El primer aniversario del día más deseado por todos los sabaleros...
Un mes de un festejo que dura toda la vida
Hace exactamente 30 días, Colón "despedazaba" a Racing en la final y lograba su primera y añorada estrella. Curiosidades inéditas de una noche que se instaló para siempre en el corazón de los sabaleros.
"Era todo San Juan con nosotros, la misma Traffic de utilería nos llevó los dos partidos y el que iba conmigo era un señor de 71 años muy seguidor de la Difunta Correa y que había prometido que, si salíamos campeones, algo le llevaba a la Difunta. Así que a la vuelta le regalamos un par de medias para la Difunta y una camiseta de entrenamiento para él, y él nos regaló 2 cajas de vinos". El que cuenta estas anécdotas es Carlos Espartaco Sandaza, uno de los dirigentes que más trabajó en los días de partido, junto con Pablo Haidar, atendiendo a los árbitros en toda la campaña. Y había mucho de razón en lo que cuenta "Charly", porque en San Juan hay mayoría de hinchas de Boca, así que muchos se inclinaron para el lado de Colón en la final, algunos por convicción y porque pensaban que era el mejor equipo, y otros porque veían en Colón al que iba a "vengarse" de la derrota xeneize ante Racing, porque ellos querían ver a Boca en la final.
-¿Tenés alguna anécdota que no se sepa de esa noche del 4 de junio en San Juan?
-Que el Pulga se cortó con la copa de vidrio de la cerveza... Yo estaba a su lado y entonces le fui a buscar agua. Mientras le hacían la nota, le tiraba agua en el corte que tenía sin que saliera en cámara...
-¿Cómo fue el viaje de regreso a Santa Fe?
-El avión tardó en despegar, había una euforia descontrolada y nadie se sentaba... Imagináte que los pilotos no podían levantar vuelo así.
-¿Y cuando llegaron?
-Demoramos más desde el aeropuerto de Sauce Viejo al predio que en el viaje desde San Juan... Y cuando pasamos por la colectora, la gente salía de las zanjas, estaban escondidos... Una alegría única.
-¿Qué otro recuerdo te quedó?
-Yo organizaba para que subieran a recibir las medallas, primero los dirigentes, después los jugadores y cuerpo técnico y por última el Pulga, que ya tenía dos curitas por su corte... Adelante mío estaba Ricardo Lavini, un emblema, más años en Colón de los que llevaba Grondona en AFA... ¡Subí Ricardo!, le dije... Y él me decía que no... Vos sos el que más te lo merecés, pasaste todas y este es tu premio... Y subió muy emocionado.
Pasó un mes y la euforia del hincha sabalero sigue. "Esto no se va a terminar", es la frase que se repite. Algunos, como el "Cabezón" De Sanctis -avalista del club en tiempos donde el dinero de la tesorería escaseaba- viajó a la eternidad dándose un último gusto en vida: el de ver a Colón campeón. Para los jugadores, salvo alguna excepción como puede ser la de Paolo Goltz y no muchos más, fue algo nuevo, sorprendente. "Se nos tiran encima, nos agradecen, vemos la emoción en sus caras y eso nos hace muy feliz", dicen ellos, grandes responsables junto al entrenador de este logro histórico.
Pablo Aguirre La emoción de Alexis Castro con un pedazo de la red del arco en el que Colón marcó los tres goles. El tercero fue una obra maestra suya.
La emoción de Alexis Castro con un pedazo de la red del arco en el que Colón marcó los tres goles. El tercero fue una obra maestra suya.Foto: Pablo Aguirre
"Se puede cambiar de todo en la vida, menos del color de la camiseta que se ama", dicen todos los futboleros del planeta. Por eso, esta alegría es incomparable y eterna. Vivirá por siempre en cada uno de los privilegiados que han sido contemporáneos a algo que muchas generaciones soñaron y hasta pensaron que se trataba de algo inalcanzable. ¿Cuántas veces se dijo que los técnicos debían pasar por Colón para que después salieran campeones?. Pasó con todos. Basile, Martino, Bauza, Pizzi son algunos de la larga lista. Maturana llegó también para dar el salto de calidad y dejó para todos los tiempos aquélla famosa frase del sentido de pertenencia. Pues si algo tuvo -y de sobra- este plantel, fue eso, sentido de pertenencia, convicción, claridad desde el conductor (el técnico) hasta cada uno de los jugadores. Y hambre de gloria, deseos de hacer historia y esa innegociable ilusión de colgarse la medalla de campeón.
El de Domínguez fue un equipo que jugó bien, que supo qué quería en la cancha y que llenó al hincha. Pocas veces se vio una final en la que un equipo saque tanta diferencia sobre el otro y en apenas un tiempo. Mucho más en un fútbol argentino que en ciertos aspectos es parejo y, por eso, competitivo. El segundo tiempo de la final fue un regalo para los ojos, pero no sólo porque allí marcó los tres goles de diferencia para definir el partido, sino por el nivel futbolístico de un equipo sólido y convencido.
Los dos claros ejemplos son los de Christian Bernardi y Cristian Ferreira. El primero, cuestionado en otros momentos y hasta desplazado de la titularidad y de los planes primarios del DT de turno, fue elegido para jugar los dos partidos decisivos y fue clave. El segundo, incluido de última y de manera sorpresiva en la final, sin entrenamiento previo y convertido en una figura preponderante, asociado en un tándem decisivo en la construcción del juego del equipo junto a Alexis Castro. Estas son pruebas irrefutables y elocuentes de lo bien que estaba todo. Porque cuando un equipo funciona, el que entra, se adapta rápidamente y sin fisuras al funcionamiento del equipo. Y Domínguez logró, más allá de que hubo figuras individuales que fueron desequilibrantes, como el Pulga Rodríguez, Burián o Aliendro, que el equipo se ubique por encima de las individualidades. Por eso, Bernardi entró y jugó muy bien; y Ferreira entró en la final y fue uno de los puntos altos de ese inolvidable partido que ya cumplió un mes y se recuerda como si hubiese sido ayer.