"Marcelo, venite a Santa Fe a darnos una mano en estos seis partidos que faltan". Palabras más, palabras menos, esa frase sonó en el teléfono celular de Marcelo Saralegui en la noche de Montevideo, aquél lunes de la derrota por 4 a 0 ante Argentinos Juniors a puertas cerradas. "Chupete" Marini quería tener un partido más, se sentía aún con energías para revertir la situación y así lo expresó en la conferencia de prensa luego de ese partido. Los dirigentes buscaron descomprimir la situación. Pensaron en Sciacqua, pero Mario entendió que no era lo lógico, que su función para la que había sido convocado por el club no era para dirigir sino para ser el secretario deportivo. A alguien se le ocurrió llamar a Saralegui. Al día siguiente, el uruguayo llegaba a Santa Fe para reunirse con la dirigencia, conocer a los jugadores (siempre estuvo al tanto e informado de lo que pasaba en Colón) y dirigirlos contra Estudiantes. Dos prácticas, viaje a La Plata y una actuación estupenda (la mejor del campeonato) contra el equipo de Ricardo Zielinski, motivando su salida definitiva de la institución.
"Voy a sacar el 75 por ciento de los puntos", tiró Saralegui a manera de "compromiso". Complicadísimo en un fútbol en el que nadie, ni siquiera el campeón, saca semejante porcentaje. Es cierto que eran seis partidos, nada más, pero había que mejorar sustancialmente un rendimiento que venía en pendiente absoluta. Ganó los tres primeros y los ganó bien; defeccionó en el segundo tiempo ante Racing, jugó un partido aceptable ante Defensa y Justicia (derrota injusta) y repitió ante Rosario Central (empate que pudo ser victoria de no mediar por la cantidad de ocasiones malogradas). Se vio otro equipo, con otro semblante, con otro nivel. Y las acciones de los uruguayos (involucro a Samanta Rodríguez Peña, su amigo y colaborador), crecieron.
Saralegui supo desde el arranque que venía por seis partidos, pero también -por ser hombre de fútbol- sabía que podía hacer "camino al andar". En el fútbol, nada es absoluto (salvo el resultado) y todo se puede modificar. En carne propia lo vio plasmado. Y con argumentos defiende su propia tesis ante el "alto tribunal" (el de los dirigentes) para quedarse con un cargo para el que no era el plan "A". 1) Buena relación con los jugadores; 2) una idea de juego simple pero eficaz; 3) buena llegada al plantel para mejorarlo en casi todos los aspectos. Colón había tenido actuaciones parecidas con Marini, pero el nivel del equipo fue declinando. Aquella apretada luego de la derrota en Córdoba ante Talleres caló hondo y el 0-4 con Argentinos Juniors sepultó los sueños y el trabajo de "Chupete". Saralegui, en cambio, reconstituyó al equipo desde lo anímico y futbolístico (como lo había hecho Marini luego de la salida de Rondina), pero tuvo a su favor que le dio continuidad a esa mejoría y estableció un nivel parejo en casi todos los partidos, más allá de algunos vaivenes y resultados.
Saralegui se fue a Montevideo después del empate con Central y volvió este jueves a Santa Fe. Cena con Vignatti ese mismo día e inicio de las conversaciones con el objetivo de renovar. El plan B se convirtió en plan A. Desde lo económico no habría problemas. Desde lo futbolístico, hay aspectos a resolver. La situación del Pulga Rodríguez (en un "tire y afloje"), la de Wanchope Abila (el que venga, tendrá que arreglar con Colón porque le quedan dos años más de contrato), la continuidad o salida de Goltz, entre otros asuntos puntuales de jugadores, fueron tirados sobre la mesa. También la conformación definitiva de su cuerpo técnico (quizás sumando algún profesional) y la manera en la que se iba a trabajar a partir de este momento en su vínculo con la dirigencia (¿con un nuevo manager o con un nexo interno?).
Hay tiempo para definir, pero la sensación es que no durará mucho llegar al arreglo si es que todos están convencidos de que hay que ir por ese lado. Marcelo Saralegui no llegó a Colón, por lo visto, como un "ave de paso" sino que acudió al convite sabiendo que la regla inicial era "por seis partidos", pero que si los resultados y las actuaciones ayudaban, esa imposición se podía cambiar. Siempre entendió que no estaba dicha la última palabra y que era la oportunidad que se le estaba dando para que su futuro -y el de la dirección técnica de Colón- dependa de él. De ser confirmado, se convertirá en otro uruguayo que quiere hacer historia como ya alguna vez lo consiguieron Pepe Etchegoyen y Nelson Chabay, entre otros.
De los puntos, fue la cosecha que obtuvo Marcelo Saralegui como DT de Colón en los seis partidos que dirigió. El único partido que perdió bien, fue ante Racing. Con Defensa mereció otra cosa y perdió, y con Central, a pesar de que empató, también mereció ganarlo.