Miércoles 29.5.2019
/Última actualización 10:22
Hacía mucho tiempo que no se veía a un jugador con tanta capacidad para desequilibrar en medio de un rendimiento opaco, desteñido, sin brillo y pleno de limitaciones de sus compañeros. No es exclusivamente por el partido de anoche, sino por todo lo que pasó este semestre desde la llegada del Pulga Rodríguez. Por sus goles y por su inteligencia para retroceder, jugar de primera y meter pelotas punzantes y peligrosas, el tucumano se compró rápidamente a la hinchada y se convirtió en figurita repetida. La gente festejó porque siempre quiere que el equipo gane. Pero el balance futbolístico volvió a dejar dudas, carencias y apenas la brillantez de un jugador que parece un oasis en medio del desierto.
El Pulga participó de los tres goles. Tremenda habilitación a Morelo en el primero, que terminó con la aparición impetuosa de Bernardi después de un rebote defensivo; buena pelota bajada de cabeza adentro del área para la palomita de Morelo en el segundo y pase rápido y de espaldas para que Leguizamón defina luego de zurda clavando la pelota abajo y lejos del alcance de Olveira.
El virtuosismo de Colón en el primer tiempo, más allá del rendimiento individual y clave de Rodríguez, fue el de empujar a River y convertirle dos goles para dar vuelta el resultado. Pero el segundo tiempo permitió que renacieran esas dudas que se instalaron durante todo el año futbolístico. El equipo se metió atrás, Lavallén no lo corrigió cuando hizo ingresar a Pierotti por Bernardi pero apostó a Leguizamón, después, para que el delantero pudiera asegurar un resultado que estuvo en tela de discusión, inclusive por su legitimidad en un momento del segundo tiempo. Sobre todo, cuando el árbitro brasileño ignoró un claro penal con el partido 2-1 por una mano de Escobar después de la ejecución de un córner.
Ganó bien Colón y punto. Hay cosas que no se pudieron corregir porque, evidentemente, este plantel necesita un lavado de cara. No se pudieron ni tampoco se podrán, salvo con una buena preparación y con la llegada de jugadores que levanten un nivel muy bajo, que sobresale cuando se encienden las luces del Pulga.
“No me acuerdo nada de los dos primeros goles; del tercero sí, pero de los dos primeros, no”, dijo el tucumano después del partido, riéndose. Lo dijo en serio. Fue porque apenas empezado el partido chocó su cabeza con un rival y esto le provocó un corte que lo dejó, por lo visto, aturdido durante un buen rato.
Menos mal. Aún así, confundido y todo, el Pulga fue el mejor por lejos. Pero no se puede pretender que todo lo haga él. A veces fueron goles, otras veces —como anoche— participación decisiva en la generación de las jugadas. El Pulga, siempre el Pulga. El mejor refuerzo que llegó a Colón en este año en el que Comesaña empeoró lo que Domínguez había dejado “tecleando” y el Bichi no pudo acomodar.
Lavallén, al menos, mantuvo al equipo en las dos copas (Sudamericana y Argentina). Algo es algo, como para que sus acciones no se caigan o arranque disminuido y con la gente mirándolo de reojo. Su crédito está absolutamente abierto. Por más que el equipo juega a poco y nada.