Colón fue una lágrima y no frena su decadencia: derrota ante Tigre en Santa Fe
Nada de fútbol en el medio, falto de solidez en defensa, con rendimientos individuales cada vez más bajos en un plantel lleno de limitaciones y un DT que ya no tiene la lucidez de otros momentos. Hubo silbidos e insultos.
Colón termina el torneo de la Liga Profesional con una bajísima productividad que, inclusive, hasta pone en jaque la continuidad del entrenador. Gorosito fue de mayor a menor. Crédito: Manuel Fabatía
Duró apenas un ratito de cinco o seis minutos el ímpetu de Colón. Primero fue un remate de Galván por encima del travesaño y enseguida el gol anulado a Wanchope por clara posición adelantada previa de Pierotti, quien le había dado el pase para que el delantero la empujara al arco de Rojas. Fue una ráfaga que presagiaba algo bueno. Y se quedó en eso, sólo en un esbozo, en un presagio. Todo lo que vino después fue imprecisión, impotencia, poca claridad para jugar y mucha menos agresividad para lastimar a un rival que fue ajustando marcas en el medio y atrás, hasta obligar a Colón a jugar demasiado lejos del arco rival y con pocas pretensiones.
Prediger (figura del partido) se fue haciendo dueño del mediocampo, Tigre manejó con más precisión la pelota y el partido se hizo demasiado de mediocampo y plagado de imprecisiones, sobre todo por el lado de Colón. Poco y nada de Perlaza, menos de Galván (arrancó por izquierda y enseguida se tiró un poco más hacia el centro), bien tapado Meza por derecha, sin sorpresa lo de Pierotti y Troncoso sin poder encontrar la pelota con los espacios y la comodidad suficiente.
Tigre, también con poco, empezó a verse más cómodo que Colón en el partido. Y aprovechó la situación que tuvo para convertir el gol con el que se fue ganando al vestuario. Todo empezó con un remate de Aaron Molinas desde afuera del área que Chicco desvió muy bien al córner. Se ejecutó el tiro de esquina y en la segunda jugada, luego de un rechazo parcial, llegó el centro muy bien ejecutado por Alexis Castro que se encontró con una tibia reacción, tanto de Goltz como, sobre todo, de Nacho Chicco. Badaloni aprovechó para meterse entre los dos, “peinó” la pelota y la metió en el arco sabalero.
Iban 36 minutos y la reacción de Colón fue nula hasta el final de la etapa. Las imprecisiones y el nerviosismo creció, la impotencia y la lentitud gobernaron y ese Colón obnubilado fue el reflejo pálido que dejó insatisfecha a su propia gente, que entre el flojo partido del equipo y el resultado negativo, terminó manifestando su disgusto y preocupación al cierre de ese primer tiempo que obligaba a un serio replanteo para afrontar la segunda mitad del partido.
El anticipo de Troncoso para cabecear un centro de Meza y poner el 1 a 1, hacía vislumbrar otro panorama para el complemento. Duró muy poco. Colón jamás pudo hacer pie en el partido. Y el cabezazo de Armoa (mucha pasividad defensiva en la jugada) le dio el segundo gol a Tigre en una jugada muy particular, que arrancó con un reclamo de los jugadores y el cuerpo técnico de Colón porque un centro de Meza rebotó en la mano de un jugador de Tigre, adentro del área, quien estaba dado vuelta y con las manos en sus espaldas en clara intención de esconder los brazos para evitar que la pelota le rebote en esa parte del cuerpo. Desde ese momento, el partido continuó jugándose durante unos tres minutos, aproximadamente, hasta que llegó el gol de Tigre. Y ahí se terminó todo para Colón.
Pipo sacó a Wanchope, de local y con el partido 1-2. Lo puso al Conejo Benítez, otro delantero, pero la pregunta es: ¿se justificaba la salida de Abila, por más que estuviera haciendo tan poco, perdiendo el partido en su propia cancha?. Después lo puso a Neris por Troncoso, pero sin aportar soluciones. Mientras tanto, Tigre seguía manejando la situación, más pulcro en el manejo de la pelota y justificando claramente la victoria que se redondeó con un golazo de Cardozo, colocando con gran categoría la pelota en el ángulo superior izquierdo de Nacho Chicco desde la puerta del área grande.
El grito de “que se vayan todos, que no quede ni uno solo” se hizo escuchar. La gente de Colón manifestó su claro disconformismo por el muy flojo partido que hizo el equipo. Apenas si se pueden rescatar los dos comienzos, pero con pasajes muy cortos de tiempo y sin un fútbol fluido en la mitad de la cancha. Los silbidos fueron el rechazo a otro paso en falso de un equipo que apenas pudo ganar un solo partido de los últimos once que jugó (de local ante Estudiantes) y que, ubicado en la antepenúltima posición de la tabla, se ubica apenas tres puntos por encima de Huracán, que hoy estaría perdiendo la categoría por la tabla acumulada.
Sin la frescura que podía aportar un Farías que vio el partido desde el banco de suplentes, ya transferido al Inter de Miami, este Colón desdibujado, con rendimientos individuales en decadencia, muy poca solidez en todas las líneas y con pérdidas que se hicieron sentir durante el desarrollo del torneo (como la de Juan Pablo Alvarez), termina el torneo de la Liga Profesional con una bajísima productividad que, inclusive, hasta pone en jaque la continuidad del entrenador. Gorosito fue de mayor a menor. Encontró soluciones y logró que el equipo levantara el nivel a partir de buenas decisiones y el mejoramiento de las individualidades. Paulatinamente, la sucesión de empates, la falta de victorias y la decadencia y agotamiento de aquellas medidas positivas que Pipo adoptó y que resultaron beneficiosas en su momento, hicieron que el equipo se fuera cayendo y brindando una imagen muy desteñida y preocupante.
De esto deberán tomar notas todos, empezando por la dirigencia. Ahora, con dinero por la venta de Farías, habrá que aprovechar el mercado de pases como no se lo aprovechó desde el mismo momento en el que el club consiguió su primera estrella, provocando un bajón progresivo del nivel que lo ha llevado a esta situación que es preocupante y peligrosa.
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