Lunes 20.4.2020
/Última actualización 15:56
La historia de Ferraro y Colón se remonta al año 1996. Todavía se recuerdan aquellas victorias ante Belgrano y River, en Santa Fe, o una anterior ante Banfield, todas con Rezza en la conducción técnica, que fundamentaron la complicada permanencia en la máxima categoría después del ascenso del 95. Como había pasado con Nelson Chabay —gestor del ascenso— se daba la salida de Ricardo Rezza —gestor de la permanencia— aún después de haber ganado, en el cilindro de Avellaneda, su último partido como entrenador de Colón. Vignatti ya tenía todo arreglado con Francisco Ferraro y se empezaba a gestar un cambio de rumbo en el proyecto deportivo, con la llegada de jugadores que debían tener ciertos requisitos: 1) jóvenes y prometedores (caso Aquino o Castagno Suárez); 2) suplentes en clubes grandes (caso Medero); o 3) apuestas bien fundamentadas (Cristian Castillo, que llegaba de jugar en Atlanta en la B Nacional con solo 18 años). “Pancho” tuvo medio año de armado del equipo y otro medio año de consolidación, produciendo una gran campaña que terminó en el subcampeonato y su sorpresivo alejamiento aduciendo razones personales. Después, Ferraro volvió pero confirmó aquello de que “segundas partes nunca fueron buenas”. Se fue, aunque esta vez dejando dudas en cuanto a las razones de su alejamiento.
El tiempo separó a Ferraro de Colón en casi todo menos en el afecto y el reconocimiento. Vignatti lo fue a buscar cuando se daba una circunstancia muy particular: la exigencia de Superliga de que todos los clubes tengan un secretario deportivo. ¿Obligación o convicción?. Las dos cosas, aunque lo primero (la obligación) se destaque ampliamente sobre lo segundo (la convicción), en un presidente de la personalidad y pensamiento de Vignatti.
El 26 de mayo del año pasado, Colón anunció oficialmente la contratación de Francisco Ferraro. Ya el equipo tenía a su entrenador (Pablo Lavallén), estaba en plena disputa de la Copa Sudamericana y se preparaba para iniciar una temporada en la que, a priori, el promedio no era un problema acuciante por ese entonces.
Cancha de Huracán. Segunda fecha de la Superliga. 2 de agosto de 2019. Colón perdía 2 a 0 y, anteriormente, había caido 1 a 0 ante Patronato en el debut en el torneo. Vignatti se va del Tomás Ducó, con otros dirigentes, tremendamente disgustado. Movimientos raros en la zona de vestuarios. Entran Ferraro y Darrás. El vice se queda en la antesala. Pancho es el que ingresa para charlar con Lavallén. Los dirigentes se vuelven a Santa Fe a la mañana siguiente con una idea: echar a Lavallén. Ferraro lo hace en su auto con su hijo, también al día siguiente. “Pancho, apuráte que queremos reunirnos con urgencia contigo”, le dice Vignatti. La idea de la dirigencia estaba tomada. Lavallén no habló esa noche en el Tomás Ducó. Al día siguiente, el plantel volvía a entrenar porque a las pocas horas viajaba a Venezuela para jugar con el Zulia el partido de ida por la Sudamericana. “José, no es momento de echar al técnico, hay que bancarlo. Yo lo veo trabajar, está haciendo las cosas bien, no precipitemos las decisiones, démosle tiempo, esto recién empieza”, dijo Ferraro. A la tarde, en el hotel, la reunión fue de los dirigentes, el secretario deportivo y el técnico. Lavallén le dijo a Vignatti: “Presidente, yo vine a Santa Fe para sacar campeón a Colón”. Ferraro tuvo su primera decisión fuerte como secretario deportivo, bancó al DT y su opinión fue escuchada por la dirigencia.
Cancha de Independiente. Cuarta fecha. 24 de agosto. Entre medio del partido con Huracán y éste (también con derrota) con Independiente, una victoria ante Gimnasia aunque siendo superado por el rival. Mucho frio en el Libertadores de América. Los dirigentes iban y venían. Nadie decía nada. ¿Iba a hablar Lavallén?, ¿había renunciado?, ¿qué estaba pasando allí adentro?. Otra vez las dudas, la incertidumbre y los deseos dirigenciales de cambiar de rumbo en la conducción técnica de un equipo que andaba bien en la Copa pero mal en el torneo. Y Pancho otra vez a bancar al técnico. “Señores, yo voy todos los días al predio, llego media hora o 45 minutos antes que los jugadores y el cuerpo técnico ya está trabajando. Y después, los veo en el campo. Confiemos en él. Lavallén es un hombre que trabaja”, les dijo Pancho con la firmeza del que está convencido de algo. Volvieron a escucharlo. A todo esto, el éxito en la Sudamericana tapaba todo lo que estaba pasando en el torneo. Inclusive la derrota en el clásico ante Unión. Pero Ferraro bancaba.
9 de noviembre. Día histórico por la gran movilización, pero derrota en la final en La Nueva Olla ante Independiente del Valle. Cuatro días más tarde, conferencia de prensa. “Yo no voy a opinar de lo futbolístico, lo que tenía que decir, se lo dije al entrenador”, dice Pancho ante los micrófonos. Pero “off the record” no disimula su descontento por la manera en que se planteó y se jugó el partido con los ecuatorianos. Una victoria posterior ante Estudiantes pareció un esbozo de recuperación, pero las dos derrotas consecutivas ante Vélez y Aldosivi precipitaron un secreto a voces. Ya no hubo un Pancho Ferraro para bancar a Lavallén. El técnico renunció cuando vio la tremenda falta de respuesta del equipo ante el Tiburón marplatense. Faltaba el partido con Arsenal en Sarandí, con Bonaveri en el banco. “¿Querés saber algo del nuevo técnico?, preguntále a Ferraro?”, fue la respuesta de Vignatti ante la consulta de este enviado de El Litoral a Sarandí aquella tardecita de diciembre. Se gestaba la llegada de Osella, que no había sido la prioridad en la consideración. Ramón Díaz y Almirón habían sido, entre otros, los apuntados. Hubo varios —todos salvo Osella— que desecharon el ofrecimiento. Osella le puso el pecho a las circunstancias, como aquella primera vez en 2014 y tomó el equipo. ¿Lo eligió Ferraro?
Viernes 28 de febrero. Colón pierde 4 a 0 de local ante el Boca de Russo, futuro campeón. “No me voy a atornillar a la silla”, dijo Osella después del partido, dejando todo librado a la decisión dirigencial. En el semblante de los dirigentes estaba, otra vez, la idea de cambiar. Al día siguiente, el 29, Pancho fue al predio, habló con Osella y dio la cara: “Le dije a Diego que nos encontramos el lunes a las 8.15 acá en el predio”. Era sábado a media mañana, ¿qué iba a pasar en el resto del fin de semana?. El lunes, se cumplió con lo que dijo el secretario deportivo: el plantel se entrenó a las órdenes de Osella y se lo confirmó para dirigir el partido siguiente ante Talleres. La nueva derrota precipitó la decisión, que el propio técnico tomó en el vestuario. Pancho había dicho que “el problema es mental”. Ya en la dirigencia no había un respaldo total, ya no lo escuchaban de la misma manera y pensando que su palabra era “santa”. Lo fueron a buscar a Domínguez. ¿Con el aval de Pancho?... Pregunta sin respuesta.
“Una de las cosas que me dijo (por Vignatti) fue que nunca le gustó que cada vez que querían expulsar al técnico yo me negaba a ser el técnico interino. Lavallén estuvo tres veces por irse, lo que les decía es que no era el momento. Les dije que nunca quise ser el técnico de Colón. Le dije que se acordara que el 25 de mayo del año pasado, cuando arreglamos el contrato por un año en Colón, les dije que no iba a ser el técnico en ningún momento. Lo llamé a Lavallén y le dije a Pablo que mi teléfono iba a estar abierto las 24 horas y que se quedara tranquilo que no iba con el serrucho por si le iba mal. También se lo dije a Osella. Si eso le cayó mal a Vignatti y la CD, estoy tranquilo y en paz. Nunca quise hacerle un daño a Colón, porque ya no soy el mismo de antes para estar adelante de un plantel. Tengo la capacidad pero no la fuerza, la edad no te perdona. Le puse el caso de Bianchi en Boca cuando volvió a Boca tras ocho años y no le fue bien. También hablé con Hugo Tocalli a quien le había tocado dirigir interinamente a San Lorenzo, quien me dijo que le pidió a Tinelli volver a las inferiores porque no estaba para dirigir a Primera. El tiempo pasa y la vida no te perdona”, dijo Ferraro. “Con Ferraro de secretario técnico, sacamos el 30 por ciento de los puntos; cuando no estaba Ferraro, sacamos un porcentaje muy superior”, retrucó Vignatti. Sin dudas que la confianza ya no era la misma. El respeto llevó al presidente a ofrecerle una especie de supervisión dentro del esquema de inferiores. Era una “salida elegante” para no provocar una desafectación antes del 30 de junio, que es la fecha de vencimiento del contrato. Pero también hay que decir claramente que era “amontonar” gente en un sector en el que ya estaban trabajando Manetti, Bonaveri, Robledo y su hijo, Ariel Ferraro. ¿En qué lugar o desde qué función se lo iba a sumar a Pancho?.
Hoy, la realidad de esta pandemia permite suponer que el ciclo de Ferraro en Colón está terminado porque la actividad es nula y falta relativamente poco para el 30 de junio. Vignatti podrá esgrimir que estaba convencido de traer a un secretario deportivo porque escuchó la palabra de Ferraro cuando pidió que no echaran a los técnicos de turno. Pero Ferraro las relativiza cuando señala que “no le habrá gustado cuando le dije que no a tomar el equipo si los echaba”. Es decir, Vignatti siempre le llevó las dos decisiones, la de echar al técnico y la de pedirle que agarre el equipo. Y como Ferraro le decía que no, hasta pone en tela de discusión hasta qué punto Ferraro estaba convencido de mantener a los técnicos o lo hacía para no asumir aquello que el presidente le estaba solicitando. Un juego de palabras que no es difícil de entender, máxime desde el momento en que la derrota en Paraguay precipitó y acentuó la crisis deportiva (todo habría sido distinto si Colón era campeón, ¿o no?).
La llegada de Ferraro fue un deseo de Vignatti. Las alternativas que se habían manejado en su momento, tenían otro perfil. Sebastián Battaglia y Gustavo Siviero, por mencionar dos nombres, marcaban alguna diferencia no sólo en la edad. Pancho se convirtió en un nexo, aunque queda algún margen de duda respecto de si era o no escuchado, sobre todo por Lavallén. No importa. La cuestión es que el secretario deportivo tiene que ser protagonista de un proyecto deportivo y asumir el rol de ejecutante de una determinada política deportiva. Su importancia se vio en las dos o tres veces que salió a respaldar al entrenador, pero está a la vista que eso no fue suficiente para que la dirigencia confíe. Aquí se abre el otro interrogante: ¿sabe Vignatti y está convencido del rol que tiene un secretario deportivo?. Disgustado con algunas declaraciones, cuando retrucó le echó en cara la baja cosecha de puntos que ha puesto a Colón en un sitio de preocupación deportiva en la tabla de promedios. Suficiente para suponer que no le encuentra mucha razón de ser a la existencia de un manager.