"El día que Colón salga campeón, se acaba el mundo..."
De jugar una final sudamericana con 40.000 personas en La Olla a gritar campeón en San Juan contra un grande como Racing. Cambia la historia para una parte muy importante de Santa Fe.
"El día que Colón salga campeón, se acaba el mundo..."
Antes de ese slogan "Colón, cumbia y porrón" había otro cantito de bebida: "Para ser hincha del Negro... dos cosas hay que tener... vino tinto en la heladera y un...". Eran esos años duros, de tablones, del ascenso. Yo era chico y ponía LT9 para escucharlo a Ricardo Porta (de pie señores: el más grande por los siglos de los siglos). De esperar el lunes, que llegara Notitrece para que el "Gallego" Eduardo González Riaño nos mostrara los imágenes y los festejos en "Frente al Arco" (un grande el "Gaita") por Canal 13. Y de comprar EL Litoral... siempre El Litoral... para que el "Gordo" Alejandro Villar (te seguimos llorando "Pirulo") agarrara con su cámara el gol desde atrás del arco. Comprabas El Litoral del "canillita", lo mirabas, se lo alcanzabas a los viejos y cuando te mirabas los dedos parecía el paso previo a Batán o Caseros como el peor criminal. ¡Era hermoso es olorcito a papel recién impreso!.
Las únicas redes que conocíamos eran las de los arcos. Sólo había teléfonos fijos. Nos pegábamos a la radio: esperar por Colón era ir al almacén del barrio y asegurar la bocha: "Doña, de las coloradas, las Eveready... una pila de vida". Escuchar, en la voz del estadio, la publicidad de "se bebe Franja Amarilla..." era mejor que un recital de Frank Sinatra, Serrat, Sabina, Fito y Charly juntos.
Y esperar ese ruidito "salvador" a la hora de la siesta en la casa de la abuela: sonaba la "cornetita" a lo lejos y avisaba que estaba llegando Papá Noel (sólo de blanco) pero en bicicleta. Ahí, escuchabas las palabras más lindas de tu vida: "¡Hay palito, bombón, heladoo!". Esa "o" de helado se estiraba más que el aguinaldo. De ahí, al Brigadier.
Eso era Colón, parte de tu vida. Cada tres partidos que te llevaban a la cancha, comprabas un gorrito nuevo. Y la bandera con el palo. Con eso, sólo con eso, éramos felices.
La cancha tenía tablones, pasillos, arena. Por donde salen ahora los equipos había una especie de torre/mangrullo. Era la vieja voz del estadio, donde mucho antes en años, un cartel de chapa anunciaba los otros resultados. Ahora, ahí cerca, está "Colón Store", en "inglis" gordo. ¡No sabés la pizzería que había antes en la esquina del Cementerio!. Era, antes o después, una de jamón y queso con cerveza. Nada de "Carlitos", ni "voladores". La verdad... eso era Disney loco, te lo juro. Panza llena, corazón contento y a la tribuna.
Pasaban los años... se sufría. Siempre se sufría con Colón. El rival de toda la vida en la "A" y Colón hundido, condenado y arruinado en el ascenso. Todos los años lo mismo: 14/15/20 jugadores nuevos para poder subir. Y nada. Era Villa Dálmine acá, los goles de Almirante Brown allá, los paracaídas "mufas" y otra vez la "B". La cancha llena, siempre llena. En un arco, simplemente "La Santa Rosa" (de Lima, obvio). Eran tiempos del "Indio"... del "Ovidio". No había armas, ni merca, ni muertes. Había trompadas. Cuando ellos llegaban, "arafue" del para-avalanchas. En el peor de los casos, un "bife" o un reto: "¡Acá hay que cantar nene!". Hasta que un día pareció llegar un OVNI en el otro arco, el del FONAVI: "Los Chetos". Igual, era en la "B". Siempre en la "B". Y así pasaban los años. Se te iba la vida, "Broo". Y con "ellos" en Primera.
Entonces, surgió ese cantito de orgullo y guerra, de bronca contra el destino: "Yo quisiera verlo al Tate... tantos años (cambiaba el número de año cuando giraba la ruleta del almanaque) en la "B"... y que tenga una hinchada... como la del Sabalé... que lo sigue a todas partes... que lo alienta donde va... por eso al Sabalero... cada vez lo quiero más". Era el Himno Nacional Sabalero. Se aprendía antes que el otro, en serio.
Hasta que un día llegó el Salvador. El padre de todo, cuando no había nada. Era la nada misma. Fue el mejor carpintero para construir el futuro. No podía tener otro nombre: JOSÉ... No vino de Nazaret, vino de Videla. Hubo que inventar, además de la teología, la "Josefología". Estaba escrito en el Viejo Libro y en el Nuevo Testamento. Aprendió todo del Rey David, que acá en el sur se llamó Ítalo Pedro. Lo igualó y lo superó. Eso sí, este carpintero de campo usó las maderas de los tablones y las fue convirtiendo en cemento, plateas, palcos.
Entonces, en esa tierra sagrada del Cementerio bajaron los Dioses: un Dios Negro (Edson Arantes Do Nascimento) lloró el día que Colón le ganó al Santos de Pelé. Otro día pisó la misma hierba el Dios Diego y muchos años antes casi le cortan las piernas (Wermer) en serio. Y finalmente un día bajó el Dios Leo. No faltaba nada o casi nada. Los tres Dioses más grandes en la tierra prometida.
Estaba terminado el Coliseo, sólo faltaba que un día el destino eligiera los mejores gladiadores. Un día, El Puto Amo se fue a su casa. Entonces, llegó Alí, Babá, Germán y un par de ladrones. Lo vaciaron. Además de triste y descendido, lo dejaron seco y loco. Pampa y la vía en serio: sin guita, con apenas algunos caballos adentro del hipódromo. Parecía el final. En modo "Apocalipsis Now".
Hubo que volver al futuro con el Profesor. Y volvió José, el carpintero. Así como antes había convertido los tablones viejos en anillo de cemento nuevo, en Colón llegaron las propias "Bodas de Caná". No era Galilea... era Santa Fe. Entonces, como el agua en vino, convirtió esa deshonra del Salvataje más Órgano Fiduciario en "Deuda Cero". Otra vez, una vez más. Como cuando en el '92 salvó la quiebra y el remate de la cancha. Estaba de vuelta. Era José, Jesús o Dios... El Puto Amo.
Con estadio europeo y deuda controlada, sólo le faltaba algo. Le faltaba a José y a Colón lo mismo: la estrella. Pudo llegar del oeste o de Babilonia. Pero un día, después de José, llegaron los tres Reyes Magos siguiendo esa estrella: "Barba", "Pulga" y Burián. Y esta vez...la alcanzaron.
Entonces, cuando ese día llegó en la noche de San Juan, el abuelo le contó al padre y el padre le contó al hijo con lágrimas en los ojos que cuando se jugaba con dos hinchadas, los grandes (Boca, River, Racing, Independiente, San Lorenzo, Huracán) se burlaban de Colón con un cantito: "El Negro va a salir campeón... el Negro va a salir campeón... el día que las vacas vuelven... y en la Argentina no haya inflación".
Llegó el día, el esperado día: 4 de junio de 2021. "El día que Colón salga campeón se acaba el mundo", decía la profecía. Pasaron vacas volando, no hay más inflación en Argentina y el peso vale más que el dólar. Parece un sueño pero es real. El Litoral titula en su tapa: "COLÓN CAMPEÓN". Ahora sí, estas generaciones y varias generaciones de sabaleros pueden marchar en paz.