Con un plantel corto y diezmado, mecanizado y funcional, casi sin variantes que puedan servirle al técnico para refrescar y suplantar piernas cansadas en la parte final, Colón se las ingenió para ir en búsqueda de la victoria.
Quizás el empate no le quede mal al partido, pero las ocasiones de gol que tuvo Colón en el final fueron la imagen que quedó fija en un partido que se podía definir por un solo detalle: el del oportunismo, precisión y contundencia, que esta vez Colón no tuvo.
Con un plantel corto y diezmado, mecanizado y funcional, casi sin variantes que puedan servirle al técnico para refrescar y suplantar piernas cansadas en la parte final, Colón se las ingenió para ir en búsqueda de la victoria.
Las modas gobiernan el fútbol. Ayer, hoy y así será siempre. Parece que la línea de cinco se ha convertido en el "ejemplo" a imitar. El Kily González vio el partido del miércoles -ante Argentinos por Copa Argentina-, tomó nota e imitó a Milito. Paró cinco atrás, como los para Domínguez. Y apretó a los volantes. Lértora y Góez no tuvieron espacios para manejar la pelota. La idea era que no le llegara al Pulga. Ese fue el plan de Central. No sólo que le jugó a Colón como lo hizo Argentinos, sino que lo hizo pensando mucho en el rival. Colón se lo ganó. Al respeto, a los cuidados excesivos por parte de los rivales. Y de eso tendrá que salir. Por algo es puntero, está invicto y los equipos lo empiezan a mirar de otra manera. Y a jugarle de esa forma. Con mucho celo.
Así se hizo un partido flojito. La pelota andaba lejos de los arcos. Meza y Blanco iban y venían en un duelo "sin cuartel". Del otro lado pasaba algo parecido entre Damián Martínez y Piovi, aunque con mucha menos profundidad por parte de los dos. Eran más "picantes" Meza y Blanco cuando subían. Pero no alcanzaba con eso. Ruben y Cucchi eran bien controlados, lo mismo pasaba con los tres de arriba en Colón. Faltó a la cita la formación de una sociedad que había amagado un ratito en San Nicolás, entre Ferreira y el Pulga. Poco y nada del ex River, que había mostrado bastante ante Argentinos y no hizo casi nada con Central, incluso fallando en lo que es su fuerte: el remate al arco. Y el Pulga hizo mucho más en el segundo tiempo, cuando apareció en un par de ocasiones para complicar.
Se estudiaron a fondo los dos durante todo el partido. Y recién arriesgaron en el final. Allí aparecieron las jugadas de peligro, que las tuvieron los dos. Pero las de Colón fueron muy claras. Sobre todo la de Farías(que había tenido una antes), quien luego de una gran jugada de Piovi, remató en forma desviada cuando podría haber parado la pelota para darle buena dirección desde una posición excelente e inmejorable. Y también la de Leguizamón, que aprovechó con ímpetu y confianza una desinteligencia defensiva, tomando a mitad de camino a Broun para eludirlo y desde una posición que era muy cerrada pero accesible, el mismo apresuramiento lo llevó a errarle al arco y enviar la pelota por arriba del travesaño.
No le salió el tiro del final a Colón. Como tampoco le salió a un Central que también tuvo sus ocasiones para convertir y obligó a que Burián anduviera un par de veces a los revolcones. Quizás el empate haya sido lo más justo a lo acontecido en el partido, pero esa imagen final que uno retiene es la de Colón dilapidando situaciones en un partido que aburrió y mucho durante casi la totalidad de los 90 minutos, pero que tuvo un despertar formidable sobre el final con una catarata de situaciones que cambiaron totalmente ese eje de modorra por el que había transitado.
Las fotos de Colón y Rosario Central por la 6a. fecha
Con un plantel corto y diezmado, mecanizado y funcional, casi sin variantes que puedan servirle al técnico para refrescar y suplantar piernas cansadas en la parte final, Colón se las ingenió para ir en búsqueda de la victoria y, por oportunidades de gol aunque no tanto por méritos acumulados, casi lo consigue. No deja de ser meritorio. Garcés volvió a su nivel, Goltz tuvo una labor impecable durante los 90 minutos y se bancó los tres partidos en una semana sin problemas y levantó Delgado en función de lo que se le vio en el partido con Argentinos. La dinámica se la dio Meza por derecha, pero con un Blanco que lo esperaba y lo atacaba, obligándolo a un ida y vuelta que, por momentos, se hizo brutal por parte de los dos. No tuvo tanta profundidad por izquierda (un poco más se lo vio en el segundo tiempo), pero faltó que se formara la sociedad entre el Pulga y Ferreira. Con ellos sin encontrarse y sin desequilibrar lo suficiente, al equipo le faltaron ideas. Pero en el final, con el empuje que le dio Farías -el único jugador que desde el banco podía garantizar algo del medio hacia arriba para buscar la victoria-, Colón fue capaz de gestar tres jugadas muy claras de gol que se desperdiciaron.
Sacudieron la modorra al final de un partido demasiado pensado, muy estudiado y donde los riesgos se asumieron con marcadas precauciones y demasiadas preocupaciones. Pudo ser para cualquiera. Quizás el empate está bien por lo que fue el trámite, pero la imagen de Colón en el final, dilapidando situaciones muy claras, es lo que queda como impresión definitiva.