Pizzi y Chancalay, dos apellidos ligados al rojinegro
"Juanchi" y "Chanca" enfrentados a esta "jugarreta" de sus destinos
Pizzi, exitoso como jugador y con títulos como DT, nunca fue "profeta" en Colón. Chancalay llegó de chiquito desde Viale y aquella "difícil revancha" que pensó que no se iba a dar, luego de Paraguay, está a la vuelta de la esquina pero él como "juez" y no como "parte".
"Juanchi" y "Chanca" enfrentados a esta "jugarreta" de sus destinos
El destino los ha puesto frente a una tremenda realidad. Juan Antonio Pizzi y Tomás Chancalay van a enfrentarse con Colón en una final y para ellos no es poca cosa. Tienen un pasado que los vincula con el club. Quizás Colón, en la vida deportiva de Pizzi, le provoque más desazón que otra cosa. Distinto lo de Chancalay, quien pudo cristalizar lo que nunca le pasó a Juanchi: ponerse la camiseta del club en Primera.
Pero el apellido Pizzi tiene su historia en Colón, tanta que su padre, el doctor Pizzi, fue candidato a presidente cuando "Juanchi" era un pequeño que lo acompañaba a la cancha (murió muy joven su papá) para ver a grandes jugadores como "Cococho" Álvarez y la "Chiva" Di Meola y, un poco más grande y ya perfilado a ser lo que fue (un gran delantero), admirar a Claudio Chena, quien hace poco reconoció que no podía creer cuando "Juanchi" le dijo al querido "Gordo" que era su ídolo de pibe.
"Juanchi" Pizzi dirigió tres partidos en Colón a principios de 2005. El club venía de un 2004 de "glamour" en la elección de entrenadores. Francisco Maturana primero y Alfio Basile después no pudieron darle el salto de calidad, más allá de que ese equipo del "Coco" dejó un buen recuerdo por su estilo y nivel de juego, aunque no haya tenido directa consecuencia en los resultados.
Horacio Darrás era el presidente del club. "Vamos a sorprender con el técnico que vamos a buscar", dijo en los últimos días de aquel año. Y se eligió a Pizzi, que llegó con el Chemo Del Solar de ayudante de campo. Duraron tres partidos: derrota con River, con Estudiantes y Arsenal. Despedida con monedazos a los jugadores, confirmación ese mismo día a la noche para que continúe y golpe de timón al otro día a la mañana para echarlo del club.
Cuando Vignatti, que estaba al margen de la dirigencia pero la apoyaba y colaboraba en la subcomisión de fútbol, se enteró de la decisión, "pateó el tablero" y fue él quien tomó la decisión. Esto provocó la ira en "Juanchi", quien luego tildó de "cagones" a los dirigentes, fue muy duro contra el presidente Darrás, dijo que se había enterado por un "secretario de no se qué", como él mismo lo definió y que "en esa directiva había gente que cuando iba a Santa Fe me llamaba, se juntaban conmigo y que cuando me despidieron ni siquiera se animaron a llamarme. Fueron unos cagones y siguen siendo unos cagones porque nunca más me llamaron", dijo un enojado Pizzi en ese entonces.
La historia terminó siendo muy "cruel", si vale el término, con Pizzi en Colón. De aquella figura encumbrada de su padre, que perdió las elecciones en la década del 70 con el doctor Marcolín, a un "Juanchi" hincha de Colón, que triunfó en el fútbol, que llegó a jugar un Mundial representando a España y que fue un entrenador exitoso y ganador de títulos importantes como aquella Copa América en Estados Unidos con Chile, pero que en Colón nunca jugó y sólo pudo dirigir al equipo en tres partidos.
La de Chancalay es diferente. "Hay un pibe en Viale que la rompe, hay que traerlo", le dijo el profesor Leonardo Colman a Gustavo Marín, uno de los principales colaboradores que tuvo Rubén Rossi en su proceso como coordinador de inferiores en el club. Ese pibe, de apenas 8 años que hacía cosas distintas con la pelota en su Viale natal, era Tomás Chancalay.
A partir de allí, el sacrificio de su mamá Marisel y de su abuelo lograron que el pibe se sacrificara a viajar todos los días para jugar en Colón. "Martín Sánchez y Ariel Segalla fueron muy importantes en su desarrollo", comenta Gustavo Marín, quien cobijó en su casa a Chancalay cuando era un niño y a veces no podía regresar a su casa.
Tomás Chancalay debe haber sido uno de los jugadores del fútbol santafesino que más tiempo jugó en las selecciones juveniles. Lo convocaron desde muy chico, incluso para jugar con pibes más grandes, de otra categoría. Y además, lo llevaron en varias ocasiones de sparring de la mayor. Siempre le tuvieron confianza. A veces más confianza que los técnicos de turno en la primera de Colón.
Recuerdo varias charlas con él, cuando se empecinaba en decir que le gustaba entrar en contacto con la pelota, algo lógico y natural pero que a veces lo "traicionaba" y lo llevaba a ocupar lugares de la cancha no aptos para su juego. Llegaron a ponerlo de carrilero, obligado a un ida y vuelta desgastante. Chancalay tenía que jugar de delantero o en los últimos 30 metros de la cancha. No más atrás que eso. Y ahí encontró los lugares aptos para convertirlo, hoy por hoy, en un titular indiscutible y en un delantero temible y eficaz.
Colón recibió 100 mil dólares por su préstamo y Racing tendrá que pagar, a fin de año, 1 millón limpio por la mitad de su pase o 2 limpios por la totalidad. El valor es bajo. Y uno no habla "con el diario del lunes", sino porque se sabe que las dificultades en la renovación del contrato llevaron a acordar una opción que, mucho más por este momento que vive el jugador, permiten suponer que es baja.
Tiene 22 años y parece que hace mucho más que está en el candelero, por todo lo que se acaba de describir. "Quiero una final con Colón", dijo después del partido con Boca, donde le tocó correr un poco más de la cuenta, volcado por el costado izquierdo y ejecutando de manera brillante uno de los penales de la serie que ganó Racing para convertirse en finalista.
Pizzi y Chancalay, dos historias cruzadas con Colón. Pizzi debe haber sido uno de los entrenadores que menos duró en toda la historia. Y "Chanca" dijo, en Paraguay, que dudaba que pudiera llegar a tener otra oportunidad como aquella para ser campeón con el club que lo descubrió en su Viale natal.
El no, pero Colón sí tiene la oportunidad. Aunque él (y "Juanchi") estén enfrente, viviendo una situación muy rara: la de jugar una final con una institución que les resulta muy cara a sus afectos.