Mezcla de habilidad, confianza y guapeza. Si hubo una figura para rescatar en Colón, fue la de Facundo Farías, el pibe de 18 años del que se está hablando mucho y por el que ya empiezan a llegar tanteos y hasta alguna oferta concreta, del exterior y también de la Argentina. Incisivo, encarador, fuerte físicamente para “bancarse” las patadas que le tiraron los defensores de Godoy Cruz que no tuvieron compasión con él, el chiquilín de Vecinal Los Hornos volvió a demostrar que no tiene techo y que se convirtió en una aparición desequilibrante y explosiva como hacía mucho tiempo no pasaba en el fútbol de Santa Fe.
Si esa jugada en la que se saca de encima a dos jugadores en la mitad de la cancha, al estilo Tévez, toca con el Pulga, busca la devolución, engancha con “caño” incluido para eludir al último defensor y el arquero le tapa el remate, llegaba a entrar en el arco de Godoy Cruz, seguramente estaríamos hablando del gol de la fecha. Pero hizo uno; participó activamente, casi como el gran protagonista, en el otro y fue incontrolable para la defensa mendocina.
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Aquél pibito que arrancó en UNL, que luego fue captado por Corinthians Santa Fe y que Darío Duarte, el entrenador que lo apañó y lo contuvo cuando perdió muy jovencito a su madre, llevó a Colón, ya está encendiendo las alarmas en un mundo futbolero que busca jugadores de corta edad, con pocos partidos (jugó una veintena de partidos en Colón, pero en sólo 7 arrancó como titular) y gran futuro.
Ya el mercado no espera que los futbolistas, como ocurría antes, demuestren en sus clubes o en sus países lo que son capaces. La captación, el descubrimiento, se hace mucho antes, cuando se le empiezan a ver cosas distintas. Y Farías pertenece a esa clase de jugadores, con las virtudes que enseñan el barrio y el potrero; sin ningún tipo de dudas, los lugares en los que más se aprende a jugar al fútbol.