Tras el pitazo final de Andrés Merlos en Rosario, Colón quedó condenado a jugar el próximo año la Primera Nacional.
Los jugadores del sabalero se mostraron visiblemente dolidos en el final del partido.
Tras el pitazo final de Andrés Merlos en Rosario, Colón quedó condenado a jugar el próximo año la Primera Nacional.
En ese mismo instante, en el Coloso Bielsa, la gran mayoría de los jugadores sabaleros pusieron sus manos sobre la rodilla y quedaron con su mirada fija clavada en el piso.
Mientras la gente de Gimnasia comenzaba con su delirio que duró más de media hora en las tribunas, algunos hinchas sabaleros empezaron a insultar a la zona de prensa, otros se la agarraron con los palcos de la cancha de Newells y los jugadores quedaron desconsolados en el medio campo.
Garcés, el jugador hincha de Colón que se convirtió en ídolo para más de uno, no aguantó el llanto y en sus expresiones se veían no solo signos de dolor sino también de bronca.
Botta fue otro que comenzó a llorar con el partido finalizado. El 10 sabalero sabía que el equipo dependía mucho de él y pese a un partido aceptable no pudo hacer brillar a sus compañeros como en otros casos. Sin embargo, fue la figura de un desdibujado Colón.
El flaco Conti, quien volvió este año a Colón y le tocó descender nuevamente, luego de aquel descenso ante Rafaela, también dejó el campo de juego entre lagrimas. No sólo al final del encuentro sino también cuando fue sustituido. El defensor, hincha de Colón tuvo que ser reemplazado a los 20 minutos del primer tiempo por una lesión. Cuando terminó el partido quebró en llanto mirando al público sabalero.
Pese a la emoción de ellos, en Colón se vio un amor propio en esta final de otros dos jugadores de las inferiores del club. Eric Meza, que arrastraba una lesión, fue titular y fue de los que más empujó al equipo hacia adelante en el primer tiempo. En el entretiempo, inexplicablemente fue sustituido.
El otro que demostró nuevamente que se merecía ser titular en este Colón es Santiago Pierotti. El extremo volvió a entrar en un gran nivel, demostrando todas sus condiciones y cuando parecía que podía sacar una ventaja en el carril derecho, Damonte lo cambió de lado.
Tras consolarse entre sí en el mediocampo, los jugadores quisieron acercarse a saludar a la hinchada que llegó hasta Rosario pero fueron silbados y decidieron meterse directamente en la manga rumbo al vestuario.