Por Enrique Cruz (h)
(Enviado Especial a Buenos Aires)
La noche no invitaba a nada. Cancha vacía (y justo esta cancha, esa Bombonera testigo de tantas jornadas ruidosas, la que no tiembla porque late), mucha lluvia, un Boca que venía con el envión de dejar en el camino a Corinthians, pero con una mochila de 12 partidos sin ganar en el torneo local, una sola victoria y hasta la posibilidad -antes de empezar la fecha- de quedar último si volvía a perder y Argentinos le ganaba a Belgrano. En todo caso, la noche invitaba a Colón a recuperarse y a traerse algo de un escenario con tanta historia. Pero no hubo caso. Tercera derrota consecutiva, una labor sólo discreta y una mejoría que solamente se la puede argumentar si se toman como parámetros los últimos dos partidos, que fueron muy malos y con abultados resultados en contra.
¿Es culpa de Morant por haber cambiado la estrategia ante Godoy Cruz y Quilmes?, ¿por qué cuesta tanto encontrar un estilo de juego, una identidad?, ¿se puede endilgar la responsabilidad de la derrota a la “polémica” salida de Gigliotti?, ¿se encontró Colón con un Boca mejorado y recuperado? Creo que esto último es lo que menos cuenta: Colón se encontró con un Boca accesible, vulnerable en defensa y sólo con el aporte de un arquero (Orión) que atraviesa un muy buen momento.
Eso sí, lo que Boca pergeñó como estrategia le salió bien. Boca desnudó serios problemas por los costados en Colón. Mal Urribarri en la marca y flojo también lo del pibe Castillo (estuvo con un cuadro infeccioso que casi lo deja afuera del partido). Lautaro Acosta, por el lado de Urribarri, más la subida de Albín en el primer tiempo y las apariciones del “Burrito” Martínez fueron una permanente complicación. Y lo mismo aconteció, probablemente en menor medida, por el lado derecho, donde entre Sánchez Miño y Zárate le acarrearon problemas a Castillo.
Esa mejor utilización de las bandas, más un mejor traslado de la pelota (estuvo más preciso Boca que Colón a la hora de administrarla), hizo que el partido fuese favorable al local, que ya merecía irse en ventaja en el primer tiempo, de no mediar por el palo derecho (terrible bombazo de Martínez) y algunas atajadas de Pozo.
Después del gol vino lo mejor del partido. Colón se adelantó por obligación y Boca asumió una actitud más defensiva. Incluso, la expulsión de Urribarri no hizo notar el hombre de menos que tuvo Colón durante más de un cuarto de hora, y para eso contribuyeron las variantes, sobre todo el ingreso de Luque (¿no era para que entrase antes?). Terminó ganando Boca con lo justo pero merecidamente. Hizo más que Colón. Ahí nomás, por poquito y aprovechando uno de los tantos desbordes por el costado de Urribarri. Con eso le alcanzó.
¿A qué jugar?
Este Colón de Morant, con los mismos jugadores, no tiene el mismo estilo que el de Sensini. Con “Boquita”, la pretensión era la de salir a pelear el partido en el medio para recuperar enseguida la pelota y administrarla más que el rival. Esto llevaba a un natural adelantamiento del equipo, que como consecuencia traía aparejado un sinfín de problemas defensivos que lo llevaron a ser el equipo con mayor cantidad de goles en contra del torneo anterior.
Cuando Morant se hizo cargo del equipo, todo pareció cambiar. De jugar a tener la pelota y a sumar gente en ataque, Colón pasó a ser un equipo más “reprimido” en el juego. “Hoy quiero jugar a algo para lo que no tengo con qué. A mí me gustaría ser más ofensivo, pero éste no es el momento”, le dijo el Flaco Morant a El Litoral en ese coqueto y lujoso hotel de campo que dispone la institución a la vera de su predio. Y por eso asume el error de salir a buscar los partidos con Godoy Cruz y Quilmes, algo que lo llevó a convertirse otra vez en un equipo débil, repleto de fragilidades defensivas y sin peso específico en la búsqueda del arco de enfrente.
¿Cuál es el estilo de Colón?, a tan pocas fechas del final, éste es uno de los grandes dilemas. Un plantel armado por un técnico para jugar a una cosa, que luego cambió sobre la marcha, con otro técnico y con otro estilo, sin terminar de afirmarse y redondeando una campaña mediocre.
Esto último, lo de la mediocridad, es lo que más lastima al hincha sabalero. Se puede perder en la Bombonera, pero no ante este Boca con limitaciones y sin el poderío completo. Con un poco más, apenas con una idea de juego más concreta y acabada, Colón no se iba con las manos vacías de la desierta Bombonera.
¿Con quién jugar?
Estoy seguro de que muchas voces de protesta y crítica caerán sobre el Flaco Morant por el cambio que hizo (la salida de Gigliotti y el ingreso de Ramírez). Primero, que Ramírez estuvo muy cerca de darle el empate a Colón y motivó una gran atajada de Orión. Segundo, que no se puede echar culpas sobre un solo cambio por más importante que éste sea. Y tercero, que al Flaco se le puede achacar, por ejemplo, que no haya puesto antes a Luque o que haya sacado a Castillo en lugar de Urribarri (que estaba amonestado y se terminó yendo de la cancha expulsado por doble amarilla), aunque luego Morant explicó que Castillo no había tenido un buen día y por poco no se queda afuera del partido.
Hoy la realidad indica que hay muchos jugadores que no están en un buen nivel. No hay forma de encontrar el rumbo en defensa (pareció hallarlo ante Newell’s o en el mismo partido contra Arsenal, pero fueron casos aislados), no están bien los delanteros, que hasta hace poco eran los indiscutidos del equipo y la mayor virtud a la hora de buscar referencias individuales, más otros que están afuera porque tampoco consiguen un vuelo futbolístico que los obligue a entrar, como Lucas Mugni.
Por eso, si Colón tiene problemas por el lado de Urribarri no es una novedad, porque el entrerriano siempre demostró que tiene mucha personalidad para pedir la pelota, para apoyar y para aparecer en el área de enfrente en un mano a mano con el arquero rival como lo hizo anoche en el primer tiempo, pero no cumple con la premisa básica de un marcador de punta, que es, precisamente, la de marcar. Y pasa lo mismo con un Raldes que deja dudas, o con un Prediger que aparece y desaparece del partido.
No todas las culpas recaen sobre el técnico y sobre el esquema, porque son los jugadores quienes no pueden tampoco sacar a flote la situación. Es difícil encontrar rendimientos estables en Colón. Salvo Graciani y Bernardello, el resto se cae con facilidad y ni siquiera encuentran una media en el rendimiento. Algo de esto pasó con Gigliotti también. Por eso el técnico lo sacó, cuestión polémica y discutible, obviamente.