Era una cálida noche de miércoles. Más concretamente, de miércoles 8 de abril de 1998. Colón venía de emoción en emoción. El subcampeonato de Ferraro, la Conmebol y el debut internacional en 1997, la impactante victoria ante Independiente en aquella final en cancha de Lanús para clasificar a la Libertadores (la noche que el pueblo sabalero copó el obelisco) y un bautismo de fuego en el magno torneo continental cuando no era tan accesible jugarlo. A Colón le tocó el derecho porque River fue campeón de los dos torneos y porque el que lo acompañaba debía salir de los dos subcampeones y por eso jugaron Colón e Independiente, el rey de Copas. A los dos argentinos (Colón y River) le tocaron dos peruanos con historia: Alianza Lima y Sporting Cristal. El fixture no le favoreció en absoluto a los sabaleros: los tres primeros partidos en casa y las revanchas de visitante. El partido con Sporting Cristal en el Nacional de Lima, escenario del partido del martes ante Deportivo Municipal, era el último. Pero la historia se empezó a escribir la semana anterior.
Colón fue a Lima por primera vez para jugar con Alianza en el barrio El Matute, que no gozaba, por ese entonces, de buen prestigio. El reconocimiento se hizo la noche anterior al partido y al profesor Córdoba le apagaron las luces, dejándolo a oscuras en la cancha con sus jugadores. No tuvo entonces mejor idea que conseguir algunas camionetas y aprovechar que la cancha era una olla que estaba debajo de la superficie, para alumbrarla desde arriba de las tribunas. Así se entrenó Colón, que perdió aquél encuentro con Alianza Lima –típico partido copero- por la mínima diferencia y se fue de la cancha en medio de una andanada de piedrazos contra el micro que lo llevó al aeropuerto y que llegó con los vidrios destrozados.
Había que volver a la semana siguiente, pero antes iba Boca a Santa Fe para jugar por el Clausura de ese año. El profe armó con lo mejor que tenía, lo empató 2 a 2 y jugó pensando en la final de tres días más tarde en el estadio Nacional ante Sporting Cristal.
Colón debía empatar o ganar. A Sporting Cristal sólo le servía ganar. Si bien dos de los tres resultados favorecían a Colón, se trataba de una verdadera final. Los 25.000 peruanos que alentaban a Sporting Cristal se hacían notar y empequeñecían a ese puñado de sabaleros que, ilusionados, habían transportado la pasión de miles y miles a Lima.
Se habían dicho muchas cosas en la previa del partido, queriendo desprestigiar la jerarquía futbolística de Colón. Al profe Córdoba no se le ocurrió mejor idea que organizar una conferencia de prensa que resultó multitudinaria y de larga duración. Quería congratularse con la prensa peruana. Recuerdo algunos gestos del inolvidable entrenador, que en un momento de la charla apuntó con el dedo a los enviados de El Litoral y dijo: “Si tienen alguna duda de todo lo que les estoy diciendo, allá tienen dos periodistas de Santa Fe que me conocen muy bien y les dirán quién soy y cómo me manejo… ¡Vayan…!... ¡Hablen con ellos…!”… ¡Y resulta que el profe había llegado hacía poquito más de dos meses a Santa Fe, imposible conocerlo en tan poco tiempo!
La noche previa, el profe había ordenado una práctica a puertas cerradas en el Nacional de Lima. Era el reconocimiento del campo de juego, pero servía de ensayo final. Criado y adoctrinado en la escuela de Estudiantes de La Plata, la cuestión era que nadie pudiera espiarlo. No sé cómo y de qué manera, logramos entrar al estadio. Pero había que “birlar” la persecuta de las fuerzas de seguridad y de los colaboradores del profe, que andaban de ronda para descubrir algún posible espía de Sporting Cristal. Fue un juego de escondidas en un estadio inmenso. “¿Ustedes se creen que yo no supe que andaban dando vueltas por ahí y escondiéndose de todo el mundo…? Me hice el gil, porque con ustedes no hay problema… No quería que los otros me vieran…”, fue la “salida” del profe Córdoba al encontrarnos después del entrenamiento. Los otros, claro está, eran los de Sporting Cristal, el histórico copero que se jugaba el todo por el todo contra Colón.
Pero la historia sigue. Y cuentan que antes del partido, a minutos de empezar, el profesor se entregó de lleno a la meditación. Se tiró arriba de una camilla, semidesnudo, cerró los ojos y se encomendó vaya a saber a quién. Sabía que era una patriada y que podía pasar a la historia, clasificando en un grupo complicadísimo y dirigiendo a un equipo debutante. Había razones para apelar a todo.
El partido fue de respiración entrecortada, suspiros profundos, sudor frio y todo lo que se puedan imaginar. Lo echaron a Medero y el profe lo metió a Goux, que hacía sus primeras armas. Y después se la jugó con Garceglia, dejando en el banco a jugadores como Gordillo, Cantero y Cristian Castillo. Leo Díaz fue la figura del partido. Morant, Aquino, Goux, Agoglia y Sandoval lo siguieron. Estaban 0 a 0, el resultado favorecía a Colón, pero un gol de Sporting Cristal inclinaba la balanza para el otro lado. Hasta que el “Loco” Sandoval, el papá de Tomás, el actual jugador de Colón, recibió la pelota y metió un remate espectacular desde afuera del área que se clavó en el ángulo. Gol. ¡Qué digo gol!.. ¡Golazo!... ¡Golazo y delirio!
Sporting Cristal se vino con todo y empató faltando poco. Esos minutos finales fueron tremendos. Al profe no lo podían contener en el banco. En Perú lo apodaron “Tiroloco” y dijeron que era un filósofo, quizás tratando de desprestigiarlo o de subestimarlo. Hasta que Ortube llevó el silbato a su boca y elevó los brazos al cielo para marcar el final del partido. Allí estallaron todos: jugadores, cuerpo técnico, dirigentes e hinchas. Colón se metía en octavos de final de la Libertadores y lo esperaba Olimpia de Paraguay (otra historia épica y digna de ser contada).
“No somos un equipo mala leche como se dijo después del partido con Alianza Lima. Me invade la alegría porque soy un hombre de trabajo. Del Hotel Bertaina a trabajar y de trabajar al Bertaina”, gritaba el profe en la soledad del Nacional después del partido.
Pasaban cosas en aquél momento, como que los jugadores de Colón habían tomado la decisión de no hablar con la prensa. El golazo del Loco Sandoval hizo que pudiéramos arrancarle algunas palabras en una charla con su papá (el abuelo de Tomás), que había visto el partido en la casa de un tío del Loco en el barrio Las Flores. Como el Nacional tiene el túnel de salida a la cancha detrás de uno de los arcos –y en aquél momento cerrado con alambrado y una puerta-, no quedó otra que tirarle el celular para que se pudiera hacer la charla entre los dos.
Cuando jugamos en cuartos de final con River, nos pusieron a Aníbal Hay y a Ruscio o Sánchez, no me acuerdo bien. Eran los árbitros de la corona, los que respondían a la corona. Todos hinchas de River. Yo había pedido a Castrilli o a Madorrán, que eran los que me aseguraban imparcialidad. Se lo dije a los muchachos cuando supe los árbitros que nos pusieron. Y recuerden lo que fueron aquellos partidos con River, sobre todo el del Monumental. Ese plantel, solito, venía de ser subcampeón del fútbol argentino, con un plantel cortito. Si yo pasaba a River, en las finales ponía un 4-4-1-1, con Saralegui de enganche y el Bichi Fuertes arriba y lo sacaba campeón. A Colón lo bajaron los árbitros que respondían a la corona, o sea a la Afa”.
(Daniel Córdoba - Entrenador de Colón en la Libertadores de 1998)
Pero el profesor Córdoba no quería terminar con sus locuras esa noche interminable. Y después de haber hablado largo y tendido, camino al hall central donde ya estaban los jugadores esperando la llegada de un micro que se demoraba más de la cuenta para devolverlos al hotel en Lima, se dio varios “gustos”. El primero de ellos fue cortar una nota que estaba haciendo Rodríguez Peña con un periodista peruano para que el uruguayo –caudillo de aquél equipo- dialogue con Marcelo Saralegui, quien se había perdido ese encuentro.
Y después, como si fuese el mejor de los reporteros, empezó él mismo a charlar públicamente con los jugadores, que así volvieron a ser escuchados y leidos por sus hinchas, generando estupor y sorpresa entre sus dirigidos.
Ya el viejo estadio Nacional, con tantas historias y partidos inolvidables, no tiene aquella misma fisonomía. Está en el mismo lugar y algunas cosas se mantienen de pie. Pero la modernización logró que los cambios modifiquen esa estructura añeja, de hace 21 años, que le puso marco a una de las noches más trascendentes de la historia de Colón.
Bien vale el recuerdo de aquella gesta del 8 de abril de 1998. Muchos de los jugadores que estuvieron aquella vez, se mantienen vivos en la memoria de cada colonista. Algunos desaparecieron momentáneamente pero aparecen cuando se los nombra para la ocasión. Pero rememorar lo vivido aquella vez sirve, ni más ni menos, para pensar que este martes, cuando Colón vuelva a pisar ese estadio otra vez, después de 21 años, revivan aquéllos jirones de garra, fútbol y sacrificio que pusieron los que generaron uno de los resultados más trascendentes e inolvidables. Y que ese remate espectacular e irrepetible del Loco Sandoval que hizo embolsar la pelota en la red de Balerio, deje de ser pasado e ilumine el presente sombrío de Lavallén y sus jugadores.
Cancha: Estadio Nacional de Lima.
Sporting Cristal: Balerio; Rivera, Astegiano, Rebosio y Vásquez; Soto, Torres, Espinoza y Ferreyra; Nilson y Julinho. D.T.: Luis García.
Colón: Leonardo Díaz; Medero, Morant y Rodríguez Peña; Aquino, Marini, Castagno Suárez y Asencio; Agoglia; Fuertes y Sandoval. D.T.: Daniel Córdoba.
Goles: en el segundo tiempo, a los 25 m Sandoval (C) y a los 40 m Soto (SC).
Cambios: en Colón, Goux por Castagno Suárez, Garceglia por Fuertes y Uliambre por Sandoval. En Sporting Cristal, Mendoza por Vásquez y Magallanes por Rivera.
Incidencias: en el primer tiempo, a los 36 m expulsado Luis Medero (C) por doble amonestación.