“Si no fuera por la diabetes, seguiría dirigiendo. Pero fue un toque de atención y largué todo hace un par de años ya”. Nacido un 4 de enero de 1943, el “Gringo” Carlos Zuliani ahora se “entretiene” con otras cosas: es que sus dos hijas —Mariana Alejandra y Marisa Adriana— le regalaron cuatro nietos, algo que disfruta junto a su esposa Lilia Griselda en medio de esta cuarentena.
“Nosotros vivíamos en Cabal, mi viejo tenía sobre la ruta un comedor que era parada obligada de viajantes y camioneros. Cuando yo tenía unos 9 años nos vinimos directamente para Santo Tomé a vivir. Pero siempre fuimos de laburo, no quedaba otra. Yo salía de la secundaria y me iba derechito a darle una mano al viejo, con el reparto de pan. Así me fui haciendo, siempre con la frente en alto”, recuerda con orgullo a los 77 años.
—¿Quién te lleva a Colón, qué dirigentes estaban?
—Eran tiempos del Contador Salerno. Pero, en realidad, el contacto nace con el ingeniero De Bianchetti, a quien mi padre le llevaba el reparto. Así, le dio las referencias y arranqué en Colón.
—¿Quién fue realmente importante para vos, “Gringo”, en esos inicios?
—Tengo la obligación moral de nombrar a la mejor persona que conocí en la vida gracias al fútbol y gracias a Colón: el profesor Carlos Hurtado. A él le debo todo lo que pude conseguir, poco o mucho.
—Contame una anécdota con el inolvidable “Pelado”
—Me insistía que hiciera el curso de técnico. A mi me daba cosa...es que yo no había podido terminar mis estudios porque tuve que salir a trabajar en casa para parar la olla. Es más, yo le decía “no tengo psicología para poder hacer un curso y tener un diploma. Profe, no voy a dar el nivel para el curso de técnico”.
—¿Y Hurtado qué te decía?
—Me acuerdo como si fueran hoy sus palabras: “Dejáte de joder, Carlos, vos tenés la psicología todos los días con los chicos.
—¿Qué te acordás del curso?
—Que lo hice con Ramón Zanabria y una linda banda. Estaba el profe y el “Negro” Luis Sauco daba los módulos. Íbamos a la cancha de Newell’s, en Mendoza al 4.000, a hacer los trabajos de campo.
—¿Cómo era ese Colón de los años ‘70 para “formar” jugadores?
—No había nada comparado con lo que es Colón ahora. En la auxiliar era imposible jugar, imagináte entrenar: ¡hasta vidrios había abajo de la gramilla!. Entonces, al lado del puente había unas “ollas”, que usábamos para practicar ahí. A pesar de las pocas condiciones que había allí, en la llamada “Olla”, salieron grandes jugadores de la historia de Colón, aunque muchos no lo crean...
—Varios jugadores, en distintas entrevistas, te nombraron a vos como “maestro” y la famosa “Olla”...Por ejemplo, Pedro Pablo Pasculli desde Italia y el “Zurdo” Verdirame desde México
—¡Qué personaje Pedrito, hace poco volvimos a hablar y el otro día lo saludé para su cumpleaños!
—Me dijo que le habías dado una mano “muy grande” cuando no era nadie
—Mirá, primero hay que sacar buenas personas, formar buena gente. Los chicos, cuando llegan con la pasión de jugar a la pelota, muchas veces necesitan otras cosas más importantes que una órden táctica.
—Hogar humilde del Centenario, familia numerosa con muchos hermanos...imagino que la remó mucho Pasculli para llegar. ¿En qué lo ayudaste?
—No importa, él sabe. Te cuento algo de Pedrito: llega Néstor Rossi en el ‘80 a dirigir la Primera, yo tenía a cargo las divisiones inferiores y me pide tener una charla los dos solos.
—Que necesitaba un “9” de abajo
—¿Y vos qué le dijiste de Pasculli?
—Que a Pedro le faltaba, pero que condiciones técnicas le sobraban. Además le dije, y me acuerdo como si fuera hoy: “Es chico Pasculli, pero tiene unas condiciones terribles. Eso sí, sáquelo de acá y llévelo ya mismo a la pensión, donde pueda comer y descansar bien”.
—Como en todos los chicos del barrio: problemas de alimentación. Mirá, había un crack igual o mejor que Pasculli: Julio Torres de Alto Verde. Le dije a “Pipo” Rossi: “Si lo prepara usted en la pensión un mes largo, como Dios manda, Pasculli llega a Primera”.
—¡Llegó un poco más lejos que a la primera de Colón, “Gringo”!
—Lo adoro a Pedro, nunca se olvida de donde salió, sigue siendo el mismo. Cuando Rossi decide llevarlo a la pensión, lo hablo a Spadaro y le pido que me lo cuide a Pasculli. “Yo me ocupo del pibe, quédese tranquilo”, me dijo.
—¿Dónde estaba esa pensión de Colón?
—En calle San Gerónimo, enfrente de donde estaba la sede.
—Muchos jugadores que llegaron te nombran a vos, al querido “Patón” Aguirre y a Rubén Cheves. Además del profe Hurtado al que ya mencionaste.
—Con Hurtado y el “Patón” éramos inseparables. En el caso de Cheves, que se fue a vivir al sur del país y con quien de vez en cuando hablamos para saludarnos, llegó de la mano del “Vasco” Urriolabeitia. “Hágale caso a él”, me dijo el “Vasco” en la primera charla.
—¡Mirá que pasaron técnicos arriba en Colón con vos en inferiores!. ¿Quién fue el que más y mejor te impactó?
—De todos los que estuvieron, Miguel Angel Russo. Ni bien asumió en la Primera nos llamó a todos los DT de abajo a una reunión en la sede. Pasaron los años y cuando fui con Colón a Lanús, se acordaba y vino a saludar. Un señor.
—¿Y el mejor coordinador?
—Lo voy a sacar al “Chueco” Robledo, porque es mi amigo. El que me sorprendió fue Héctor Bidoglio, fue impresionante lo que hizo. Lástima que no logró tener continuidad en Colón.
Además de sus varios pasos en Colón como formador y buscador de talentos, el “Gringo” Zuliani dirigió clubes como Central San Carlos, Arroyito, La Emilia de San Jorge, San Martín de las Escobas, Unión de Alicia y Brinkmann, entre otros.
“Hoy tengo amigos por todos lados: Rubén Bucci en Sunchales, Robertito Saucedo, Daniel Cecotti en Paraná, Mariani en Mendoza. Es lo mejor que te deja el fútbol, no tengan ninguna duda”, dice Zuliani a El Litoral.
Ya hace varios años que me fui de Colón y de Santa Fe, el año que viene cuando pase la pandemia me gustaría volver: pisar la cancha, saludar gente, volver al barrio. Pero no voy a vender humo: yo no voy a volver a Argentina, hice mi vida acá en Italia.
Acabo de cumplir 60 años y la película se te pasa toda junta. No me puedo olvidar jamás de quienes me ayudaron cuando no era nadie. El caso del “Gringo” Zuliani es uno de ésos, junto con el “Patón” Aguirre. Me ayudó mucho a mí, a mis hermanos. No fueron fáciles los inicios, yo nací en una familia muy humilde en el Barrio Centenario. Siempre le voy a estar agradecido a Carlos por todo lo que me enseñó.
(*) Ex Colón y campeón del Mundo