Enrique Cruz (h) | (Enviado Especial a Barranquilla, Colombia)
Domínguez volvió a plantear un partido “a lo Bianchi”, cerrándose bastante bien atrás y apostando a un acierto ofensivo para repetir lo de San Pablo. La serie está abierta, nada está resuelto.
Enrique Cruz (h) | (Enviado Especial a Barranquilla, Colombia)
¿Cuáles pudieron haber sido las diferencias con el partido en San Pablo?: 1) que en aquella ocasión se jugó con línea de cinco atrás y esta vez se armó línea de cinco volantes; 2) que el equipo supo aguantar en Brasil el cero en su arco y gracias al oportunismo de aquél remate de Fritzler, llegó a la victoria, cosa que no se pudo construir en Barranquilla aunque estuvo cerca, sobre todo de la primera parte del plan (mantener el arco en cero); 3) que el resultado se construyó en base a eso, a la importancia de lo que se cristalizó frente a los arcos, porque en el trámite, los dos partidos fueron parecidos.
¿Cuál es, en consecuencia, la gran conclusión?, que Colón jugó el partido que más le convenía, el que podía acercarlo más al logro de un resultado. Y en ese afán, hubo una claridad conceptual que necesitaba de una eficacia rotunda. Primero, para que no le conviertan goles; segundo, para conseguir la diferencia en el aprovechamiento integral de las pocas situaciones de gol que pudieran presentarse.
Colón jugó a no perder como premisa básica y prioritaria; y a ganarlo, si la circunstancia se daba ciento por ciento a favor. En San Pablo fue así; y acá en Barranquilla, se corrió el mismo riesgo: el de encontrarse con algo que cambie los planes y le complique el objetivo. Aguantó casi 75 minutos –y bien- hasta que llegó un gol de la manera más impensada y, quizás, más inentendible.
Por eso, no hay muchos reproches para Domínguez. Quizás no se entienda cómo pone un volante de marca como Bastía para reemplazar a un delantero como Chancalay, con el equipo perdiendo. Pero la explicación surge sola: a esa altura, los más perjudicados por los rigores del clima habían sido los volantes y era justo y necesario darles un desahogo para que el resultado no sea, luego, más difícil de remontar.
El gasto lo debía hacer Junior y así fue. Es un equipo que juega bien, que tiene buena técnica pero que no lastima. Le falta esa verticalidad y esa peligrosidad que tienen los equipos argentinos, por ejemplo. Adentro del área no pudieron continuar el dominio que tenían afuera de la misma. Un poco fue por el buen trabajo defensivo de Colón y otro porque sólo encontraron claridad cuando ingresó Teo Gutiérrez.
Algo raro está pasando en este fútbol de hoy en día para que dos jugadores de la talla técnica de Teo Gutiérrez y Alan Ruiz estén sentados en el banco de suplentes. En el caso del jugador de Colón, se ha analizado en forma remanida su falta de incidencia y desequilibrio. No se merecía volver al equipo, mucho menos después de la buena actuación, sin él, ante Godoy Cruz. Por eso, Domínguez mantuvo el equipo pero cambió algunas funciones. Del 4-4-2 ante los mendocinos, se pasó a un 4-1-4-1, con Fritzler parado de “5” delante de la línea de cuatro, Chancalay y Heredia abiertos por los laterales y Estigarribia-Zucculini para formar el vértice central con Fritzler. La cuestión era tapar la subida de los laterales de Junior y jugar de contragolpe. Así de simple y así de previsible también.
Junior complicó por el sector izquierdo de Colón. Y Domínguez lo sabía, razón por la que Heredia jugó contenido de volante por ese lugar. La subida de Piedrahita fue permanente. Y Barrera se volcó por allí, aprovechando su perfil zurdo para buscar siempre el enganche hacia adentro, liberando el costado para la trepada de su marcador de punta.
Colón lo fue aguantando hasta el gol de Barrera. Y a partir de allí intentó en vano el empate, buscando a partir de centros o alguna jugada aislada por abajo de Alan Ruiz, sin mucha agresividad. Los 90 minutos se consumieron de la manera más esperada y previsible. Junior manejó la pelota porque sabe hacerlo y porque fue la estrategia de Colón: dejarlo venir, permitirle ciertas “licencias” con la posesión de la pelota y cerrarle los caminos en defensa para atacarlo luego a través del contragolpe.
Junior ganó bien, simplemente porque hizo el “gasto” del partido. No condice, la cantidad de situaciones, con ese dominio exhibido. Junior llegó poco, Burián no trabajó demasiado y el gol llegó de la forma más impensada, aprovechando Barrera una pelota que quedó boyando en esa área en la que casi siempre habían ganado Godoy, Olivera y el mismo Burián.