(Enviado Especial a Belo Horizonte)
En su hierba se festejaron la mayoría de los más de 70 títulos que tiene Atlético Mineiro. Un estadio en el que alguna vez entraron más de 120.000 personas y donde la selección argentina apenas pudo ganar una sola vez y a Irán. Es el más imponente de todos los que pisó Colón en su aventura internacional.
(Enviado Especial a Belo Horizonte)
Emerge en el descampado como una postal de los años 50 o 60. Desde afuera parece un estadio viejo, no puede eludir esa imagen de cosa sin terminar. El color gris y una estructura de antaño no lo favorece. Es llamativo porque se lo ve desde lejos. Y desde afuera no parece tan grande como verdaderamente lo es. Hay una explicación: el campo de juego está por debajo del nivel del suelo. Muy cerca están varias de las universidades. Ir hacia allí en días laborables es toda una odisea. Se pueden demorar horas en llegar. Enfrente está el Mineirinho, un estadio más chico, apto para la práctica de otros deportes como el básquetbol. Allí se producirá la concentración de los hinchas de Colón. Allí habrá una tensa vigilia esperando las 21.30 del jueves. O mucho antes, porque las puertas del estadio se abrirán tres horas antes.
El 5 de setiembre de 1965, el Colón de Italo Giménez y Pepe Etchegoyen bregaba en esas canchas duras y ante rivales complicados para lograr la epopeya del ascenso, conquistada por el legendario equipo de los Medina, que tenía a Jorge Omar Sanitá como aquél enorme capitán lleno de personalidad, arrojo y voz de mando. Ese día, el Mineirao abría sus puertas por primera vez. Se inauguraba el mítico estadio, con 73.000 espectadores en las tribunas y ni Atlético Mineiro ni Cruzeiro, los clubes que se reparten la gran masa de simpatizantes futboleros de esta gigantesca ciudad, imponían su nombre para la ocasión. Ese día fue invitado River Plate a jugar un partido amistoso contra la selección minera. Era un River de nombres descollantes pero de una sequía ya por ese entonces importante sin logros. Llevaba 7 años sin ganar un título y llegaría a 18. Un muy joven Hugo Orlando Gatti en el arco, Matosas, Sarnari, Cubilla, Luis Artime, Delem y Ramos Delgado, entre otros, regaron de sudor por primera vez ese césped que luego se hizo histórico.
Hasta aquél descomunal triunfo de Estudiantes en la final de la Libertadores, en julio de 2009, sólo otros dos equipos argentinos pudieron ganar en el Mineirao en 35 partidos, sin contar, obviamente, aquella victoria de la selección ante Irán, con el golazo de Messi, en la segunda fecha de la fase de grupos del Mundial 2014.
La primera vez que un equipo argentino jugó oficialmente en este “Gigante de Pampulha” fue en 1975. Y hubo que esperar 21 años para ganar el primer partido. Fue el Vélez dirigido por Osvaldo Piazza, un hombre emparentado con la historia de Colón, que se quedó con la Supercopa luego de derrotar en la final al Cruzeiro por 1 a 0. Aquella noche, un gol de Chilavert a tres minutos del final cortó una racha que por ese entonces llevaba 17 partidos sin victorias de los equipos argentinos.
“Son 60.000 personas que saltan y gritan. Desde el vestuario se sienten y generan una sensación intimidatoria”, se encargaron de decir quienes sufrieron las consecuencias. Y hubo que esperar 12 años para que hubiese otro triunfo argentino. Esta vez fue el Boca dirigido por Carlos Ischia, que venció a Cruzeiro por 2 a 1 con goles de Palacio y Palermo y se clasificó para disputar los cuartos de final de la Libertadores 2008. Fue el 7 de mayo y desde ese día todos los equipos argentinos que pisaron el mítico estadio de Belo Horizonte, se fueron con una derrota hasta el momento en que jugó el Estudiantes de Sabella.
River perdió la Supercopa en 1991 ante Cruzeiro. Los millonarios habían sacado una diferencia de dos goles en el partido de ida pero cayeron sin atenuantes por 3 a 0 en la revancha. Esa no fue la única caída de River, porque en 1976 perdió en la famosa final de la Copa Libertadores. La derrota del equipo que dirigía Labruna fue por goleada en el Mineirao (4 a 1), pero como ganó en el Monumental hubo que forzar un desempate en Chile, que fue favorable a los brasileños por 3 a 2. Y así desfilan los nombres y las circunstancias. Aún las más recientes: en el Mineirao, la selección argentina cayó en los últimos dos partidos que le tocó jugar ante Brasil. Por las Eliminatorias a Rusia, fue un 3 a 0 lapidario que sirvió de detonante para el alejamiento del Patón Bauza de la conducción técnica (otro nombre muy emparentado con la historia sabalera). Y después, el último eslabón: la derrota en la polémica semifinal de la última Copa América, el día que tuvimos un arbitraje perjudicial que motivó la ira de Messi y sus declaraciones más altisonantes, críticas y estruendosas que alguna vez se le haya escuchado.
A Colón le ha tocado jugar en grandes estadios de Sudamérica. Grandes por capacidad y también por historia. El tristemente célebre Nacional de Santiago de Chile fue el primero, en aquél bautismo internacional en la lejana y desaparecida Conmebol de 1997, primero de los 41 partidos internacionales que ya han disputado los sabaleros. Después se jugó en el Nacional de Lima (la noche del tremendo golazo de Gustavo Sandoval contra Sporting Cristal y la última victoria ante Municipal), en el Defensores del Chaco de Asunción (el día de los penales de Burtovoy), en el Centenario de Montevideo (la fría noche del empate ante River con una multitud de sabaleros que sorprendió a propios y extraños en las tribunas), en el Morumbí de San Pablo (inolvidable victoria con el gol de Fritzler) y en el Metropolitano de Barranquilla, el escenario predilecto desde hace tiempo de la selección de Colombia. En la mayoría ha escrito historias épicas, con matices de proeza. Historias de esas que no se olvidan jamás.
Este Mineirao, no dudo, es el más imponente de todos los que ha pisado Colón. Si sobre gustos no hay nada escrito, el “Gigante de Pampulha” tiene todo: modernidad, majestuosidad, mezcla de glamour con ese toque de antaño que lo hace todavía más insinuante. Brasil tiene el Maracaná, pero también tiene el Mineirao. Casualmente, ambos estadios teñidos de “tragedias futboleras”. En uno, la famosa victoria del Negro Jefe Obdulio Varela y su “banda” de uruguayos que hicieron estremecer a todo un país en 1950 con el famoso “Maracanazo”; en el otro, el 7 a 1 de los alemanes en el Mundial de Brasil para provocar un dolor que rápidamente los mismos brasileños mitigaron: volvieron a jugar allí, rápidamente y a pesar de todo. Hoy, los contingentes de alemanes que llegan a esta ciudad cosmopolita, industrial y política, no dudan en hacerle una visita al Mineirao. No son muchos los atractivos turísticos que ofrece Belo Horizonte. No es Río de Janeiro, ni Salvador de Bahía, ni Natal, ni Recife ni ninguna de las ciudades que enarbola las banderas del turismo en este país. Pero tiene el Mineirao. Y los alemanes no dejan escapar la posibilidad de pisar ese escenario en el que lograron uno de sus triunfos más impactantes, agigantado luego por el título obtenido ante la Argentina.
El Mineirao ha cumplido hace poco 54 años. Su aureola de inexpugnable para los argentinos se mantiene. Y en su hierba, Atlético Mineiro se enorgullece de mostrar más de 70 títulos en una historia que arrancó hace más de 110 años. Y como si todo esto fuera poco, su hinchada, conocida como la “Massa”, es la más popular detrás de la del Flamengo, en todo Brasil. Son datos, elocuentes y contundentes, para llegar a una conclusión: Colón buscará hacer historia por el rincón que se lo mire, no sólo por lo que podría conseguir en el caso de superar la instancia y llegar por primera vez a una final por un título en Primera, sino porque enfrente tiene a un grande en todos los aspectos. Suena a epopeya, suena a mítico, suena a histórico, suena bien fuerte a gloria.
123.351 Espectadores. Es el record de asistentes al estadio Mineirao. Fue en la final entre Mineiro y Cruzeiro del campeonato minero de 1969. Esa vez ganó Cruzeiro, el otro grande de esta ciudad, por 1 a 0.
11 Millones. De dólares es el incremento que hubo por parte de la Conmebol para la Copa Sudamericana, comparando este torneo 2019 con el del año pasado.
2 Millones. De dólares se llevará el equipo que consiga superar esta fase de semifinales de la Copa Sudamericana. En caso de ser campeón, habrá 4 millones de dólares más. Además, cada equipo se llevará el 25 por ciento de la recaudación del partido final a disputarse el 9 de noviembre en “La Nueva Olla” de Asunción del Paraguay.