, Roldán y Di Meola; Vega, Luñiz y Aricó fueron los once que dispuso el Vasco Urriolabeitia para jugar el partido. Por su parte, Angelito Labruna dispuso a Fillol; Comelles, Lonardi, Passarella y Héctor López; Juan José López, Merlo y Marchetti; Pedro González, Luque y Ortiz.
Naturalmente, el repaso no puede prescindir de dos partidos que el pueblo sabalero jamás olvidará. Los que peinan canas ya, se acordarán del 5 a 2 del 12 de marzo de 1978. Coincidían los entrenadores del año anterior (Urriolabeitia y Labruna), pero había algunos cambios en los equipos. Por ejemplo, en Colón aparecía Vergara como primer central y Monzón ocupando el sector derecho en el ataque. También River mostraba a Sabella como integrante de un mediocampo de poca marca con Merlo y Alonso, más la aparición de Coscia, un ex Colón, como integrante del tridente ofensivo junto a Pedro González y Marchetti.
Fue espectacular la reacción de Colón, porque perdía 2 a 0 con goles de Alonso y Marchetti. Luego llegaron los goles sabaleros: dos de Villarruel para poner el 2 a 2 con el que concluyeron los primeros 45 minutos. Y después, Aricó, Luñiz y Di Meola para el 5 a 2 definitivo, en un River que ya no tenía al Pato Fillol en el arco (afectado a la selección) y contaba con Juan Carlos Delménico como titular.
El último antecedente es el 5 a 1 con “baile” al River de las estrellas en 1997. Fue el 11 de mayo y la actuación del equipo de Pancho Ferraro resultó inolvidable. Leo Díaz; Ibarra, Medero, Rodríguez Peña y Unali; Aquino, Castagno Suárez, Uliambre y Saralegui; Castillo y Müller fueron los responsables de un 5 a 1 notable, frente al River de Bonano; Hernán Díaz, Trotta, Altamirano y Sorín; Monserrat, Astrada, Berti y Gallardo; Francéscoli y Salas, con los ingresos posteriores de Cruz, Solari y Gancedo, bajo la conducción de Ramón Díaz. Tres de Saralegui y dos de Castillo redondearon una victoria memorable y casi se podría decir que irrepetible. River no perdió más a partir de allí y fue campeón con un sprint final tremendo.
Ese año, Colón peleó el campeonato y salió subcampeón, lo cual le permitió no sólo la clasificación para la Conmebol, sino también disputar, a fin de año y en cancha de Lanús, el recordado desempate con Independiente para ver quién acompañaba a River a la Libertadores. Eran sólo dos los equipos que clasificaban y como River había sido el campeón absoluto (ganó el Apertura 96 y el Clausura 97), debían dirimir los dos subcampeones. Lo hicieron y ganó Colón 1 a 0 con gol de Saralegui, clasificando a la Libertadores del 98.
Apuntes de una historia que se puede empezar a rememorar desde aquella primera vez, en julio de 1966, cuando Colón venció a River con gol de Orlando Medina. El inolvidable Jorge Omar Sanitá, caudillo y capitán de aquél equipo que ascendió el año anterior, contaba siempre que “esa tarde, dormimos el partido con Néstor Martín Errea, nuestro arquero. El me daba la pelota y yo se la devolvía. Eran tiempos en que el arquero podía recibir y tomar con las manos el pase de un compañero. Hicimos el gol a los 10 minutos del primer tiempo y el partido ‘no se jugó más’. Así de literal. En River atajaba el gran Amadeo...”.