Colón decepcionó por su juego a la multitud que lo acompañó a Montevideo
Mucho marco, poco cuadro
La grandeza de Colón estuvo en las tribunas del Centenario y no en el juego que desplegó el equipo de Lavallén. En el primer tiempo estuvo cerca, pero en el segundo terminó salvándolo Burián con un par de grandes atajadas. Flojo partido y mala actuación sabalera.
Es una historia de amor no correspondida. En las tribunas, la pasión y la actitud de la gente para provocar una movilización que otra vez hizo historia. En el campo de juego, la imagen anodina, despojada de virtuosismo, insulsa por momentos y limitada de un equipo que no encuentra formas que convenzan. Colón volvió a ser el de siempre, el que deja dudas, el que desnuda sus carencias y el que no puede levantar cabeza. Por eso, Lavallén ha repetido tantas veces que hay que barajar y dar de nuevo cuando esto se termine. Y es así. Porque frente a un equipo precario, entusiasta pero muy limitado, Colón no pudo sacar ventajas, no se le animó, no le tiró la supuesta mayor jerarquía y hasta hace dudar si realmente hay una diferencia a favor entre un equipo que sabe de sus limitaciones y juega en función de tal, con otro que pretende ser algo que no es; o que le cuesta mucho aspirar a serlo.
En realidad, Colón tuvo ante su gente esa imagen de equipo híbrido, de escaso vuelo que no corresponde a la gran movilización que se generó y que hasta obligó al cambio de escenario para jugar en el Centenario. ¿Por qué?, ¿tiene fundamento cierto esperar algo más? Esta duda es la que carcome a Lavallén y a los dirigentes. No se acertó en nada este año. Y Lavallén es el menos responsable, porque tomó a un equipo armado y pésimamente preparado, en lo físico y en lo táctico, en lo colectivo y lo individual. Ningún concepto se modificó a pesar de las tres semanas que tuvo Lavallén para entrenar al plantel. No se mejoró en lo físico, tampoco en lo táctico y hay jugadores que, desde lo individual, no superan el rendimiento de mediocre.
¿La culpa es de Lavallén?, diríamos que en un nivel de escasa responsabilidad, porque se le podrá achacar que no supo mejorarlo en este tiempo, pero se mejora cuando se tiene para mejorar. Y por lo que se vé, Colón no tiene mucho como para aspirar a que el nivel cambie. Se necesitan otras cosas. Y eso no se consigue de un día para el otro, no se arma un equipo que está en pañales, ni se mejora la condición física cuando no se hace un trabajo de base adecuado ni tampoco se puede pretender que un equipo luzca, cuando no tiene luces que se prendan y brillen.
River de Montevideo es un equipo de escasas pretensiones, que hizo todo lo que Colón pensaba que iba a hacer: regaló la pelota y el terreno, se animó porque Colón se lo permitió y atacó mucho con centros. Las grandes culpas estuvieron del lado de enfrente. Colón permitió que a la pelota la tengan los centrales (Ortiz y Olivera) y que salgan con pelotazos largos que generalmente no tuvieron precisión. Los volantes ausentes, salvo Esparza. Entonces, si Zuqui, Estigarribia y Bernardi no podían aparecer para aportar fútbol, la ausencia de juego se hacía notoria. Y aún así, Colón tuvo dos o tres situaciones en el primer tiempo que lo puso más cerca de la victoria que a River.
En el segundo tiempo, sólo cambió una cosa: Colón le permitió a River que se anime y nunca se decidió a ser agresivo a la hora de atacarlo. Y el hecho de que el rival tenga espacios y chances de atacar, hizo que debiera aparecer la figura de Burián para justificar, en dos o tres atajadas importantes, el mote de figura de Colón y hasta del partido. Pero no porque lo hayan “peloteado”, sino porque tuvo esas reacciones que son fundamentales en un arquero para que su arco se mantenga en cero. Eso fue Burián y de eso gozó Colón para cotizar este empate que, aún así, lo pone en un nivel de riesgo y exigencia para la revancha.
Habrá que salir a ganar el partido. Y la realidad es que para eso deberá cambiar, ser más agresivo, más incisivo y arriesgar más. Aún a cuestas de algún sufrimiento, porque River es un equipo que se siente cómodo cuando lo atacan y puede contragolpear. A esto lo sabe Lavallén y por eso armó una estrategia cuidándose de cualquier réplica que complique el partido. Pero las obligaciones se trasladan ahora a este Colón híbrido, que necesita urgente un replanteo de nombres, con mayor calidad, compromiso y ambiciones. Estas cuestiones son las que, evidentemente, faltaron a la cita en un año que será para olvidar pronto. Y que todavía, desgraciadamente, no terminó.