Sábado 25.4.2020
/Última actualización 17:10
El fútbol argentino estaba en crisis en ese 1973. A nivel nacional, se preparaban las elecciones que culminaron con la victoria del Frejuli, con la fórmula Cámpora-Solano Lima. Se recuerda especialmente aquél Metropolitano por la formidable actuación del Huracán del Flaco Menotti, con Basile, Chabay, Brindisi, Babington, Houseman, Avallay y Larrosa, entre otros. El Globo fue campeón después de 45 años. Y otra perlita de ese torneo: se suprimieron los descensos.
Cualquier parecido con la actual realidad, es sólo coincidencia. Colón arrancó el torneo empatando con Racing y con Vélez, luego perdió en La Plata ante Gimnasia, volvió a caer ante Huracán en Santa Fe, con River en el Monumental, consiguió un nuevo empate con All Boys en el Brigadier López, luego perdió con Central en Arroyito e igualó con Chacarita en Santa Fe. En la novena fecha —y sin victorias todavía— el equipo dirigido por José María Silvero (estuvo después del Vasco Urriolabeitia, que se había ido a River y antes del regreso del recordadísimo entrenador que revolucionó el fútbol de Colón por aquellos tiempos) fue a la Doble Visera para enfrentar a Independiente, el equipo que ese año ganó la Libertadores (al Colo Colo) y la Intercontinental (a la Juventus con la pared Bochini-Bertoni).
El Litoral. Rodeado de tres grandes figuras: Pedro Pablo Pasculli, Enzo Trossero (compartió plantel en Colón) y Leopoldo Jacinto Luque.Rodeado de tres grandes figuras: Pedro Pablo Pasculli, Enzo Trossero (compartió plantel en Colón) y Leopoldo Jacinto Luque.Foto: El Litoral.
El partido se jugó el 21 de abril de ese 1973 y lo ganó Independiente 2 a 0. En el Rojo jugaba un tal Líber Arispe, un uruguayo que había iniciado su carrera en Colón de Montevideo, pasó por Defensor y luego tuvo un esporádico paso por Independiente en 1973. Había debutado contra Argentinos Juniors, ese mismo año, aprovechando que los titulares disputaban la Libertadores. Y el último partido lo jugó en agosto: apenas nueve encuentros como para que no lo recuerde casi nadie. Pero el mundo del fútbol lo tiene presente: ese 21 de abril lo quebró a Gustavo Ripke y provocó que, a los 25 años, se terminara su carrera como futbolista.
—¿Cómo fue la jugada, Gustavo?
—Sobre la vieja platea techada y en el sector donde está el arco de la vieja visera, bien adelante de los bancos de suplentes. La pelota sale hacia un costado, yo voy a buscarla corriendo en forma perpendicular a la pelota y Arispe viene al costado, o sea que no lo veo venir. Cuando rechazo, ‘me la pone’... Fue como un golpe de karate.
—Dicen que se escuchó el ruido...
—Hubo un murmullo... Y como estaban los micrófonos de la televisión ahí cerquita, porque el partido fue televisado y era un sábado a la noche, se escuchó... ¡Mi mujer escuchó el “crack” de mi pierna!
—En el momento, nada...¡Te lo juro!... Pero cuando quise levantarme no pude. Tenía el pie para un lado y la rodilla para el otro. Ithurralde vino corriendo gritando “¡párese!”... De ahí me internaron en el sanatorio Güemes, me enyesaron y me quedé en Temperley a hacer la recuperación en la casa de mis viejos... Viendo la película de Colón, a partir de lo que ustedes publicaron en El Litoral, lo ví a Ovidio, que era el capo de la Santa Rosa de Lima... ¿Sabés lo que hizo?
—Al partido siguiente de Colón en Buenos Aires o en La Plata, no me acuerdo bien, se fueron a mi casa en Temperley... Estuvieron dando vueltas desde las 5 de la mañana buscando la casa... ¡Toda la barra...! Hasta que la encontraron y me saludaron antes de seguir viaje.
—¿De entrada te dijeron que no ibas a poder jugar nunca más?
—No, no. El profesor Echevarría era el preparador físico de Silvero, el mismo que Bilardo llevó a la selección. El me dijo que no me hiciera problemas, que en 60 días volvía a jugar... En el estadio me habían atendido el doctor Pizzi, el papá de Juanchi, que era el médico nuestro y el doctor Fernández Schnoor, que era el de Independiente. Pero me llevaron al Sanatorio. La cuestión era que a los 15 días tenía que ir a la Afa para que me pusieran el taco para poder pisar. Ahí me encontré con el doctor Pintos, el hijo de Fidel. “Gustavo, ¿qué hacés acá?”, me dijo. Fue a buscar la ficha y me dijo que me vaya y regrese a los 15 días, que era prematuro. Ahí, cuando llevaba 30 días, me pusieron el taco en la Afa...
—Yo sentía una molestia cuando pisaba y me la aguantaba, pero me dolía un montón. A los 30 o 35 días de la lesión vuelvo a Santa Fe y lo voy a ver a Pizzi. Me sacó una radiografía y lo primero que hace es preguntarme si ya me habían sacado una radiografía antes, y yo le dije que no. Cuando regreso esa misma noche, antes de que llegue a mi casa, Pizzi me llamó y mi mujer me dijo que vuelva a verlo a su casa. Entré y me dijo: “Sentáte que te tengo que dar una noticia: debo volver a quebrarte, no para que vuelvas a jugar sino para que puedas volver a caminar”.
—¡Ni te imaginás...! Cuando me quebró de vuelta, estuve como cinco días que me descomponía del dolor. ¡Estuve siete meses yendo a rehabilitación sólo para poner la pierna en ángulo recto!... Con siete meses de yeso, se me atrofiaron los ligamentos. Y no te miento: estuve como quince años levantándome de la cama y caminando en puntas de pie por varios minutos hasta que se me estiren los ligamentos.
—¿Y no jugaste nunca más?
—En el ‘75 me llamaron de Rafaela para jugar un amistoso con el Unión del Toto Lorenzo... El “Gato” Magdalena, que era representante, me quería llevar a Chile y también tenía un ofrecimiento de Los Andes... Me vio también el médico de la selección... ¿Sabés lo que me dijo?
—¿Te desmoralizó de vuelta?
—Me dijo: “Gustavo, si vos estuviste siete meses enyesado, olvidáte de jugar y agradecé que pudiste volver a caminar”.
—Con 25 años te querías morir...
—¡Obvio!... Pero bueno, pasó el tiempo y apareció esa chance que te decía de Los Andes y jugué el torneo de la B en el 75. Como no tenía flexibilidad en los ligamentos, me ponía un taco de goma en el talón del pie y además me infiltraba... Era muy difícil, casi imposible... Cuando pasaba el efecto de la infiltración no podía más del dolor.
—¿Te fue a ver?, ¿te pidió disculpas?
—Sé que fue al sanatorio al día siguiente, pero yo estaba bajo los efectos del calmante, no lo podía ver y lo atendió mi familia... Pero al poco tiempo, Independiente vino a jugar por esta zona y yo tenía el negocio de ropa deportiva en la Galería Ross. En ese momento, estaba atendiendo.
—Me saludó y me preguntó cómo andaba... Entonces lo miré y le dije, “acá estoy, ¡mirá cómo me dejaste!... Y cuando le digo eso, me dice: “Y bueno, son cosas que pasan en el fútbol”. Nunca me pidió disculpas...
—¡Por supuesto...! Le dije: “Bueno campeón, como vos mismo decís, por esas cosas que pasan en el fútbol si alguna vez nos toca jugar en contra otra vez, si yo juego por la derecha, andáte del otro lado!”... Dio media vuelta y se fue... Con el tiempo me encontré con Brindisi y me contó que era un tipo que había tenido encontronazos en los entrenamientos...
—Si lo hubieses visto en la jugada, ¿te dabas cuenta si venía con “mala leche”?
—La pelota queda picando entre los dos... Hacé de cuenta que la pelota era una pelotita de golf y que yo le voy a pegar con el palo, ¿entendés?, como si estuviese jugando al golf. Y ahí me la pone arriba y me quiebra. Fue como un “hachazo”... Para colmo se dio todo mal, porque Arispe no era titular, porque ahí jugaba el Chivo Pavoni... ¡Medía 1,40 Arispe!
—En la crónica de El Litoral se reflejó claramente el hecho y el título fue: “¡Ni tarjeta amarilla para Arispe!”...
—Ithurralde viene corriendo enseguida, pero como te dije antes, me pide que me levante... Y mis compañeros también, pero dándose cuenta de que era grave... Después también me enteré de que a Silvero lo tuvieron que frenar porque se lo quería comer crudo...
—Andaba bien, era titular, tenía la virtud de pegarle bien a la pelota y un buen cambio de ritmo... En ese momento se pegaba mucho, así que creo que en el fútbol de hoy hubiese rendido más todavía... Te cuento una anécdota: nosotros en el año anterior estuvimos muy cerca de jugar las semifinales del Nacional. Pero resulta que si el primero le sacaba una determinada cantidad de puntos al segundo, éste no clasificaba (N. de R: Boca fue primero con 22 y Colón segundo con 18, en la zona B. Clasificaron River, Boca y San Lorenzo a la final. River le ganó a Boca y luego San Lorenzo ganó la final con gol de Luciano Figueroa). Fue un absurdo, porque podríamos haber peleado el título de campeón. La cuestión, como te decía, es que nos íbamos de pretemporada a La Cumbre y como mi mujer había tenido familia, le pido a Silvero y a Salerno, que era el presidente, que me deje ir con mi familia.
Accedieron. Hacíamos doble turno y yo era el primero en subirme al micro y el último en bajarme. Estaba muy bien en ese momento. Y en una edad bárbara.
—¿Ya se había ido la Chiva Di Meola en el 73?
—Claro, porque se lo lleva el Vasco a River... Vos sabés que en el pase de la Chiva, había un compromiso de un amistoso, creo que lo jugamos en la cancha de Atlanta... En un momento del partido, Hugo Villaverde, que había aparecido justamente en ese año, lo cruza fuerte a la Chiva. Entonces me acerco y le digo: “¡Hugo... Es Di Meola!”... Entonces, me mira y me dice: “No importa, tiene la camiseta de River”...