Su gente, el respirador que le dará vida eterna a Colón
Este nuevo cumpleaños sorprende al club en otro desafío de los tantos que vivió a lo largo de su existencia. Y del que seguramente encontrará fuerzas para salir adelante.
Los festejos comenzaron ese sábado por la noche con la clásica caravana. Crédito: Fernando Nicola
“No me juzgues por mis éxitos, júzgame por las veces que me caí y volví a levantarme”. La frase de Nelson Mandela parece hecha por y para Colón. Desde aquella cuna humilde y sus padecimientos. Desde el campito y esos niños que le dieron vida. Desde la vieja cancha de Bv. Zavalla y Moreno de la que fue despojado. Y desde la actual, que desafió tantas penurias y desastres naturales. El avance criminal del agua hace 21 años se encontró con la nobleza sin límites de su estadio, que fue el dique de contención en aquella inundación de 2003 que convirtió a aquél 5 de mayo de los 98 años, en uno de los aniversarios más tristes.
Hoy, otra vez resurgiendo de sus cenizas, Colón celebra sus 119 años de vida sabiendo que tiene la contención indispensable y esperanzadora de su gente. Otra vez aparece su gente, incapaz del abandono y haciendo gala de aquello que el aliento es en las buenas, pero en las malas mucho más, como canta la tribuna.
El inexplicable y sorprendente descenso que no percibieron los anteriores dirigentes, especialmente un Vignatti que tanto hizo y que se fue sin pena ni gloria del club y dejándola de rodillas y en la B, tiene ahora el mismo motor de recuperación de siempre: el hincha.
Varias generaciones se acostumbraron a otro “status”, incluso a la gloria del título de campeón que los dirigentes de ese momento no supieron capitalizar y usufructuar a partir de la pasión incontrolable y el arrastre masivo y popular de su gente. Pensar que una institución que transitó por tiempos de penurias, de privaciones y de fracasos deportivos, haya logrado el único título de campeón hace apenas menos de 3 años y que hoy esté otra vez transitando por el camino del ascenso, resulta francamente inentendible. En lugar de haberse convertido en un trampolín deportivo y económico para el crecimiento, se convirtió en un punto de llegada que hoy lo tiene sumergido en esta aventura por la vuelta a un lugar que jamás debió dejar. No aprendieron la lección o no supieron ver el atajo del progreso.
Pero fue el momento de la gente. Su fidelidad sin límites la llevó a no abandonar a ese “familiar tan querido y enfermo” que era el club. Y el resultado es la cancha llena, el caudal societario que crece y una generación de recursos que permite sostener esta excelente campaña en el ascenso. Hoy Colón lleva tanta o más gente a la cancha contra Temperley, Almagro o Almirante Brown, que la que llevaba contra los grandes del fútbol argentino y en Primera División. Símbolo y ejemplo perfecto de una fidelidad que se mantiene inquebrantable y se prolongará hasta el infinito.
Pero a esa gente hay que defenderla y hay que respetarla. El socio merece verdades y claridad absoluta; nunca la mentira de decirles que se dejaba un club sin deudas, como ocurrió en la última asamblea, y que al poco tiempo los nuevos dirigentes deban salir a explicar que se encontraron con obligaciones por 4 millones de dólares y que “todos los días aparece algo nuevo”.
Godano y su gente asumieron con el club descendido y con el objetivo insoslayable de volver a Primera. Las decisiones deportivas que se adoptaron fueron las correctas, al menos por lo que hasta aquí se ha visto. Desde la elección de un muy buen y adecuado entrenador hasta la llegada de jugadores comprometidos, responsables, que han formado un equipo que está forzando su marcha en un torneo largo y “traicionero”, liquidando rivales con una claridad absoluta e irreprochable.
Sin dudas que el gran objetivo es el de la vuelta a Primera. Pero también será necesario reencauzar un proyecto institucional de crecimiento que alguna vez fue notorio y que luego se abandonó o se perdió de vista. Quedó en ese momento, y como único faro, el fútbol y con el resultado ya conocido: el descenso a la B y un proyecto de inferiores desatendido y devaluado, sin jugadores que hayan nutrido en estos últimos tiempos al plantel profesional y también a la tesorería del club con ventas provechosas, que ni siquiera fue la de Farías.
Colón celebra estos 119 años de vida con el vigor de su gente. Inalterable, pasional, fiel hasta la última expresión. Colón siempre resurge de sus cenizas. Siempre. Es algo que va atado a su historia y que se fundamenta en el amor de su pueblo. Nadie ha dejado de ser hincha de Colón en las malas. Al contrario. Es allí, en las malas, cuando Colón sabe que tiene ese respirador que jamás dejará de funcionar, que le dará vida, que jamás le sacarán y nunca lo dejará morir.
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