“Hoy me dedico a estar en los medios y a los negocios. Gustavo, mi hermnao, fue el gran emprendedor, el que hizo de esta franquicia de empanadas la número 1 en México. Es hermano, amigo, confidente. Con su esposa, Vero, mi cuñada, probaron mil cosas y la pegaron con las empanadas argentinas.
—Ahora todo el clan Verdirame acá, el “Gordo” Salva desde el cielo debe estar “chocho”
—Vino mi hermana, se quedó: Gustavo la puso de encargada de la fábrica; ahora la trajimos a mi vieja cuando pasa lo de papá hace seis años: mami hace los alfajores de maicena para la franquicia, porque Gustavo le dio esa parte del negocio.
El que ahora cuenta la historia de la empresa gastronómica familiar a El Litoral es Gustavo, su hermano. “Llegamos en el 2002 después de la crisis en Argentina, con solmente 150 dólares en el bolsillo. Empezamos a trabajar: mi señora en la casa de deportes que tenía Sergio con el “Turco” Mohamed y yo en el restó de “Tacos” del zurdo. Ella queda embarazada apenas llegamos, así que fueron dos años complicados. Nada nos salía, muy difícil todo.
—¿Cómo surge lo de las empanadas?
—Traía la idea de las empanadas argentinas que acá se vendían en lugares muy específicos, en restó argentinos y era un producto muy caro. Pero no tenía el dinero para poner el negocio, pero ahí aparece quien hoy es mi amigo, socio y hermano, “Lalito” Rodríguez, creyó en el producto. Invirtió y empezamos mi señora, un amigo y yo.
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—Cuando abrimos, la gente no conocía las empanadas argentinas. Entraban y preguntaban. Abrimos la puerta y empezamos. Me había traido una máquia “Pastalinda” de Argentina, yo hacía la masa y los rellenos pero podíamos fabricar 120 empanadas por día; ése era el máximo. Se empezó a correr la voz y empezamos a vender. Abríamos a las 12 del mediodía y cerrábamos a las 10 de la noche. Cuando llegábamos a las 120 no se vendía más y la gente se enojaba.
—¿Cuál fue la clave del éxito en la receta?
—De los rellenos yo tenía idea porque había tenido una pizzería en la entrada de UPCN en Rincón; más o menos sabía. El problema era la masa, porque no se consiguen los discos de empanadas acá en México, en Monterrey menos, y los que había eran de mala calidad.
—¿Quién te “tiró un centro” en ese momento?
—Mi abuela Clelia estaba en Santa Fe, le escribí y le pedí la receta de una masa especial que ella hacía y que es muy diferente de lo que es una masa de empanada tradicional. Empezamos a hacer con esa masa y funcionó muy bien. “No le pongas tanto huevo”, me decía ella. Yo le agregué cosas, salió entreverada y muy buena. Nos empezó a ir bien, abrimos un local y después dos más, con capacidad para 900 empanadas por día.
—Hasta que arrancaron con la franquicia en todo México
—A los 6 años entró otro amigo, Francisco Fierro, muy hábil en franquicias empresariales. Así que empezamos a vender la marca: se llenó Monterrey: ¡ya hay 34 sucursales!. Una casa sola propia y todas franquicas. En todo el país tenemos 70 sucursales. Hacemos 20.000 empanadas por día con 60 personas trabajando. Sergio hace la publicidad, es la imagen. Además, agregamos la pizzería con Sergio y la pasamos bien.
—¿Y la competencia, en un mercado de “tacos”?
—Se abrió el mercado, vinieron 20 marcas más de empanadas y no quedó casi ninguna. Quieren las de Verdirame. ¡Lo peor es que la gente piensa que Sergio las hace y no tiene ni idea!...jajaja.
—Empanadas, pizzerías, tremendo el clan Verdirame
—¡Y te faltó una! Pusimos panadería, un año abierta y cerramos. Aprendí a hacer medialunas argentinas y me ayudó la “Flaca” Vergel, que me avisó que no era un rubro fácil.
—Contame algo de la familia, Gustavo...
—Mi señora es Verónica D’Ottavio, con ella arrancamos solitos los dos. Tenemos a Juli de 17 y Antonella de 9: retomamos con la más grande lo de las medialunas argentinas, las hacemos en casa y las vendemos por Internet.
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—Agradecido a México, no se nos dio en Santa Fe. Hice 15.000 kilómetros para cumplir un sueño. Cuando puedo vuelvo y voy a pescar con mis amigos. Extraño el “fulbito” de los lunes en el Ateneo con el “Monito” Roteta, “Pino”, Iván, Enrique Cruz, “Charly”, Miguel del Sel y un periodista que se llama Darío que jugaba muy bien...jejeje.