Colón tuvo un DT que infló el globo y se olvidó de atarlo
Recibió un plantel sin jugadores, armó un equipo nuevo, lo hizo funcionar al principio y cuando entró en un bajón que él mismo preanunció, se quedó sin ideas ni capacidad para encarrilarlo.
Colón tuvo un DT que infló el globo y se olvidó de atarlo
Iván Delfino cometió el imperdonable "pecado" de no saber cómo frenar la caída del barrilete que él mismo remontó. Sacó el 55 por ciento de los puntos y está tercero en la producción como local. Pero como visitante, el equipo entró en una debacle que sólo lo sostenía aquello que lograba atesorar en campo propio. Hasta que perdió un partido en su cancha y el hilo se terminó de cortar. Porque, además, el rendimiento del equipo fue realmente muy malo y salieron a la luz deficiencias reiteradas y notorias que el propio entrenador no pudo evitar ni cortar.
Víctor Godano, Adrián Temporelli, Marcelo Negrete y José Luis Martín, los principales dirigentes sabaleros que posaron para El Litoral en el Roque Otrino, antes del partido con los santiagueños. Manuel Fabatía
Delfino tuvo que esperar en diciembre el resultado de las elecciones, primero; y después, la demora inexplicable en la entrega del poder provocada por Vignatti. Colón salió tarde al mercado. No había plantel. La mayoría de los jugadores que habían terminado el torneo en Primera, se terminaron yendo y la gran mayoría con o por deudas que Vignatti había negado, previamente, que existían. ¿Quién quedó?, Paolo Goltz y algún que otro sobreviviente. Ni siquiera Garcés, el capitán, insólitamente relegado y descartado por una situación totalmente desventajosa para él mismo y para el club (no para otros).
Llegaron 18 jugadores y el mérito de Delfino fue haber encontrado rápidamente un equipo que rindió y que empezó el torneo ganando cinco partidos y empatando tres, hasta que llegó la primera derrota (ante Gimnasia en Mendoza). Y después, una rápida y efectiva recuperación con cuatro triunfos y un empate en los cinco partidos que siguieron a aquel de Mendoza, hasta llegar a la derrota con Defensores de Belgrano (fecha 15) que marcó un claro quiebre en la campaña.
Hasta ese momento, Colón estaba puntero o a lo sumo segundo, tenía una defensa que se recitaba de memoria y que daba muestras de solidez; Jourdan y Lago desequilibraban por afuera y convertían goles; Prediger era la manija del equipo y sobre él se basaba el manejo de la pelota, Talpone era el auxilio necesario para la recuperación y aparecían destellos de Guille, Sabella y algo de Bernardi también para acompañar al punta.
"Colón es el equipo de mayor categoría de la jerarquía", era una frase que se repetía hasta el cansancio en todas partes, no sólo en Santa Fe y en Colón. No había un solo entrenador, dirigente o jugador del equipo rival que no lo señalara. Jugar contra Colón era jugar contra el mejor equipo del torneo, el que parecía que se iba a "comer los chicos crudos". Y así se estaba dando hasta ese partido con Defensores de Belgrano, que marcó un antes y un después.
La jugada que desembocó en el penal a favor de Colón, que Toledo se encargó de convertir en gol. Luego, los sabaleros tuvieron tres o cuatro situaciones en el final del partido que no pudieron aprovechar. Manuel Fabatía
Desde ese partido, Colón ganó tres (en algunos sin jugar para nada bien), empató tres y perdió seis. Fueron 12 puntos sobre 36 en disputa, apenas un 33 por ciento de cosecha que empezó, primero, a achicar la diferencia que venía sacando sobre sus perseguidores; y después, a ir relegando posiciones hasta llegar a este quinto puesto y los cinco puntos de diferencia que lo separan de Aldosivi, el puntero de la zona B.
¿Qué pasó?, dos cosas: 1) le tomaron el tiempo, lo conocieron; y 2) lo más importante, fue que el equipo se empezó a caer en lo individual, lo colectivo y hasta en lo anímico. Porque contra Aldosivi faltó rebeldía; y contra Mitre de Santiago del Estero, recién la tuvo en el final del partido y casi lo empata. Pero esto dentro de un marco de precariedad futbolística y de declive tan pronunciado como preocupante.
Jourdan era pieza clave y Delfino nunca lo pudo recuperar hasta que lo dejó fuera de los convocados en este último partido; Lago bajó muchísimo su nivel; Sabella, Guille y Bernardi dejaron de dar las soluciones que antes ofrecían; de los cuatro "9" que arrancaron (Axel Rodríguez, Toledo, Sandoval y Leguizamón), ninguno se quedó con el puesto y terminó jugando Rossi; y Prediger, que era el patrón del mediocampo y el eje por el que se aceitaba el funcionamiento del equipo, entró en un nivel de intrascendencia que también lo alejó de aquellos inicios que despertaban aplausos y aprobación.
Pero además de todo esto, tampoco Delfino intentó cambiar ni buscó algo diferente para salir de esa mediocridad preocupante en la que entró el equipo. Murió en la suya, con su esquema rígido y sin buscarle variantes. Y está comprobado que si uno quiere que algo cambie, lo primero que tiene que hacer es dejar de hacer lo mismo. Y a esto, Delfino no lo entendió. O si lo entendió, no pudo o no quiso ejecutarlo.
Cuando el problema se extendió, cuando el equipo prolongó esos bajos rendimientos a la actuación de local y, por ejemplo, no le pudo ganar a Atlanta y, sobre todo, cayó ante este Mitre de Santiago del Estero que le pateó dos veces al arco y le ganó el partido, allí la situación se agravó. Colón perdió el invicto de local en el peor de los contextos. Lo perdió jugando mal o muy mal, como lo venía haciendo en el resto de los partidos. Pero este partido hizo eclosión, porque fue ante su gente y porque la imagen se desfiguró de una manera impensada.
Colón terminó sumido en un desorden absoluto. La falta de brújula, la escasez de ideas y un dominio estéril y más producto del repliegue del rival que de méritos propios, hizo que se terminara atacando a lo que sea y como sea. Talpone terminó de "4", Farioli jugó sus primeros 20 minutos luego de 9 meses de ausencia y debutando como "volante central" y cargándose la responsabilidad de llevar la pelota hasta las cercanías del área rival, Delgadillo y Juncos debieron asumir un protagonismo que nunca antes habían tenido por las pocas chances que tuvieron, en tanto que Rossi y Toledo esperaron por adentro que algún pelotazo les cayera justo para intentar lo que no se dio. O mejor dicho, que se dio con un penal dudoso que Toledo ejecutó muy bien para ponerle pimienta al final del partido.
Fue un compendio de desaciertos y de un desorden que se agravó, además, con esta "mandíbula frágil" que expuso al equipo a recibir goles que le costaron derrotas, siendo que en algunos partidos lo atacaron muy poco, pero ya sin dar muestras de una solidez que hace tiempo se perdió.
Esta decadencia fue algo que el técnico anunció hace tiempo que podía darse. Lo que Delfino no dijo -o no le encontró solución- es que no iba a poder frenarla a tiempo. Cuando Colón entró en la meseta o en el bajón que cualquier equipo puede tener en un torneo largo y complejo (canchas malas y chicas, muy diferentes a la de Colón), no hubo forma de parar la debacle ni mucho menos de recuperarse. Y en esto hay responsabilidad del entrenador. Sin lugar a dudas.
Delfino sabía adónde venía. Y Colón eligió bien, porque tuvo en cuenta aptitudes que Delfino cumplía con creces y que eran importantes para jugar un torneo de estas características. Conoce la divisional, sabe cómo se juega y adónde se juega. Ocurre que el libreto le duró 15 fechas. Y aquellas respuestas rápidas que pudo dar en el inicio, no logró sostenerlas y tampoco pudo remendarlas cuando los resultados se convirtieron en negativos y allí entró a jugar lo que Delfino sabía muy bien que podía pasar: la impaciencia y la presión de la gente se iba a trasladar en reclamo y exigencia, tanto para los jugadores como para él.
La dirigencia debió manejar de otra manera la salida. No fue algo ordenado y mucho menos prolijo. A Delfino, sin dudas, lo terminaron echando. Pero cuidado, fue algo que la dirigencia está en su derecho porque son ellos los administradores y encargados de la toma de decisiones. Pero se informó un "común acuerdo" que no existió. El apuro fue una mala consejera. Mientras Delfino decía que estaba con fuerzas para seguir y hasta se animaba a hablar de cómo había que llevarlo a Farioli para que esos 20 minutos (o algo más) que jugó, se puedan trasladar a algunos más en poco tiempo, la dirigencia ya elaboraba el escueto anuncio en redes sociales del final de ciclo. Delfino decía que tenía que hablar con los dirigentes, pero en ese mismo momento la decisión se estaba tomando. Y supuestamente de "común acuerdo". Y eso no fue así.
26 partidos
Fueron los que dirigió Delfino, con 12 victorias, 7 empates y 7 derrotas. Cosechó el 55 por ciento de los puntos en juego.