(Enviado Especial a Belo Horizonte)
“Que el hincha se quede tranquilo porque los jugadores dejarán la vida en la cancha”, dijo Lavallén. A las 21.30 de este jueves, los sabaleros tendrán, frente a sí, 90 minutos que lo pueden llevar a jugar una final internacional que se convertirá en el hito más importante de su vida. Hay un cosquilleo, acá y en Santa Fe, digno de los grandes momentos.
(Enviado Especial a Belo Horizonte)
La lluvia del miércoles le agregó una geografía distinta a esta frenética ciudad. Más de tinte otoñal, gris, casi de tristeza. Para muchos, los días lluviosos y cierta quietud, los obliga a la pausa. Colón alcanzó a entrenar en el momento en que esas condiciones climáticas le dieron un respiro. Fue algo liviano, nada de exigencia. Mientras tanto, con cada sabalero que uno se encontraba en algún shopping, en Savassi o en el centro de esta gigantesca y febril ciudad, la pregunta era una sola: “¿Cuántos hinchas pensás que van a venir?”. La verdad que nadie tiene certeza para la respuesta. Los dirigentes hablan de entre 2.000 y 3.000. Quizás sean algunos más. No se va a dar, seguramente, la movilización masiva del año pasado en el Morumbí. Pero no será por falta de motivación, porque eso es justamente lo que sobra. Será por una situación económica de la que nadie escapa y que condiciona. Aún hasta aquéllos apasionados que dejan todo por ir detrás de esos colores que gobiernan su vida y su corazón.
Me encontré en varias oportunidades con los hermanos Rossi. La primera fue en el aeropuerto de San Pablo; las otras, ya en Belo Horizonte. Tienen para escribir un libro de lo que es ser fanático de un club que no es de la ciudad en la que viven, porque ellos residieron casi toda su vida en Buenos Aires. Y en uno de esos encuentros, contaron algo realmente gracioso y que refleja lo que es Belo Horizonte y lo que representa el fútbol para los brasileños. “Entramos a un negocio, el vendedor nos vio con la camiseta de Colón y nos dijo que íbamos a ganar 2 a 0. Nos preguntó cuántos íbamos a ser en la cancha y le dijimos entre 2.000 y 3.000. Y entonces nos contestó: ‘serán esos en la tribuna y un millón de hinchas de Cruzeiro que haremos fuerza para que ganen”.
En tren de esas anécdotas, Germán González Bertero, el hijo del ex intendente de la ciudad, ex dirigente de Colón e hincha fanático sabalero, también tenía la suya. Viajó en el chárter con los allegados, dirigentes y parte de la prensa santafesina. “Cuando estábamos esperando la partida del vuelo, me acerqué a Lavallén y le pedí una foto. Le dije que yo era uno de los que más lo insultó, pero que quería pedirle perdón y sacarme una foto con él”, contó Germán, que la primera noche en Belo Horizonte no pudo dormir de los nervios y la ansiedad. “Me fumé tres atados de cigarrillo en menos de 24 horas, ya estoy re loco”, concluyó.
Viven el momento, lo disfrutan, también lo sufren. Y creen que así será, sufriendo, porque otra fórmula de éxito no hay, no existe. Nada podría darse de manera perfecta. Algo tendrá que pasar. Y así se vienen a la memoria tantos momentos. Quizás, el último, haya sido el de aquél partido con Boca Unidos de Corrientes, cuando a 15 minutos de final estaba afuera de todo y al final llegaron los goles que le dieron el retorno inmediato a Primera.
Hay en eso un componente emocional muy grande también dentro del plantel. Para Lavallén, es el partido más importante de su vida. Lo dice a cada rato y cada vez que se lo preguntan. Vignatti lo dijo claramente: “Es el partido más importante de la historia de Colón”. Y no vacila en afirmarlo. Y si es el más importante de la historia del club, es el más importante de su vida también. Y así todos los jugadores. Uno por uno, sin excepciones. Nadie de este plantel, salvo alguna honrosa excepción, ha dado vueltas olímpicas. Es un descubrimiento para todos. Y hasta un pibe que ya vivió demasiado en tan poco tiempo, como Tomás Chancalay, con sus muy jóvenes 20 años decía el otro día en cancha de Lanús que “no creo que volvamos a tener otra oportunidad como esta”.
La pregunta que más se escucha es cómo se debe plantear el partido. Y la verdad que Lavallén tiró alguna pista cuando habló de jugar en bloque y de tener cuidado con hacer demasiado rápida la transición entre defensa y ataque. Esto, traido a la jerga de barrio, es decir que Colón no puede plantear ni un partido abierto ni tampoco un partido de contragolpe; que hay que tener la pelota y que se debe trabajar mucho en la recuperación rápida cuando se la pierda. Son elementos esenciales que se tendrán que tener en cuenta para no pifiar en lo estratégico, más allá de que también Lavallén cuenta, esta vez, con algo a su favor: el equipo ha dado muestras claras de estar bien de la cabeza, de valorizar lo anímico y que lo físico ya ha dejado, hace tiempo, de ser un problema.
No lo confirmó al equipo porque quiere saber, por ejemplo, si jugará Oliveira o Di Santo arriba. Enfrente tendrá un equipo que se parará 4-2-3-1, que arrastra su peor racha de derrotas consecutivas de la historia, con un entrenador cuestionado por sus planteamientos, con jugadores que no responden a la exigencia y con una “torcida” enojada por el mal momento. Pero Mineiro es Mineiro y Brasil es Brasil. Por eso, todo esto se debe decir pero queda después pulverizado a la hora de los “porotos” y de acuerdo a cómo se presenta el partido.
Utilizando una vieja y remanida frase, las cartas están echadas. Buen clima interno, confianza, optimismo y la convicción de saber que se está a las puertas de hacer historia. Pero historia en serio, historia grande para un club que persigue un sueño desde hace 114 años, un sueño jamás concretado. Todos lo saben. Y todos, en mayor o menor medida, están en la misma. El premio es grande para todos. Demasiado grande como para dejarlo escapar y no cumplir con aquello que el mismo Lavallén, emocionado con la despedida que le dieron los hinchas en Sauce Viejo antes de la partida hacia esta ciudad, sentenció en el encuentro con la prensa: “Que el hincha de Colón se quede tranquilo porque los jugadores van a dejar la vida en la cancha”.
Una estadística favorable
Este será el segundo partido oficial entre Colón y Mineiro, pues el primero fue el jueves de la semana pasada en el Centenario. Hay una estadística que favorece a Colón y es la siguiente: cada vez que Mineiro perdió el primer partido de una definición con revancha, como esta, sólo una sola vez pudo revertirlo y en cuatro no. Fue justamente en la segunda ronda de la actual Sudamericana y ante Unión La Calera de Chile.
En cambio, Colón clasificó en seis de las siete ocasiones que ganó el partido de ida. La única vez fue en 2010, cuando le había ganado a Universidad Católica de Chile en el Centenario, perdió el regreso en Santiago de Chile y luego fue eliminado por penales.
El otro dato positivo es que Colón ganó la única vez, hasta ahora, que jugó oficialmente en Brasil: fue el 1 a 0 en el Morumbí ante San Pablo, convirtiéndose en el primer equipo argentino en vencerlo de visitante.
Respecto de los delanteros, hay otro dato esperanzador: el Pulga Rodríguez acumula tres goles y cuatro asistencias en ocho partidos jugados con Colón en la Conmebol Sudamericana 2019; es el jugador del torneo que ha participado en más anotaciones.
Por su parte, Wilson Morelo es el máximo goleador en competiciones Conmebol desde 2018 hasta la fecha: ha marcado la friolera de 14 goles, 11 con Independiente Santa Fe y 3 con Colón.
Bonachón, educado, honesto y de buenos modales. Cuando llegó a Colón en el 96 y trajo a Cristian Castillo, sabía que tenía “oro en polvo”. Lo adoptó, lo supo llevar y lo convirtió en figura e ídolo. Después se fue, siguió su carrera en otros lares, volvió sin la misma fuerza ni tampoco los mismos resultados que aquella primera vez y unos años después, apareció dirigiendo a Messi y consagrándose campeón del mundo con la juvenil. No en vano lo fue a buscar Pekerman, sin ser un hombre de su propio entorno.
Pancho Ferraro estaba alejado del fútbol hasta que recibió el llamado de Vignatti. Se vino a Santa Fe y arregló en un abrir y cerrar de ojos. A los pocos días, tuvo que afrontar la primera tormenta. Los partidos –y derrotas- con Huracán e Independiente llenaron de dudas a los dirigentes e hicieron tambalear al entrenador. Lavallén pendía de un hilo, casi tan delgado como ese apoyo que ya se había convertido en algo residual, a punto de extinguirse.
“Pancho, ¿qué hacemos?. El equipo no nos gusta cómo juega, no vemos una reacción y estamos complicados con el promedio”, fue el comentario recibido, quizás con algún tono más alto de disconformismo hacia Lavallén. Pancho escuchó y actuó. Habló con Lavallén, ya lo había visto trabajar, escuchó sus explicaciones y quizás el mismo Lavallén a las que él les dio. Era una conversación de par a par. De entrenador a entrenador. Algo de eso referencia Lavallén, cuando da a entender que ha reflexionado sobre algunas cosas y sobre algunos errores cometidos.
El viraje fue total, contundente. Ortiz y Morelo no podían quedar al margen del equipo, había que ponerlo bien urgente a Aliendro y esperar a Lértora. Ellos contribuyeron a que el equipo cambie. Y potenciaron el aporte indiscutido de algunos como el Pulguita Rodríguez, “único héroe en ese lío”.
Ese hombre bonachón, educado y honesto, al que no se vio por Belo Horizonte con el plantel, es responsable de este momento dulce y de mieles. A ese hombre lo apodan Pancho…